Ahora que todo el mundo ya hace vacaciones —a excepción de los autónomos, de los cocineros de paellas malas y de las putas de Ibiza— al columnista político solo le queda la misión de ver el poder con la ligereza moral de los pantalones cortos. Si hablamos de Catalunya, esta es una actitud irónica que podríamos aplicar la mayoría del año, porque “el govern de tothom” narcotiza incluso a los drogadictos con su actitud perpetuamente funcionarial, y el procesismo ya se ha encarnado en aquella señora múltiplemente traicionada que solo pide al marido un poco de imaginación en las excusas que suelta para ponerle los cuernos. Así ha ocurrido, en el segundo caso, con uno de mis temas favoritos de este final de curso; la hacienda catalana, un invento del que tuvimos primera noticia cuando Artur Mas y su escudero Mascarell se inventaron eso de las estructuras de estado, con el éxito de aplicación que ya conocéis.

El tema de la "hacienda propia" tiene mucha gracia, pues, gracias a los socialistas y a su negociación con Esquerra Republicana, hemos sabido que esta futura rama de nuestra autonomía —pionera de una España federal a la carta— solo tiene capacidad para recolectar algunos impuestos especiales. Es más, los propios cerebros económicos del PSC han declarado que la Agència Tributaria de Catalunya solo podrá operar como tal en el año 2028, en caso de que el Govern fiche y adoctrine a hasta setecientos funcionarios más de los que tiene (como informaba este mismo diario, se excluye la transferencia de los trabajadores que ya ejercen en las filiales de la hacienda española en Catalunya; supongo que estos currantes públicos son como los chóferes de Renfe, y esto de conducir o de sumar en catalán les parece un ataque a los derechos humanos). Lisa y llanamente, la realidad de una recaudación nacional será lenta y quizás acabará demorándose más de un lustro.

Todo esto son detalles esperables, porque ya se sabe que esto de las transferencias de poder es algo que provoca alergia a los españoles. Pero la cosa sirve, insisto, para poner de manifiesto nuevamente las mentiras del Astut y de todos los políticos del procés, que habían perjurado hace años que la hacienda catalana tenía la fiabilidad de un auto germánico. Aparte de las promesas del nariz puntiaguda oficial del país, vale la pena viajar a la hemeroteca para ver cómo —a tan solo un mes del 1-O— Puigdemont y Junqueras presentaban el invento bajo el lema “Més a prop, més enllà” como una de las garantías de la secesión. "A nadie se le escapa que ponemos en marcha las estructuras necesarias para cumplir la voluntad que expresen los catalanes, la mejor garantía de un país normal", sostenía gallardo Carles. "Queremos la responsabilidad", remachaba alegre Oriol junquerismo-es-amor; "estamos enamorados de la responsabilidad".

El tema de la "hacienda propia" tiene mucha gracia, pues solo tiene capacidad para recolectar algunos impuestos especiales

No citaré más frases relativas a la hacienda del pasado, porque el lector debe de encontrarse en la playa y no quiero aumentarle la mala leche, con el consiguiente peligro de ahogamiento por insolación o ingesta problemática de patatas chips. Simplemente, vale la pena, aunque no sirva para mucho, recordar hasta qué punto este par de líderes nos tomaron el pelo y también hasta qué punto resulta atípico que todavía comanden sus formaciones con mano de hierro. Pero bueno, Catalunya es así y el sentido de la responsabilidad suele ser un estorbo. Si nos centramos en el futuro, yo diría que la hacienda catalana puede sufrir un destino parecido al del Estatut; parece que, con la legalidad vigente, esta será una iniciativa que PP y Vox podrían llevar al Constitucional, con el consiguiente vodevil jurídico. Quién sabe si, como pasó con el Estatut, el invento se acabará aplicando con más competencias en otras comunidades.

En cualquier caso, a Salvador Illa le basta este panorama independentista para ir tirando, mientras transforma las mentiras de Artur Mas en verdades aplicadas a medias, para continuar así la mar de tranquilo en la presidencia y haciendo de escudero a Pedro Sánchez (en el capítulo de la falsía con respecto a la hacienda también tendríamos que recordar el papel de la gran Marta Rovira, pero en verano duele hablar sobre la gente finada). Y mañana será otro día. Al menos, Illa no ha tenido la indecencia de hablarnos de Itaca. Dicho esto, cuando el invento se haga efectivo, no os preocupéis; sufriremos el mismo robo impositivo, of course, pero nos lo haremos nosotros mismos.