Un militante histórico de Convergència Democràtica, tan histórico que más no podía serlo, comentaba hace pocos días que ruega para que Xavier Trias presente su candidatura a la alcaldía de Barcelona porque así sabrá a quién votar. Para el resto de elecciones dice que no sabe qué hacer porque no se siente bien representado por nadie.

Lo peor que le puede pasar a un partido político no es un coyuntural descalabro electoral como el que le vaticina ahora el CEO al partido llamado —casi podríamos decir que sarcásticamente— Junts per Catalunya, sino dejar de ser lo que era y nadie entienda en qué se ha convertido. Raimon cantaba aquello de “quien pierde los orígenes pierde la identidad” y un mítico jugador de béisbol, Yogi Berra, popular por sus frases ocurrentes, decía que “quien no sabe a dónde va quizás no llegue a ninguna parte”.

Paradójicamente, desde que una mayoría de militantes de JXCat cayó en la trampa de sus rivales de Esquerra Republicana y decidió marcharse del Govern, las posiciones oficiales de Junts per Catalunya no han dado un salto a la radicalidad sino todo lo contrario. Las iniciativas poco o nada conocidas han sido las menos disruptivas, las que más se identifican con Jaume Giró o Victoria Alsina y los partidarios de haber-se mantenido en el Ejecutivo. JXCat plantea ahora bajar algunos de los impuestos que prácticamente solo se pagan en Catalunya y defiende las inversiones en infraestructuras, la ampliación del aeropuerto y la candidatura catalana de los Juegos Olímpicos de Invierno. Por supuesto defiende el servicio público de la escuela concertada, apuesta por la colaboración público privada y todo lo que suponga crecimiento económico, además de otras iniciativas propias de un partido centrista y con cultura de gobierno como legislar sin complejos, por ejemplo, en defensa de la propiedad privada contra la impunidad de los okupas. Bien. Y rezar para que acepte la candidatura a la alcaldía de Barcelona Xavier Trias, la referencia más amable y simpática de los orígenes convergentes.

En JXCat no conviven dos almas, sino ideas y talantes políticos tan opuestos que, en vez de sumar, se neutralizan mutuamente en un proceso que si se prolonga mucho solo puede acabar en la autodestrucción

Son movimientos que podrían reconciliar al partido con una parte de su clientela potencial más desconcertada. Sin embargo, todas estas iniciativas no han tenido mucha notoriedad mediática, porque a raíz del caso Dalmases ha emergido en las redes una ofensiva interna, sectaria y friki, incompatible con el talante liberal, democrático y pactista propio de un partido centrista con cultura de gobierno. Ciertamente, los adversarios externos e internos de Laura Borràs han aprovechado las oportunidades que se han presentado para desacreditarla, pero la reacción del club de fans de la presidenta del Parlament ha sido patética, ridícula y democráticamente intolerable, cuando a algunos sicarios cobardes y escondidos no se les ha ocurrido otra cosa que inventarse agitadores en las redes y amenazar a una periodista y a su familia. Estos episodios y las actitudes siempre negativas y nada constructivas de un sector de la militancia han puesto en evidencia que dentro de JXCat no conviven dos almas, sino ideas y talantes políticos tan opuestos que, en vez de sumar, se neutralizan mutuamente en un proceso que si se prolonga demasiado solo puede terminar en la autodestrucción. Llegados al punto en que la convivencia resulta irrespirable, siempre será más productiva una separación de mutuo acuerdo que permita a cada uno encontrar su propio camino.

Las vicisitudes del proceso han propiciado que convergieran en JXCat personas y culturas políticas muy diversas. Esta confluencia tenía un sentido cuando el conflicto con el Estado requería una unidad del movimiento soberanista, que no tuvo éxito porque la CUP y Esquerra Republicana consideraron otras prioridades e intereses. Es obvio que el conflicto, el soberanismo y la situación política de Catalunya han entrado en una nueva fase que obliga a redefinir posiciones y proyectos y en cuanto a JXCat no tiene más remedio que resolver un dilema: ¿quiere ser un partido de gobierno o un grupo de agitación?

Ciertamente, en la nueva fase política es probable que haya espacio para una fuerza de agitación, distinta del ideologismo retóricamente anticapitalista que caracteriza a la CUP. Quizás exista un espacio en el que pueden confluir los planteamientos de Dolors Feliu y la ANC, el resistencialismo que practica el club de fans de la presidenta Borràs y los independentistas cabreados que gritan, no sin razón, contra todos los políticos. Es posible que, en medio del desconcierto general, la iniciativa denominada lista cívica tenga un cierto éxito electoral aunque atomice aún más el espacio independentista. En todo caso esta no será nunca una opción de gobierno.

La situación política de Catalunya ha entrado en una nueva fase que obliga a redefinir posiciones y proyectos y con respecto a JXCat no tiene más remedio que resolver un dilema: ¿quiere ser un partido de gobierno o un grupo de agitación?

Gobernar y agitar son planteamientos incompatibles. Y como son incompatibles, los que tienen como objetivo gobernar no tienen más remedio que deshacerse de los agitadores y presentar un proyecto alternativo de país que les identifique, con liderazgos solventes y con capacidad de establecer acuerdos con quien sea necesario para llevarlo a cabo. Con la suficiente convicción como para no avergonzarse porque les acusen de ser de derechas o de cualquier otra cosa. No debería dar marcha atrás del procés, sino todo lo contrario, comprometerse a sacar adelante un país afectado por una larga lista de déficits estructurales y fijar criterios propios y puntos de referencia para los nuevos retos que plantean los cambios tecnológicos, los impactos de la globalización, el cambio climático y la necesaria adaptación o reformulación de las infraestructuras. Esto no debe confundirse como una resignación al autonomismo. También bajo el franquismo hubo catalanes que, preocupados por el futuro, resistían pero construían. Sigue habiendo un espacio político que se puede considerar de centro o centro derecha que nunca ocupará Esquerra Republicana, y que si no lo hacen los postconvergentes lo acabarán haciendo el Partido Popular y el PSC de acuerdo con criterios e intereses externos y/o desnacionalizadores.

Todo es posible porque nunca hay nada escrito, pero es poco probable que una versión centrista y moderada de Junts per Catalunya gane las próximas elecciones al Parlament, pero es la única manera de abrirse camino, porque no forma parte de su ADN practicar sistemáticamente la cultura del no y sentarse Esperando a Godot. La vida es larga y no termina en las próximas elecciones. La Convergència de Jordi Pujol fue la cuarta fuerza política en los primeros comicios en los que participó y después pasó lo que pasó.

Queda por aclarar una cuestión: Carles Puigdemont, que continúa y seguirá siendo y ejerciendo como referente de una voluntad democráticamente expresada, prohibida y perseguida en España, y que por eso mismo interpela cada día a la Unión Europea. Me llega que el 130º presidente es quien tiene más claro el papel de JXCat: “Yo haré mi trabajo y vosotros tenéis que hacer el vuestro”.