Todo vale para el convento, dijo el fraile, y llevaba una puta al hombro. Es humano que el secretario general del PSOE haga un poco de épica y se forofee a sí mismo con el resultado del paripé que, con el nombre de “consulta”, celebraron los socialistas el sábado.

En realidad, todo ha sido más pedestre. La votación del sábado no pasará a la historia de las gestas democráticas. La decisión de llamar a esta consulta fue un ardid táctico de Sánchez para puentear y someter a un molesto comité federal. Se le ocurrió para demostrar quién manda aquí y ganar libertad en la negociación con Podemos y con los independentistas. Y ha terminado siendo un montaje apresurado para dar aliento al líder tras haber cerrado un acuerdo muy distinto al que buscaba cuando sacó aquel conejo de la chistera.

Provocar una votación sobre un hecho consumado que no se menciona en la pregunta y con el líder del partido a punto de presentarlo en el Congreso, no es precisamente un ejemplo de fair play con sus afiliados, pero para la sociedad no pasa de ser una anécdota trivial. Sólo tiene trascendencia si se ve como un paso más en la deriva hacia un modelo cesarista que destruye la organicidad de los partidos y en el que los mecanismos colectivos de dirección y toma de decisiones son arrumbados para que sólo quede en pie la relación directa entre el líder –que concentra en su persona el 100% de la legitimidad– y “sus” bases militantes: el “síndrome Evita Perón” trasladado a Europa. Pero eso no empezó con Pedro Sánchez, aunque él lo está llevando a su apogeo, y es algo que merece ser tratado con mayor profundidad.

La consulta del PSOE ha terminado siendo un montaje apresurado para dar aliento al líder tras haber cerrado un acuerdo muy distinto al que buscaba

Lo relevante es que el próximo viernes se extinguirá la sesión de investidura de Pedro Sánchez y, salvo sorpresa colosal, con un resultado inequívoco: 131 diputados a favor y 219 en contra (puede que arañe alguna abstención). Dos partidos a favor y 11 en contra. 9 millones de votos a favor y 16 millones en contra. Tras un mes de focos y lentejuelas, baja el telón y comienza una nueva función.

El sábado habrán pasado 75 días desde las elecciones, España seguirá sin gobierno y afrontaremos un período de dos meses de tensa espera y empujones por doquier, seguidos probablemente por otros dos meses de la campaña electoral más amarga y menos deseada. Si se llega a eso, los españoles no vivirán el voto del 26 de junio como una oportunidad, sino como un castigo. Este personal ciudadano ha demostrado que es muy suyo cuando le tocan las narices más de la cuenta, así que si yo fuera dirigente político preferiría no hacer el experimento.

¿Cómo quedará el Partido Socialista después del intento fallido de Sánchez?

Hay una parte buena: es cierto que tras el patético escaqueo de Rajoy él dio un paso adelante y con ello ayudó a evitar un bloqueo constitucional peligrosísimo. En ese sentido, hizo un servicio al país.

Tras el patético escaqueo de Rajoy Sánchez dio un paso adelante y con ello ayudó a evitar un bloqueo constitucional peligrosísimo

El PSOE saca de este proceso dos cosas que no tenía hace dos meses: primero, la decisión estratégica de orientarse hacia la colaboración con el centro-derecha renovador más que hacia el confuso magma izquierdista-populista-nacionalista de tintes radicales. Y segundo, un programa de gobierno, el acordado con Ciudadanos, que, con todas sus insuficiencias, es lo único consistente que se ha puesto sobre la mesa desde que comenzó este proceso desquiciado.

A mi juicio, harían bien los socialistas en ser consecuentes, sostener esa línea de acuerdos y de programa –tratando, obviamente, de ampliar sus apoyos–  y no entrar de nuevo en un carrusel enloquecido de negociaciones a 12 bandas en las que igual se habla de la disciplina presupuestaria que del manirroto despelote del gasto público, de la unidad de España que del derecho de autodeterminación para todos y todas, del reforzamiento de la Unión Europea que de su liquidación. Si se mantienen en la senda y no vuelven a las andadas de querer galopar por todas las pistas a la vez, al menos el 26 de junio los ciudadanos sabrán a qué atenerse respecto al PSOE. Una cosa es poner una pistola en el pecho a tus militantes para que te firmen un cheque en blanco y otra hacer eso mismo a la sociedad: me temo que la respuesta no sería igual de sumisa.

Una cosa es poner una pistola en el pecho a tus militantes para que te firmen un cheque en blanco y otra hacer eso mismo a la sociedad

En la parte negativa, el PSOE ha tropezado con lo esperable: que cuando partes de un resultado electoral desastroso y sólo tienes un 25% del Parlamento, tu margen de maniobra es mucho más angosto de lo que Sánchez creyó o pretendió hacer creer. En esas circunstancias no eres el rey del mambo sino, a lo sumo, el rey del chotis: tienes que bailar en un ladrillo. Especialmente si de entrada cierras cualquier espacio de diálogo con la única fuerza que posee la llave para dar paso o bloquear todas las reformas que propones.

Tras la votación del viernes, el PSOE se verá ante un dilema:

Con Ciudadanos no llega, aunque lo sigue necesitando.

Si quiere volver a contar con Podemos y sus confluencias, tiene que renunciar al programa que ha defendido ante la Cámara para pasar a negociar exactamente lo contrario. Eso no es versatilidad, es esquizofrenia política.

Y si quiere contar con el PP, tiene que renunciar a su candidato. La probabilidad de que el PP acepte un presidente del Gobierno que no sea suyo es escasa, pero la probabilidad de que acepte a Sánchez es nula (lo mismo sucede con Rajoy, por supuesto). En algún momento de estos dos meses –preveo que será muy cerca del final– se planteará ese escenario, y más vale que los dirigentes del PSOE vayan calibrando su respuesta si les ofrecen la Moncloa a cambio de la cabeza del bautista.

Sánchez ha entregado el PSC a cambio de 40 votos positivos en su investidura

Capítulo aparte merece el PSC. Aparentemente, el socialismo catalán es el principal sacrificado de esta operación. Sánchez no sólo se ha puesto en manos del partido que en Catalunya succiona masivamente los votos del PSC en sus feudos tradicionales, sino que se han quedado en la cuneta todos los elementos diferenciales del discurso del PSC sobre Catalunya y España.

Si en la parte social del acuerdo se ve con claridad la huella del PSOE, en la parte territorial –y en concreto, en lo que se refiere al problema de Catalunya– Ciudadanos ha ganado por goleada. Es difícil encontrar en él algún rastro de la declaración de Granada. La famosa “solución federal” se ha quedado en una mención vacía, en el capítulo de la reforma constitucional prácticamente se han olvidado del Título VIII y no se ha dejado espacio alguno para una solución singular, legal y pactada para Catalunya. En este juego de ajedrez, Sánchez ha entregado una torre –el PSC– a cambio de 40 votos positivos en su investidura. Veremos qué consecuencias tiene eso el 26 de junio.

Y sólo el tiempo nos dirá si este mes que comenzó con la propuesta real de un rutilante candidato Sánchez y desembocará en una contundente derrota en el Congreso, ha sido un mes ganado u otro mes tirado a la papelera.