Que las primarias del PSOE las gane Susana Díaz o Pedro Sánchez no sólo determinará el futuro del PSOE; hay muchas cosas importantes en la actual situación política que dependen en buena medida del desenlace de esa contienda. Una de ellas es la evolución del conflicto de Catalunya.

Cuando en 1982 se formó el primer gobierno socialista de la democracia, había que buscar un interlocutor estable con la jerarquía eclesiástica. No era un asunto pequeño: en aquella época la Iglesia Católica aún era, tras las Fuerzas Armadas, el poder fáctico más influyente del país. La decisión sorprendió a casi todos, porque el designado fue Alfonso Guerra, que por entonces era lo más parecido a Satanás para la derecha de misa obligada. Se suponía que saltarían chispas.

Resultó lo contrario. Muy poco tiempo después, los obispos ya sólo querían reunirse con Guerra. Uno de ellos lo explicaba en privado: “Es el interlocutor ideal. Primero, este señor manda. Segundo, no es sospechoso de simpatías clericales, así que puede negociar con nosotros sin que nadie lo acuse de entreguismo. Tercero, entiende como nadie el lenguaje del poder. Y lo más importante: cuando llegas a un acuerdo con él, eso va a misa (nunca mejor dicho). Ofrece certezas, que es lo más importante en una negociación. Naturalmente, no pretendemos evangelizarlo”.

La evolución más probable del conflicto catalán en los próximos meses empieza a ser bastante predecible. Habrá un incendio cuando se convoque el referéndum y se impida su celebración. Luego habrá elecciones en Catalunya y Oriol Junqueras se convertirá en el próximo president de la Generalitat. Eso abrirá un largo período (me refiero a años) de cronificación del conflicto, caminando siempre sobre la delgada línea divisoria entre la negociación y la insurrección, sin que nadie renuncie a sus posiciones de principio ni se atreva a romper la cuerda. 

En ese período, el papel del PSOE será esencial. Por varias razones:

  1. Porque mientras se mantenga la actual distribución de fuerzas en el Parlamento español, el grupo socialista está en el eje de todas las mayorías posibles.
  2. Porque el Gobierno del PP tratará siempre de cubrirse buscando la complicidad del PSOE; y ello tanto si toca ponerse duro como si conviene hacer concesiones.
  3. Porque el PSOE es, de los partidos llamados “unionistas”, el más predispuesto a avanzar hacia soluciones intermedias, y puede ejercer influencia sobre el PP para sacarlo del inmovilismo;
  4. Last but not least, por la posición estratégica del PSC en Catalunya y en su relación con el PSOE.

Para gestionar bien un largo período de tensión, el Molt Honorable Oriol Junqueras necesitará tener en Ferraz a un interlocutor sólido y fiable, cuanto menos sospechoso de simpatías por el nacionalismo, mejor

Para gestionar bien un largo período de tensión-distensión-reacción-y vuelta a empezar, el Molt Honorable Oriol Junqueras necesitará tener en Ferraz a un interlocutor sólido y fiable. Si me apuran, cuanto menos sospechoso de simpatías por el nacionalismo, mejor.

Si es Díaz quien dirige al PSOE, ella tendrá un asiento garantizado en la “mesa chica” de las decisiones que se tomen en Madrid, junto a Rajoy y a las instituciones y poderes que tienen algo que decir sobre cómo manejar “lo de Cataluña”. Por el contrario, pueden estar seguros de que Sánchez jamás volverá a ser admitido en una mesa semejante.

Susana Díaz no es sospechosa en absoluto de coquetear con pactos con los partidos independentistas para descabalgar al PP, ni de vacilaciones en cuanto a la unidad de España. Eso le da un buen margen de maniobra negociadora ante su propio partido. Entre otros motivos, porque los barones territoriales que gobiernan y los patriarcas históricos del PSOE han unido su destino político al de ella, y desde este domingo ya no les queda espacio de retroceso: o Susana triunfa, o ellos perecen en el tumulto.

Por eso mismo, desde la dirección del PSOE alguien como Díaz puede avanzar por el camino de las reformas constitucionales sin que se le arme un motín interno a cada paso.

Exactamente en la situación contraria se encontraría Pedro Sánchez: bunkerizado en Ferraz y rodeado de enemigos, sin mayoría en el grupo parlamentario, permanentemente bajo sospecha –especialmente en todo lo referente a Catalunya tras sus oscuros tratos con Podemos y los independentistas para llegar a la Moncloa puenteando a su propio comité federal–; atado de pies y manos para avanzar en acuerdos mínimamente arriesgados; y por supuesto, completamente desconectado del Gobierno.

Eso suponiendo que ante la victoria de Sánchez en las primarias, Rajoy no decidiera (como parece probable) cortar por lo sano y convocar elecciones generales. Lo que pondría al president Junqueras ante la tarea de lidiar con un previsible gobierno de coalición PP-Ciudadanos con mayoría absoluta, enviando al PSOE (y con él al PSC) a la irrelevancia.

Desde la dirección del PSOE alguien como Díaz puede avanzar por el camino de las reformas constitucionales sin que se le arme un motín interno a cada paso

Tras el último acuerdo sabiamente conducido por Javier Fernández (con la ayuda inapreciable del tándem Elena Valenciano-Antonio Balmón), Susana Díaz podrá influir y dejarse influir por el PSC sin que ello genere constantes tensiones entre ambos partidos o protestas de otros poderes territoriales del PSOE. 

Y como sucedió hace 35 años entre Guerra y los obispos, existiría la certeza de que lo que se acordara con la secretaria general del PSOE se cumpliría con toda seguridad. Con Soraya Sáenz de Santamaría, Junqueras ha tenido una primera experiencia de las ventajas de tener enfrente a una interlocutora sólida, dura y flexible a la vez y con autoridad política para decir sí o decir no sin tener que mirar a su espalda. La situación sería parecida con alguien como Susana Díaz.

En resumen: si lo que se quiere es agitar la revuelta y el desorden en el corto plazo, la apuesta segura es Pedro Sánchez. Un factor de desorden de primera magnitud, tanto en su partido como en todo el escenario político español.

Pero si se quiere introducir en la relación entre Catalunya y el Estado a un actor que suministre certezas, disponga de margen de maniobra y sea fiable en cuanto a la solidez de sus compromisos, interesa mucho más alguien como Díaz. Jamás regalará el oído del nacionalismo catalán y le hará sudar la camiseta; pero, para lo bueno y para lo malo, siempre sabrán a qué atenerse con ella.

Y qué diablos, siempre es preferible tratar los asuntos serios con gente seria, por muy distanciada que esté de nuestras posiciones. Por esa misma razón en Madrid, que es un lugar en el que esto del poder se entiende bien, están deseando sentarse de una vez con Junqueras –aunque sea para matarse con él– y olvidarse ya de los chisgarabises de Convergència.