Mientras el mundo tiembla tras el aterrador discurso inaugural de Donald Trump, quizá no hemos prestado atención suficiente a otro discurso pronunciado unos días antes, quizá menos pendenciero en la forma –mas british, claro-  pero mucho más sustancial en el contenido.

Desde la otra potencia anglosajona, la primera ministra del Reino Unido ha precisado los términos en que pretende consumar el Brexit. Y lo ha hecho con dos propósitos evidentes: primero, tranquilizar a los británicos sobre las consecuencias del abandono; segundo, plantarse ante sus interlocutores europeos estableciendo sus condiciones negociadoras y combinando la política de la mano tendida con indisimuladas amenazas si no se atienden sus pretensiones. Como en el chiste: ¿A que no vamos a hacernos daño?, sin admitir que el daño mayor, gigantesco, irreparable, ya está hecho.

Leyendo a May, pareciera que lo que Gran Bretaña ha hecho no ha sido pegar un portazo a la coalición de estados más exitosa de la historia, sino lo contrario

Para despejar la muy fundada inquietud de los británicos ante el paso hacia el vacío que el Brexit significa, les ha narrado un cuento de hadas. Leyendo a May, pareciera que lo que Gran Bretaña ha hecho no ha sido pegar un portazo a la coalición de estados más exitosa de la historia para poner un candado en el canal de la Mancha, sino lo contrario. Tras el Brexit, se iniciará un período de armoniosa y próspera colaboración con el resto de Europa sin enojosas ataduras burocráticas; y además, Gran Bretaña disfrutará de la libertad para abrirse desde la gloriosa soledad de su isla al mundo entero: los Estados Unidos de Trump, las economías emergentes de Oriente, los países de la vieja y sabrosa Commonwealth, todos esperan con los brazos abiertos  a un Reino Unido liberado del odioso corsé bruselense para rociarlo de los riquezas de múltiples acuerdos de libre comercio con todas las regiones del mundo.

Theresa May propone a los británicos doce objetivos para el Brexit que deben llevar al Reino Unido a la arcadia feliz: felizmente solos, pero inmejorablemente acompañados. Repasemos y comentemos brevemente esos objetivos:

1. “Certeza”. May es consciente de que Brexit es sinónimo de incertidumbre, y por eso ataca el problema desde el principio. Apenas explica cómo se propone transformar la zozobra en serenidad, pero hace un par de regates:

Dice que se revocará el acuerdo de adhesión a la UE, pero que se incorporará a las leyes británicas gran parte del derecho comunitario. Y dice que someterá el resultado final de la negociación a la aprobación del Parlamento. Trampa: lo que el Tribunal Supremo ha dicho y está a punto de repetir es que el Parlamento tiene que aprobar el hecho mismo de iniciar el proceso de divorcio, no su resultado final.

Escocia se dispone a reclamar la repetición del referéndum y desde el Ulster recuerdan que los ciudadanos de Irlanda del Norte tienen el derecho a la nacionalidad irlandesa

2. “Control de nuestras propias leyes”. Que, en esencia, escapara de renunciar de la jurisdicción europea, incluida la que se refiere a los derechos humanos. “Haremos nuestras leyes aquí y aquí las interpretaremos”. Todo eso envuelto en un discurso pretendidamente universalista.

3. “Fortalecer la Unión”. No la Unión Europea, obviamente; sino la de los países que forman el Reino Unido. Aquí toca la llaga más dolorosa: porque uno de los efectos más inmediatos del Brexit es precisamente resquebrajar la Unión. Escocia se dispone a reclamar la repetición del referéndum independentista y desde el Ulster ya suenan voces que califican el hecho de sacarlos de la UE contra su voluntad como “una acción hostil” y recuerdan que, según los acuerdos del Viernes Santo (que pusieron fin a la violencia), los ciudadanos de Irlanda del Norte tienen el derecho a la nacionalidad irlandesa. Lo que nos lleva al siguiente punto:

4. “Mantener la Common Travel Area con Irlanda”. Es decir, que el Reino Unido restablece el control de fronteras con toda Europa, menos con la República de Irlanda. Muy conveniente: ya veremos qué opinan en Bruselas de que uno de sus miembros mantenga esa relación de privilegio con el socio prófugo.

5. Control de la inmigración. He aquí la madre del cordero. Es tan xenófobo el Brexit que, aun admitiendo que la salida del mercado único los daña económicamente, están dispuestos a pagar ese precio con tal de no ver a los fontaneros polacos paseando libremente por los barrios de Londres.

¿Rechaza May a todos los inmigrantes? En absoluto, sólo a los pobres y a los iletrados

¿Rechaza May a todos los inmigrantes? En absoluto, sólo a los pobres y a los iletrados. “Queremos que los mejores y más brillantes vengan a trabajar y a estudiar a Gran Bretaña, estamos abiertos al talento internacional, siempre querremos a la inmigración cualificada”. Pero no a la que, según ella, “presiona sobre nuestros servicios públicos, sobre nuestras viviendas y sobre los salarios de nuestros trabajadores”.  Les recuerdo que no habla de gentes de otras razas o continentes, sino de españoles, italianos, portugueses, griegos, rumanos, etc.

6. “Mantener los derechos de los europeos en Gran Bretaña y de los británicos en la UE”. Lo cual es perfectamente contradictorio con todo lo anterior. De hecho, no explica cómo pretender lograr esa cuadratura del círculo.

7. “Proteger los derechos de los trabajadores”. Otro brindis al sol. Dice que lo hará incorporando una parte de la legislación laboral europea. Pero en  esta no existen aberraciones como el detestable “contrato de cero horas” que ha devuelto al mercado laboral británico a los tiempos de Dickens. 

8. “Libre comercio con los mercados europeos”. Que es exactamente lo que ya tenían y a lo que han renunciado con el Brexit. Para recuperarlo, propone un nuevo acuerdo comercial “que dé a las empresas británicas la máxima libertad para comerciar y operar en los mercados europeos, y que estos puedan hacer lo mismo en Gran Bretaña”.

¿Para ese viaje necesitábamos las pesadas y traumáticas alforjas del Brexit? Sí, porque el secreto viene después: lo que May no quiere –y lo reconoce sin pudor- es seguir contribuyendo a los presupuestos del mercado único europeo.

9. “Nuevos tratados comerciales con otros países”. Lo dicho, el mundo entero –empezando por la América de Trump- espera alborozado a la Gran Bretaña para comerciar libremente con ella, liberada de los molestos aranceles comunitarios.

10. “Ser el mejor lugar para la ciencia y la innovación”. Lo cual, como es bien sabido, se logra mejor desde la soledad que aprovechando las sinergias de un sistema de investigación y desarrollo tecnológico compartido con otros 27 países.  

11. “Cooperación en la lucha contra el crimen y el terrorismo”. La habrá, seguro. Pero no se puede ignorar que el Brexit ha sembrado la semilla de la desconfianza entre el Reino Unido y el resto de Europa, y ello infectará inevitablemente todos los aspectos de la relación.

12. “Un Brexit suave y ordenado”. Muy suave no parece romper de un tajo con las cuatro libertades (de bienes, capitales, de servicios y de personas).  Lo que quiere decir es que se tomará su tiempo para controlar la hemorragia que ese país se ha provocado sí mismo con su insensata decisión.

Las dos naciones que de forma más determinante han modelado a occidente, se repliegan sobre sí mismas 

Finalmente, envuelta en un mar de buenas palabras y de manos tendidas para un futuro de armónica convivencia con Europa, viene la amenaza. Si la negociación no le satisface, “seríamos libres para establecer impuestos competitivos y adoptar las políticas que atrajeran a Gran Bretaña a las mejores empresas y a los mayores inversores del mundo”. Lo que viene siendo montar  un paraíso fiscal.

Y sigue: “No creo que los líderes europeos deseen decir a los exportadores alemanes, a los granjeros franceses, a los pescadores españoles, a los jóvenes parados de la eurozona y a muchos millones más, que los van a empobrecer sólo por el afán de castigar políticamente a Gran Bretaña”. Ahí queda eso.

Donald Trump: “América, primero”. Theresa May: “Pondremos a nuestra preciosa Unión en el corazón de todo lo que hagamos”. Las dos naciones que de forma más determinante han modelado a occidente, se repliegan sobre sí mismas y se desentienden de todo lo que no sean ellas mismas. Qué catástrofe.