La minoría del gobierno actual de ERC en Catalunya ha hecho volver a escena lo que nació como Barcelona World y que ahora se conoce como Hard Rock. El proyecto es la creación de un gran centro recreativo y de juego junto a Port Aventura, después de 10 años de etapas un poco convulsas en diferentes ámbitos (judicial, retirada de promotores, conflictos entre ayuntamientos, conflictos con las expropiaciones, planificación urbanística, problemas ambientales, financieros, contractuales, etcétera). Aunque algunos partidos políticos han puesto el proyecto en las mesas de negociación con la idea de que se le dé luz verde de una vez, todo parece apuntar que la cosa va para largo y que incluso podría ser que los señores de Hard Rock se cansaran de esperar.

El proyecto es una gran operación urbanística de más de 100 hectáreas con vocación de turismo de pulsera, tipo Port Aventura: un complejo del cual no habría que salir para nada, dado que habría oferta de ocio, restauración, comercio, espectáculos, convenciones, zonas de paseo, piscinas, etcétera, con un equipamiento estelar a manera de hilo conductor: un gran casino. De hecho, según algunas fuentes, un macrocasino de 1.200 máquinas, seis veces más que las que tiene el casino de Barcelona.

En el contexto descrito, me ha parecido oportuno recoger algunos datos sobre los casinos en Catalunya, así como dos informaciones de actualidad exterior que ilustran diferentes tratamientos de este mundo específico del juego.

Aunque algunos partidos políticos han puesto el proyecto en las mesas de negociación con la idea de que se le dé luz verde de una vez, todo parece apuntar que la cosa va para largo y que incluso podría ser que los señores de Hard Rock se cansaran de esperar

La de los casinos es un tipo de actividad que está ampliamente regulada en nuestro país y que afecta a los cuatro casinos que hay actualmente (uno en Barcelona, uno en Perelada, uno en Lloret y otro en Tarragona). En años de funcionamiento normal, los casinos catalanes recibían entre 1,3 y 1,5 millones de visitantes anuales, y se jugaban en torno a los 500 millones de euros cada año. La pandemia del 2020 y del 2021 alteró temporalmente estos registros, como también los de cantidades jugadas e ingresos. En el 2022 se continúa el proceso de recuperación iniciado el año pasado, sin llegar todavía a los registros del 2019.

La recaudación tributaria por parte de la Generalitat en materia de juego no descansa, y todavía menos, sobre los casinos. En el 2019, para citar el último año que podemos considerar "normal", se ingresaron cerca de 253 millones de euros en concepto de tributos sobre el juego, de los cuales 22 millones correspondían a casinos (un 8,6% del total), lejos de la primera fuente de ingresos (máquinas recreativas y de azar, 156 millones) y de la segunda fuente (bingos, 44 millones). La recaudación del 2022 hasta septiembre señala una recuperación general de los tributos sobre el juego, también sobre los casinos, que en septiembre llevaban acumulados cerca de 11 millones. No se ha hecho público como quedarían las arcas públicas catalanas con la incorporación de un macrocasino como Hard Rock y con la rebaja de tipo anunciada, del 55% (tipo máximo) al 10%.

En cualquier caso, uno se pregunta si la implantación de un proyecto como este liga y es necesaria para el modelo económico y social al cual tendría que aspirar el país. Más todavía teniendo en cuenta que en un territorio tan cercano como Andorra se está a punto de abrir un casino. Concretamente, en Prat de la Creu (Andorra la Vella), en el marco de un edificio bautizado como "centro integral de ocio", de cerca de 10.000 metros cuadrados, un 20% dedicados a juegos de azar. Se crearán 200 puestos de trabajo y se espera que reciba a 250.000 visitantes el primer año, con escuela de crupiers incluida. Claro que la experiencia muestra que en Andorra no se hila muy fino en las cosas que generan dinero, y un casino no chirría nada en la dinámica expansionista que el Principado arrastra desde hace muchos años. No tendría que ser el caso de Catalunya.

Un macroequipamiento como el que se propone en Vila-seca y Salou, sí que chirría. Ni somos una sociedad de cultura abocada al juego, ni tampoco parece que haga falta atraer turismo de juego proveniente de otros países

En China, un país con dinero y con mucha gente aficionada, el juego no está permitido, a pesar de disponer de una lotería del Estado. La debilidad china por los casinos ha hecho que proliferaran hasta cerca de 340 en otros países (sobre todo del sureste asiático), orientados sobre todo a captar clientes chinos. Se da la circunstancia de que la mayoría de casinos son propiedad de... chinos. En Catalunya ni hay que hacer, ni se puede hacer, lo que hacen en China, que es prohibir el juego.

Sin embargo, un macroequipamiento como el que se propone en Vila-seca y Salou, sí que chirría. Ni somos una sociedad de cultura abocada al juego, ni tampoco parece que haga falta atraer turismo de juego proveniente de otros países. Como si no tuviéramos suficientes atractivos turísticos sobradamente explotados para añadir uno de cualidades intrínsecas dudosas y efectos colaterales negativos, entre los cuales la ludopatía.

De verdad, corto y raso, ¿no habría que retirar el proyecto, y que quien quiera jugar vaya a los casinos ya existentes, o que se vaya a jugar fuera? ¿Tiene sentido que este proyecto lo avale el sector público catalán? Destinar terrenos a una cosa tan poco edificante como es jugarse el dinero en una ruleta, se puede considerar de muchas maneras, pero en ningún caso como algo de interés público.