“Me presento, soy iraissali mujer marroquí. Y tengo 23 añitos de los cuales 15 aquí. Estudio psicología, cada día cosas mil. A cómo autosuperarme sin falta de competir. ¿Que si hablo español? Te podría dar clases. De cómo formular una oración sin complicarse. Mi vocabulario es rico, el tuyo es un desfase. Simplemente soy brillante y te lo muestro en una frase. Hablo 5 idiomas y luego soy yo la tonta. Cuando ellos hablan 1 y ni siquiera les importa. Me llaman inculta, retrasada y que soy yo la corta. Però de capacitats i mentalment jo soc la més forta. ¿Que los inmigrantes vienen a robar su trabajo? ¿A robar qué? Ni que nos pagaran billetes en un fajo. Pagamos impuestos como todos sin desparpajo”.

Es la letra de la canción No lo Soy Pero, de la rapera Miss Raisa. Imane Raissali Salah nació en Tánger en 1996 y a los ocho años llegó a Barcelona, momento en que para el mundo se convirtió en inmigrante, que es como llamamos a los nacidos en los países económicamente pobres. Nunca hablamos de inmigrantes norteamericanos y nunca se nos ocurriría llamar inmigrante a un señor de origen alemán que vive en Barcelona. Miss Raisa estudia psicología, canta, escribe y comunica. La discriminaron por llevar velo. Decían que debía adaptarse a las costumbres españolas. Pero la comunidad musulmana la ha atacado por adaptarse demasiado. La amenazaron con decapitarla por quitarse el velo, simplemente porque no quería verse reducida a una prenda. Y porque apoya al colectivo LGTBI. Y porque la música que hace es haram (pecado). Ignoro si a Imane Raissali le gusta el fútbol. Ni si quería que ganara España o Marruecos. La única pista es que en su Instagram ha colgado una entrevista al guardameta marroquí del Sevilla, Bono, donde dice que España significa mucho para él porque lo ha formado y le ha dado mucho. Sí sé que Yassine Bounou está contento de que su selección haya pasado a cuartos. Si no, quizás no hubiera parado dos penaltis.

Que un Mundial de fútbol es un festival del nacionalismo de los Estados es tan evidente como que si rascas es un reflejo de la complejidad de nuestras sociedades. El partido entre Suiza y Serbia llegaba cargado de tensión porque dos jugadores suizos, Xhaka y Shaqiri, son de padres albanokosovares e hicieron el gesto del águila, símbolo de la bandera de Albania, en el partido que jugaron en Kaliningrado en 2018 contra los serbios, que no quedaron demasiado contentos. El hermano de Xhaka juega con Albania. Shakiri se siente medio suizo, medio albanés, medio kosovar. Los hermanos Williams, Nico e Iñaki, son dos vascos que defienden las camisetas de España y Ghana. Como los hermanos Boateng jugaron para Alemania y Ghana.

Y cuando juegan España y Marruecos se da la circunstancia de que a España la elimina un chico nacido en Getafe de nombre Achraf Hakimi. Nacido lejos del país de origen de sus padres, como la mitad de los jugadores de la selección de un país que no da oportunidades suficientes a sus hijos e hijas, pero que, pese a la monarquía absolutista, celebran con orgullo la victoria de la selección de su país. O el de sus padres. Como los jugadores de Irán querían ganar, pero hicieron notar la discrepancia política con el régimen de los ayatolás, no cantando el himno en el primer partido. Y se da la circunstancia de que muchos independentistas catalanes quieren que gane la selección de España, por muchos motivos, uno de ellos porque su seleccionador es odiado por muchos medios del Madrid de poder, que en el fondo se alegran de su derrota de España contra los leones del Atlas. Llamadlo identidades múltiples. Llamadlo identidad Ikea. Que cada cual sienta y haga lo que le dé la gana.