A estas alturas pienso que todo el mundo ya ha dicho algo sobre Ana Obregón; Anita para los amigos y amigas. No por su fama, que también, sino porque acaba de ser madre. Madre a los 68 —supuestos— años por un proceso de gestación subrogada. La polvareda ha sido y sigue siendo grande; no al estilo de cuando inauguraba oficialmente el verano y se discutía sobre todo lo que lucía y cómo lo lucía.

El comunicado lo hizo ella misma por Twitter —y lo que dice merece, por si mismo, otro artículo— y, además, la revista Hola la ha sacado, en portada, en silla de ruedas con la niña en brazos; quizás quería pasar desapercibida, pero nada más lejos de lo que ha pasado. El primer impacto en los titulares ha sido su edad, más la suposición de con cuántos años la niña se quedaría huérfana de madre, y alguna sombra, también, sobre de quién más es la criatura. Pero por debajo y con el paso de las horas, ha emergido con fuerza el tema de fondo, los vientres de alquiler, y por eso le doy las gracias públicamente.

Si a estas alturas no sabemos más de lo que significa que una persona crezca dentro de ti y el vínculo que se crea entre los dos seres vivos y las consecuencias que tiene también para ambas personas, es que realmente el patriarcado nos ha ganado más allá de lo que somos capaces de ver

No es que haya sido la primera famosa —famosos hay muchos que han tenido niños así, tanto nacionales como internacionales—, y no famosa, sino que su caso ha parecido más escandaloso que los del resto y de aquí la polémica encendida que se ha generado. Aunque, con más o menos edad —a mí, la edad de Ana Obregón me parece lo de menos—, por razones más o menos edificantes —de no poder tener a no querer tener un embarazo—, en todos los casos el problema es el mismo: encargar a una mujer que te geste a la criatura.

Se puede blanquear tanto como se quiera; se puede hablar de altruismo y diferenciarlo de las mujeres pobres estabuladas como ganado; se puede focalizar el tema en el derecho, inventado como derecho fundamental, de ser padres y/o madres sobre cualquier cosa; se puede focalizar el tema al no ir en contra de los avances tecnológicos y se puede minimizar la importancia que tiene el negocio de muchos en este tipo de procesos; pero en ningún caso se puede dejar de lado a las criaturas.

Y no porque piense que aquellos y aquellas que quieren ser padres y madres no puedan ser unos grandes padres y madres, sino porque se está obviando en todos los casos la importancia que tienen los 9 meses, día arriba día abajo, que cada ser vivo pasa dentro del cuerpo de su madre. Que lo será a toda costa, madre gestante si solo es eso, pero madre, de esta criatura. No podemos pensar en el cuerpo de una madre gestante reduciéndolo a una mera dimensión material. Si a estas alturas no sabemos más de lo que significa que una persona crezca dentro de ti y el vínculo que se crea —querido o no— entre los dos seres vivos y las consecuencias que tiene también para ambas personas, es que realmente el patriarcado nos ha ganado más allá de lo que somos capaces de ver. ¡Ah! Y cuidado con los políticos y políticas —sí, también las mujeres— que están en campaña electoral y, por lo tanto, hablan sobre este tema —y, de hecho, todos— en función de lo que piensan que les dará más votos.