Un amigo que es sensible a un cierto esoterismo dice que ha llegado a un acuerdo con las hormigas que invadían su casa. Las hormigas, dice, son pactistas, pero solo respetan los pactos bajo la amenaza de la violencia. Después de matar unas cuantas, tuvo un diálogo. Les dijo que si se quedaban en el jardín no tendrían ningún problema, pero que si las volvía a encontrar dentro de casa las exterminaría.

Hace dos meses cerró el pacto y de momento no se ha roto la convivencia. Mi amigo está más satisfecho de poder decir que ha sido capaz de tener tratos con hormigas que de haberlas hecho fuera de casa. Dice que ahora viven en el jardín con el resto de animales y que se ha sacado un peso de encima. Su mujer se subía por las paredes cada vez que chocaba con una expedición de himenópteros que avanzaba en fila india por su comedor.

Para profundizar en el nuevo descubrimiento, mi amigo se ha inscrito en un curso de comunicación con insectos y mamíferos. También ha encontrado a una señora que susurra a los caballos, como Robert Redford en aquella película que descubrió la belleza prematura y violenta de Scarlett Johanson. Me ha dicho que este verano me llevará a verla. Quizás tratar con caballos también me ayuda a tratar con personas. Incluso quizás me ayuda a expulsarlas de mi cabeza cuando necesite escribir sin ahogarme en sus mierdas.

Escribir afina la sensibilidad. Cuando una persona se mete en tu frecuencia casi puedes sentir mejor que ella el peso vacío de su palique. Los animales son inocentes y la idea de comunicarte, aunque pueda parecer absurda, da tranquilidad, sugiere la posibilidad de una calma primigenia. Cuando tenemos la sensación de conectar con un animal, vemos un camino de vuelta a la serenidad que todos perdemos cuando tenemos miedo de nuestro enigma, miedo de ser y miedo de no ser, como este artículo que está escrito para no hacer daño, para no publicar otro más bonito pero más bestia.

En las épocas de crisis, solo a través de las acciones de los hombres que se aguantan sobre ellos mismos se pueden restablecer los valores que la hipocresía y el cinismo han vaciado de contenido. Se tiene que tener la cabeza en forma para poner la atención en el lugar correcto y hablar directamente al corazón en medio de tan ruido. A veces me es difícil de elevarme por encima de la tristeza sin llanto, tristeza arrogante más que orgullosa, que huye de todo sin motivo y justifica sus amores vulgares y poco fieles con la supuesta imperfección del mundo.

Me ha costado un rato de mirar a un perro que corría por el parque, poder mantener la paz. Hay días que la única manera que encuentro de sentir vivo el vínculo con personas a las que quiero mucho es mirar a un animal.