Pablo Iglesias se ha agarrado a su promesa de referéndum en Catalunya como el actual anticiclón a nuestras vidas. No estaba en la lista de sus prioridades (el referéndum, no el anticiclón) y la prueba es que en las elecciones catalanas de hace tres meses no fue un tema que le apasionara mucho. Y le diré más, no le apasionaba nada. Pero un buen día de no hace mucho, el referéndum se hizo discurso. Y se ha quedado. Y no sólo eso, sino que ahora es el punto irrenunciable para dar apoyo a Pedro Sánchez. Por cierto, un Sánchez que ya ha sido visto consultando un catálogo de Samsonite. Y parece que ha escogido el conjunto de cinco maletas modelo Susana Díaz.

Sin embargo, ¿de dónde le viene a Iglesias esta pasión referendúmrica (o referendúrica)? Podemos sabe que sus votos vienen de la España moderna y de la periférica, y que en la España del trigo no tiene nada que hacer. Por dos motivos: por el propio electorado y porque la ley electoral los penaliza. Podemos, pues, no tiene necesidad de hacer un discurso para contentar al posible votante de Burgos (como le podría decir Palencia), porque no es un votante potencial y porque, aunque lo fuera, la posibilidad de sacar los suficientes votos como para aspirar a ganar un diputado en estas circunscripciones es remota.

Liberado de eso, Podemos puede pronunciar un discurso "plurinacional" sin miedo a que eso los penalice. Y es así como llegamos a Catalunya. Esta insistencia de Iglesias para sacar el referéndum siempre que puede, no es otra cosa que el inicio de la campaña preelectoral de Ada Colau. Por si acaso. Por si al final el sábado gana el sector de la CUP que sueña con un gran pacto de izquierdas (el que gritaba "an, anti, anticapitalista" en la votación del domingo pasado en Sabadell) y vamos a elecciones. Unas elecciones donde Ada Colau capitanearía un proyecto (sin estar necesariamente en la lista) que uniría a la propia fuerza del personaje con un proyecto nacional federalista con el que la izquierda de la área metropolitana (generalizo, sí, pero ya me entiende) está mucho más cómoda que con el independentismo. Porque la izquierda "obrera" (también me entiende) considera que la independencia catalana es una cosa de los burgueses.

Por lo tanto, cuando Iglesias insiste con el referéndum no piensa en España, sino en los resultados electorales en una Catalunya donde puede haber elecciones en marzo y donde este discurso podría convertir a Podemos (o el nombre que reciba la marca) en la segunda o tercera fuerza política. Y con posibilidades de forzar un pacto que apartaría del poder lo que quede de CDC. Y cuando la nueva Evita capitaliza este discurso es porque sabe que si a su imagen hiperpotente se le añade una alternativa "plurinacional", lo que sale es la fórmula de la Coca-Cola. Sí, porque Colau tiene un relato ganado en las épocas en que la gente que perdía la casa era noticia (ahora ya no lo es) y ella era la única cara que aparecía defendiéndola. Y eso, en política, es una marca imbatible. Y si a este electorado de los barrios que la izquierda popular ha dejado huérfanos, le añades la izquierda caviar también huérfana, sumas los votos del PSOE, de IC, del maragallismo, del federalismo, de una parte de Ciutadans y de un cierto abstencionismo... Sume, sume. Sume y verá porque Iglesias vende el referéndum como el elixir que nos hará crecer el pelo.