La semana pasada en Madrid ajustaban las cuentas de los presupuestos territoriales y en Catalunya la cifra ejecutada para el 2021 es del 35%; sí, solo del 35%. Incluso el PSC, con Illa al frente, cree que es muy pequeña. Es difícil decir lo contrario, ahora bien, tienen claro que la culpa no es de ellos —a pesar de estar en el Gobierno—, es del PP. No hay que añadir nada más, excepto que ya basta de insultos a la inteligencia. Les sale gratis y lo saben —creo que tendría que declararse deporte nacional—, por mucho que incluso hay quienes declaran, también del PSOE, que el balance del intercambio los perjudica a ellos. Aquí nos hemos acostumbrado a la injusticia, a la deslealtad continuada del Estado español con Catalunya, pero no por eso deja de ser escandalosa la situación. Más todavía cuando comparas y la media de todos los territorios es del 67% ejecutado y en lugares como la Comunidad de Madrid la ejecución ha sido del 184%.

Aquí no pasa nada más allá de cuatro protestas airadas —incluida la del president de la Generalitat en Twitter—, y muchas risas allí. No sé por qué se hacen presupuestos si después hay esta gran disparidad en las inversiones reales; lo digo más que nada para ahorrar trabajo y sueldos, y tantos viajes y tantas reuniones. No solo Catalunya pierde, también lo hace el País Valencià o Andalucía, pero con mejores porcentajes. Ahora bien, Catalunya siempre pierde, desde hace tantos años como dura nuestra relación con el Estado español, en todas sus formas y maneras. ¿Por qué nos cuesta tanto verlo?

El juego siempre es sucio, esté el partido que esté en el Gobierno. No podemos ni siquiera esperar que mejoren, porque no es que no sepan hacerlo mejor, sino que saben perfectamente lo que hacen y quieren seguir haciendo: disminuir —como no se puede decir robar— las oportunidades de bienestar a las ciudadanas y ciudadanos de Catalunya

Hace dos semanas la ministra María Jesús Montero lo dejó bien claro en el Senado, refiriéndose a otro tipo de cuentas, pero en todo caso el fondo es exactamente el mismo: ¿qué devuelve España a Catalunya de los impuestos que nos hace pagar? La ministra de Hacienda y Función Pública declaraba que no piensan publicar las balanzas fiscales para no alimentar la polémica y proporcionar "armas arrojadizas" para el debate ideológico. De hecho, la última vez que se publicaron fue en 2008, con datos del 2005. Las cuentas hechas desde Catalunya —con esta misma metodología—, cifran en más de 16.000 millones la deuda del Estado con los y las catalanas, pero la ministra considera que más vale no publicar las cuentas —no dice nada de hacerlas, las debe tener—, porque no piensa "contribuir a agravios comparativos e intereses partidistas".

Hablar del pan que se gana no tiene nada ideológico, a no ser que hables del tuyo o del mío. Sus argumentos sí que lo son, aparte de anticonstitucionales, no porque no pueda dar lo que quiera a cada territorio, sino porque lo que no tiene es el derecho a esconderlo; al contrario, la obliga la transparencia democrática. Ahora bien, es tan escandalosa la situación que no tiene bastantes argumentos para defenderla y de aquí la necesidad de no hacerlos públicos. Queda bien claro y no se esconden, no cambiará la falta de respeto a Catalunya y la gente que vivimos aquí, pero ¿cuánto y hasta dónde estamos dispuestos y dispuestas a que nos estropeen la economía y nos menosprecien la vida?

No saldremos nunca adelante en este viaje conjunto porque el juego siempre es sucio, esté el partido que esté en el Gobierno. No podemos ni siquiera esperar que mejoren, porque no es que no sepan hacerlo mejor, aunque tampoco es que den para mucho más, sino que saben perfectamente lo que hacen y quieren seguir haciendo: disminuir —como no se puede decir robar— las oportunidades de bienestar a las ciudadanas y ciudadanos de Catalunya. A todas y a todos, hayamos votado a quien hayamos votado; ¡cada uno que pida cuentas a los suyos!