Primero fue "el Govern dels millors", un artefacto de Artur Mas que sirvió para recortar servicios públicos y montar la pachanga del 9-N; después vino la administración de los valientes, encabezada por Puigdemont y el pobre Quim Torra, activistas que nos tenían que guiar a la independencia y acabaron cogiendo la mochila para pirarse en dirección norte y colgando cartelitos reivindicativos en el balcón de la Gene. Una vez muerto el procés, finalmente "el Govern efectiu" del president Aragonès, que nos contó que la mejor forma de llegar a la secesión de España sería gobernar la autonomía con gran competencia. Pues bien, los "efectivos" no saben ni montar unas oposiciones; y mira que en España (también en Catalunya) de eso sabemos un montón, pues no hay deseo más compartido por el común del país que entrar de directo al funcionariado y seguir situando el listón del absentismo en un meritorio 30%.

Tengo que confesar que todo eso de las "opos" me encanta. Primero, porque resulta bien curioso que un trabajo realizado anteriormente por la administración con bastante competencia se haya acabado externalizando (y más todavía en una empresa con sede en Madrit, supongo que como palanca de la agenda para el "reencuentro"). En segundo lugar, todavía me aterra más que la primera reacción del Govern ante el desbarajuste al que se enfrentaron 13.581 opositores –denuncias por retrasos, cancelaciones de exámenes y violaciones del anonimato, entre otros– haya sido la de ofrecer a los pobres aspirantes una cosa tan peninsular como un formulario de queja al cual, hecho todavía más español, ya se ha avisado de que no se responderá personalmente (no fuera que alguien que ya trabaje a la administración tenga que hacer horas extras). Como veis, el Govern suspende incluso en una asignatura tan ancestral como es el autonomismo.

¿Por qué narices se externalizó un servicio que funcionaba suficientemente bien en manos de la administración?

Dispuestos a hacer tonterías, el Govern ha acabado fingiendo un golpe de autoridad mediante la destitución de la directora general de Función Pública, Marta Martorell. La gracia del tema es que la desdichada señora en cuestión (a quien desde casa enviamos un sentidísimo abrazo) llevaba solo cuatro meses en el cargo y no había firmado la contratación de este macroconcurso. De hecho, el despido va más allá de la táctica vetusta del cabeza de turco, porque la consellera Vilagrà todavía no ha explicado la madre del cordero de la cuestión; a saber e insisto, por qué narices se externalizó un servicio que funcionaba suficientemente bien en manos de la administración. Podríamos ser personas de buena fe y pensar que eso de la contratación de la empresa Cegos no huele mal, pero servidor siguió la noticia en real time en los medios públicos y el nombre de la empresa, por cositas de la vida, no se citó ni por casualidad.

En casa ya somos mayorcitos, y diría que los periodistas de TV3 tienen bastantes estudios y dignidad para saber que cuando se informa sobre una supuesta negligencia empresarial... el nombre de la compañía en cuestión no es ninguna anécdota. ¿Por qué, pues, lo escondieron durante prácticamente todo el fin de semana? ¿Quién se lo pidió? Yo entiendo que la administración pueda equivocarse y cagarla tantas veces como haga falta, incluso en un asunto tan sensible como este despropósito de organización que ha turbado el ánimo de unos opositores que bastante trabajo tienen en aprenderse un temario insufrible. Servidora es de escuela cristiana y tiene integradísimo el perdón en su metafísica de ir tirando. Pero este apagón informativo no es un error, sino un fraude a los ciudadanos que alguien ha urdido de forma absolutamente intencionada. Pero bueno, como mucho la cosa acabará en pregunta parlamentaria.

El Govern no sabe hacer ni unas "opos". Consiguientemente, y como puede entender cualquier bípedo, lo de la independencia o hacer un café con Obama les queda demasiado grande. Acostumbra a pasar cuando rebajas todas tus aspiraciones políticas y vitales. Al final, por desgracia, no sabes hacer bien ni de administrador de futuros administradores.