Uno de los encantos que tiene vivir en un país ocupado en la época de Twitter es que con un poco de ingenio y pocos recursos puedes hacer ir de cabeza a todo el sistema. La política catalana, y la española por extensión, me hacen pensar en aquellas escenas épicas de El Zorro protagonizadas por Antonio Banderas, Errol Flinn, Tyron Powell, Douglas Fairbanks o nuestro Armando Catalano, alias Guy Williams.

Cómo cuentan las películas de El Zorro, cuando un régimen entra en fase de putrefacción tanto da los recursos que destine a perseguir o a silenciar la disidencia; basta con una aguja para pinchar un globo, por enorme que sea. Ya vimos con qué facilidad se impuso la idea de celebrar un referéndum, el enero de 2016, cuando CiU y ERC parecían haberla matado definitivamente con el simulacro del 9-N y las falsas elecciones plebiscitarias.

Desde hace unos meses, vivimos una continuación del ciclo de descomposición que empezó el 2009, pero a través de las primarias. “Es bestia ―escribía ayer Jordi Graupera― lo que han hecho los partidos con su democracia interna, después de pasarse años diciendo queremos votar”. Si lo piensas, es bestia pero también era previsible, porque han aplicado a las primarias la misma medicina que aplicaron a la autodeterminación. La receta consiste otra vez en intentar quemar la idea para hacerla parecer inservible. 

Con la ayuda de los diarios y las cúpulas de los partidos, la maquinaria estatal ataca las primarias sirviéndose de unas tácticas que ya provocaron, por sorpresa, el 1 de octubre. El papel de Madrid en Catalunya hace pensar, como ya he dicho, en aquellos grupos de soldados que perseguían al Zorro por los tejados de las poblaciones mexicanas. El president Torra ha interpretado bien la situación y también juega al gato y la rata, ni que sea poniendo pancartas y sustituyendo conselleres. 

El president sabe que, por poco que Primàries Catalunya coloque a algunos regidores y Graupera entre en el Ayuntamiento de Barcelona, el Estado lo tendrá difícil para mantener la comedia. España necesita empobrecer la imagen de la democracia, para legitimar sus instituciones. Pero si las bases de los partidos procesistas constatan que las primarias son la mejor solución para combatir la represión, ni Mas, ni Junqueras ni todos los diarios subvencionados del mundo podrán controlar la política catalana. 

Torra se esconde detrás de la ratafia mientras los Mossos persiguen lazos amarillos, pero sabe que solo las primarias le pueden dar aire, y una oportunidad de retirarse victorioso de la política. Recordemos las torres que han caído en los últimos años gracias a la autodeterminación. Bastaría que ERC y los diversos partidos de CiU adoptaran las primarias con el mismo nivel de hipocresía con el cual prepararon el referéndum del 1 de octubre para que Catalunya vuelva a dejar grogui a España.

Los partidarios de la distensión tienen mala pieza en el telar, si no consiguen neutralizar las primarias. Así como la dinámica iniciada con las consultas de 2009 acabaron de liquidar el prestigio de la monarquía, del federalismo y del peix al cove, las primarias destruirán la desorientación alentada por el artículo 155 y las mentiras del gobierno de Junts pel Sí. Los intentos decrépitos de resucitar los debates perversos del pasado no volverán a dar lustre al autonomismo.  

A la más mínima ocasión, incluso la marca irredenta de CiU, que dice querer bloquear el Estado, se girará contra sus promotores, como ya pasó con el abrazo de David Fernàndez a Artur Mas. Jordi Juan celebraba ayer como una victoria española que el nacionalismo vasco y catalán se vayan volviendo irrelevantes en Madrid. En realidad, la irrelevancia beneficia a Catalunya porque dejará sin alianzas a las élites barcelonesas que hicieron la pelota a Franco y al rey Juan Carlos. 

Los vigilantes de la colonia no han entendido que una buena idea solo se puede combatir con una idea mejor y que, mientras haya urnas, ya no se podrá volver a imponer el pensamiento forjado por las pistolas. Tanto da cuántos generales ponga Vox en sus listas, ni cuántos discursos haga Abascal sobre la necesidad de repartir armas entre los españoles de bien. Igual que pasó con el referéndum, a base de vender que las primarias son una herramienta utópica irán ocupando el centro del debate político catalán. 

Por cierto, si Vox es el único partido que ha abolido por estatutos la democracia interna de la formación es porque tiene carta blanca para ir abiertamente contra Catalunya.