En marzo del 2009, en plena crisis económica, escribí este artículo:

"Hace días que me pregunto si ya somos lo bastante conscientes de la situación que la crisis plantea en Catalunya. Me temo que, sin dinero, se han acabado las anestesias y que el problema de la unidad de España rebrotará con toda su crudeza. El proceso realizado hasta ahora pacíficamente a base de privatizar empresas, de chupar fondos europeos y de saquear las Baleares y la Comunidad Valenciana ha tocado techo. A España se le han acabado las huidas adelante, y Catalunya, a diferencia de lo que pasaba en crisis anteriores, ya no tiene fuerza para enderezarla, ni para intentar dirigirla. El discurso "de vamos a regenerar el Estado" ya no se lo creerá nadie. La vía del pacto, después del Estatuto, está desacreditada. El dinero para tranquilizar la bestia se ha acabado gracias al espolio fiscal y a nuestra política pusilánime. Como ha pasado siempre en situaciones de crisis, España exacerbará el nacionalismo y el populismo para disimular la inconsistencia del Estado. El partido de Rosa Díez —o cualquier esperpento parecido— podría hacer una gran subida. Peleándose por los votos, el PSOE y el PP no harán ni dejarán hacer, y los efectos de crisis —combinados con la demagogia de Madrid- podrían hacer traquetear la cohesión social en Catalunya, tótem al cual lo hemos sacrificado todo durante 30 años. Vienen tiempos oscuros en Europa, pero en España todavía más: hay bastante de leer la prensa internacional. Haríamos bien de empezar a organizarnos, soltamos si esta vez el ogro nos coge preparados y con una idea clara de qué queremos ser cuando seamos mayores."

Mientras releía el artículo, tratando de adivinar cómo serán los años que tienen que venir, me han enviado un vídeo por teléfono. Uno de los abogados de VOX que lleva la acusación contra los políticos catalanes que estan a la prisión aseguraba que los franquistas fusilaban "con amor". Es verdad que VOX es un partido marginal, pero pidió la aplicación del artículo 155 antes que PP y Ciutadans. Su discurso también ha marcado la pauta de la justicia española. Además, los últimos meses hemos visto como los partidos y los diarios unionistas defendían, en nombre del orden público, decisiones que hace unos años nos hubieran parecido inconcebibles.

El viejo imperialismo español se expresa ahora a través de los tribunales, por eso VOX ha podido sufragar la acusación popular con donaciones de gente corriente y el Estado ha vivido con tanta mala leche que los jueces belgas y alemanes hayan contradicho las decisiones de sus magistrados. De cara a los próximos años, es un peligro que el independentismo insista en pedir que se despolitice la justicia, cuando lo que tendría que recordar es que la justicia española no se puede aplicar de forma justa a Catalunya. Intentar defender a los presos criticando a la justicia española, quizás da votos pero alimenta el choque de discursos supremacistas que tantos malos resultados ha dado hasta ahora.

Hace diez años, poca gente habría dicho que unos políticos que utilizaban la independencia para ganar unas elecciones autonómicas podrían acabar en la prisión. Puedo entender que el Estado aproveche la justicia para radicalizar el discurso popular sobre la unidad de España. Me cuesta más entender que tantos independentistas insistan en cambiar el Estado, cuando lo que habría que hacer es recordar cada día que Catalunya es un país ocupado y que sus tribunales y su justicia son fruto de la colonización. Así, todo el tiempo que perdemos recordando como de malos son los españoles, lo podríamos dedicar a pensar en nuestros problemas y nuestras soluciones, que no pasan por criticar hasta la extenuación la visión del mundo que tienen en Madrid.