El tema de las identidades siempre es un tema complejo, porque las emociones juegan un papel muy primordial, y porque —legítimamente— uno se puede sentir atacado cuando otro quiere negar, borrar, disminuir o menospreciar la que siente como propia.

Hablando de la identidad catalana, su evolución no ha sido pacífica porque, a lo largo del tiempo y todavía hoy, ha sido objeto de escarnio, negación, ataques sistemáticos y menosprecio constante por parte de las sociedades vecinas —en general más poderosas, desde varios puntos de vista— y por la instalación entre nosotros de grupos organizados, y de francotiradores, que se esfuerzan por empequeñecerla o eliminarla.

Cuando tus vecinos son poderosos, la ecuación de supervivencia es compleja; cuando desde dentro hay quien trabaja, de forma activa, sostenida y desde determinadas parcelas de poder, en el sentido indicado, las cosas se complican.

Todos estos pensamientos y realidades vienen a cuento, si uno lee detenidamente unas declaraciones que hizo el president Salvador Illa a Ricard Ustrell, en el inquietante Col·lapse de las noches sabatinas de la "televisión nacional de Catalunya".

Afirmaba el president Illa el 8 de junio que "la catalanidad no es una identidad nacional plena, como la danesa, la española o la portuguesa, sino una identidad regional complementaria, subordinada o parcial, dentro de otra superior: la española".

No deja de resultar innovadora la utilización del término "identidad regional complementaria", sobre todo porque si analizamos el itinerario intelectual del catalanismo político, no la encontraremos nunca, y para alguien que, de vez en cuando, todo hay que decirlo, se considera heredero del catalanismo político, da mala espina. A ver si el president va a ser un bromista, cosa que no transparenta, y nos quiere dar gato por liebre.

Quizás el president podría explicarnos por qué no es una identidad nacional plena. ¿Quiere decir que no es una personalidad estatal? Entonces, implícitamente estaría reconociendo que hace falta un proceso de independencia para llegar a la plenitud. En eso coincidiría con Enric Prat de la Riba, y estaría muy bien, pero quizás sería chocante para los referentes intelectuales del "govern de tothom" y faro del progresismo.

Me preocupa esta falta de autoestima, esta presentación impúdica de la resignación, este conservadurismo de los que creen que es mejor no levantar demasiado la voz

¿Quiere decir el president que no es plena porque el devenir de la historia nos ha sido desfavorable y eso ha hecho que pasemos a ser de segunda división? Entonces quizás haría falta que se dedicaran esfuerzos a ganar la liga de segunda división o a jugar el play-off de ascenso. ¿La política del gobierno actual de la Generalitat debería encaminarse, pues, hacia una solución de carácter federal o confederal, donde jugaríamos en la misma liga que los demás clubs ibéricos, al estilo de lo preconizado por Francesc Macià, Rafael Campalans o Manuel Carrasco i Formiguera? Tampoco acabo de ver una conexión fácil de establecer con la realidad política actual en Palau.

Si existe una identidad nacional superior, que es la española (obviamente), ¿qué sentido tienen artefactos nominales como Consell Nacional o Comisión Ejecutiva Federal? Si existen identidades subordinadas, significa que uno no las considera en pie de igualdad, y entonces nada puede ser federal, y si, además, uno considera que la propia es regional, ¿qué sentido tiene hacer ver que jugamos en nacional? Hay que devolver el sentido a las palabras, que preservemos las palabras, y que no juguemos a hacer trampas con las palabras.

Pero donde me mata es cuando afirma que nuestra identidad ("regional complementaria") está subordinada o es parcial respecto de otra. ¿Expresa, con toda crudeza, que esto del Estado de las autonomías solo es una maraña complementaria del poder de verdad, que es el del Estado? ¿Significa que acepta, sin rechistar, que las estructuras políticas de Catalunya solo pueden ser la sala de espera y el recibidor del piso de verdad, instalado en la "cocapital" central, centralizadora, chupadora y desertizadora? ¿Que todo lo tenemos que fiar a estar en buena sintonía con los señores? ¿Y que la esclavitud, lejos de intentar abolirla, es la fuente de posibles trampolines?

Cada uno tiene la visión política que tiene, pero me preocupa esta falta de autoestima, esta presentación impúdica de la resignación, este conservadurismo de los que creen que es mejor no levantar demasiado la voz, y este conformismo irredento propio de los que se saben o quieren sentirse vencidos, ya sea por la historia o por una configuración estatal que, tras la muerte del dictador, no ha sido favorable en general a los intereses de Catalunya.

Y me preocupa que esta falta de autoestima y de orgullo de país, y estos excesos de resignación, de conservadurismo, de conformismo y de sentimiento de vencido, se contagien a toda la obra de gobierno de aquellos que hoy rigen los mandos del govern de Catalunya, que no puede ser, o no debería ser, visto como regional, como complementario, como subordinado, o como parcial, sino que necesitamos que lleve a cabo una política nacional decidida, audaz, ambiciosa, y plena, y me temo que no vamos por el buen camino.