El independentismo catalán está afrontando el tramo final de la ley de amnistía con un relato notoriamente contradictorio: por una parte, comprando el marco mental español, Esquerra y Junts (a pesar de la rabieta habitual de Nogueras) acabarán defendiendo la robustez del texto. Por otra, acusan (con razón) a los jueces más radicalizados de querer inventarse nuevas causas y de buscar resquicios dentro de la ley con el fin de imputar a políticos, activistas y conciudadanos en general de una forma totalmente arbitraria. La cosa tiene cierta gracia, porque el independentismo siempre ha acusado al estado español de caer en el lawfare, pero, no obstante, insiste en incrustar sus demandas de absolución en este mismo engranaje legal. Si no existieran jueces tendenciosos, dicen los procesistas copiando a Pedro Sánchez, la amnistía se deslizaría tranquila: el problema, hijita mía, es que de estos los hay a patadas.

En el fondo, el independentismo ha comprado el relato del líder del PSOE: hay que renovar el poder judicial en España para que las togas, simplemente, no enmienden nada de lo que hace el poder ejecutivo (Montesquieu, en efecto, no vive sus mejores días). Hay que decir que Sánchez ha urdido muy bien esta alianza con los independentistas: incluso la persona más naif del mundo verá la conexión entre el PSOE y el procesismo con este curioso goteo de audios y noticias sobre la llamada Operación Catalunya. Como podrá entender incluso un bebé, la irrupción de todos estos secretos de estado no es nada casual; Pedro Sánchez y sus adláteres los irán filtrando poco a poco para que los indepes nos entretengamos con los cadáveres políticos del PP, sus espías de tres al cuarto, y las enmiendas más chupiguays a la ley de amnistía, mientras él va haciendo cosas como chutar 2.400 millones de euros para ampliar el aeropuerto de Madrid.

La gracia de todo es ver cómo el capataz socialista ha logrado que Junts y Esquerra hagan de oposición al PP y olviden cualquier responsabilidad de los socialistas en la represión contra el independentismo. En efecto, hoy ya nadie recuerda (porque recordar da una pereza tremenda) el papel del PSOE durante la aplicación del 155. Pero lo que resulta más grave, desde esta perspectiva, es que el independentismo haya olvidado el espionaje socialista. De hecho, no hay que ser un historiador consumado para recordar que la intromisión vía Pegasus a políticos catalanes como Pere Aragonès se tramó bajo autorización de Paz Esteban, antigua directora del Centro Nacional de Inteligencia, bajo las órdenes de un hombre que quizás le sonará al lector: Pedro Sánchez. De hecho, la causa de este espionaje (a saber, que el presidente Aragonès coordinaba los CDR) ya se sabía desde hace más de dos años.

Sánchez ha logrado que Junts y Esquerra hagan de oposición al PP y olviden cualquier responsabilidad de los socialistas en la represión contra el independentismo

Por lo tanto, el CNI se dedicó a espiar a Aragonès y a otros políticos catalanes bajo la tutela directa del Gobierno con el que ahora se afanan por sentarse a la mesa. Fijaos si el asunto tiene gracia que —cuando Sánchez necesitó la mayoría parlamentaria para ser investido con la ayuda de Podemos en 2019, con ERC de socio preferente— la Administración española continuaba con sus persistentes tareas de espionaje. Dicho de modo más claro, si lo queréis; para el socialismo, y no solo la malvada derecha del PP, espiar a Pere Aragonès, incluso cuando negociaba con él, fue toda una tradición. Es cierto que el PSOE sacrificó a la señora Paz Esteban, pero es igualmente verdadero que la Generalitat exigió que se aclarara por qué se había pinchado el teléfono presidencial y que toda aquella indignación ahora ha acabado en un buen rollo estupendo; supongo que por aquello de alcanzar el clímax del "reencuentro".

De hecho, hace mucha gracia recuperar intervenciones parlamentarias de esa legislatura, como aquella en la que (copiando punto por punto el discurso de Isabel Díaz Ayuso) la ministra-jueza Margarita Robles le recordaba a Gabriel Rufián que un estado tiene que hacer cualquier cosa posible contra los políticos que vulneran la Constitución, declaran la independencia, cortan las vías públicas y urden desórdenes en la calle y, por si fuera poco, liderados por gente que tenía relaciones políticas con un país "que estaba invadiendo Ucrania". El PSOE y Podemos, en definitiva, justificaron la guerra sucia contra el independentismo bajo el paraguas israelita de Pegasus. La situación ahora es radicalmente opuesta, pero será interesante ver si el PSOE también acaba aprovechando esta amnistía de todo lo relativo al procés para acabar indultando a sus funcionarios chivatos y a los esbirros del PP.

Esta hipótesis os parecerá exagerada, pero si la amnistía servirá para regalar una palmadita en la espalda a los policías que vaciaron el ojo de algún conciudadano del país... pues ya me diréis qué no van a atreverse a hacer con los administrativos y los mafiolis de la partitocracia española. Pero bueno, de momento Sánchez ha logrado que a él nadie le recuerde su guerra sucia. Lo tiene bien fácil, porque los nuestros —aparte de ser altamente cortitos— tienen serios problemas de retentiva y de memoria.