Nací cuando no hacía ni 5 años que había acabado la Segunda Guerra Mundial. Y desde hace unos meses, soy consciente, como muchos otros, de haber vivido un acontecimiento, la pandemia de la Covid-19, que ha marcado nuestras vidas.

Una pandemia que nos cogió por sorpresa. A todos. Es cierto que una vez la pandemia estuvo entre nosotros, los modelos de gestión han evidenciado el éxito de unos y el fracaso de otros. Pero no es honesto hacer análisis a posteriori sobre, por ejemplo, lo que ha sucedido en las residencias geriátricas, para utilizarlo como arma arrojadiza, sobre todo cuando se falsean los datos. Lo que ha pasado en nuestras residencias de ancianos es un asunto grave y serio, y obligará a un replanteamiento del sistema. Pero los datos de mortalidad en las residencias catalanas no es que estén muy por debajo de la mortalidad en las residencias de España, que lo están, es que son más bajos que los registrados en la arcadia feliz de la socialdemocracia escandinava, Suecia, e igualmente por debajo de los datos de Euskal Herria, donde, gracias al sistema de concierto y de convenio económico, tienen un sistema asistencial con muchos más recursos. Eso evidencia que una de las claves de futuro será la dotación presupuestaria del sistema sanitario y la revisión de la atención a las personas mayores, aquí y en todas partes, porque las residencias no son hospitales.

Es innegable, por otra parte, que una vez enfrentados a la pandemia, los diferentes modelos de gestión de la crisis han evidenciado aciertos y desaciertos. En el caso español, la obstinación en tratarnos como menores de edad, apropiándose de nuestras competencias, la tardanza en la toma de decisiones que se solicitaron, una y otra vez, desde el Govern de la Generalitat, la militarización de la gestión y la propia comunicación (con episodios que pasarán a la historia, como los desfiles con el himno nacional español a toda mecha en algunas localidades), la obstinación en no aislar lo que ha sido —como lo han revelado investigaciones solventes— el foco más importante de infección y expansión del virus, es decir, Madrid, contrasta con los resultados de otros estados donde se siguieron los mismos criterios que el president de la Generalitat reclamaba, día sí día también, al presidente Sánchez. No es que, como decía una ministra del gobierno central, "Portugal está más al oeste", porque Grecia, por ejemplo, está más al este. Es que a Catalunya le conviene una autonomía como la de Portugal, Andorra, Grecia o Islandia, donde han seguido los criterios que queríamos instaurar aquí, y no fue posible por la obstinación de los del ''mando único".

Futuro, Europa, medidas urgentes

Junto a la pandemia sanitaria, lo que nos preocupa es la devastación económica que ha producido, y la lenta reacción del Gobierno y de las instituciones de Europa.

No haremos una enumeración de las medidas de perfil económico y financiero que, de acuerdo con los agentes económicos y sociales, se han propuesto desde Catalunya. De una manera lenta, dubitativa y muchas veces errática, tanto en su formulación como en su reflejo normativo en el BOE, el Gobierno nos vende una gestión nefasta, que ha dejado sin cobrar a muchos derechohabientes durante meses. Y pretende igualmente vender como la cantidad más grande de la historia con respecto a transferencias directas los 16.000 millones para las CCAA, cantidad absolutamente insuficiente. Por no hablar de que las entidades bancarias, en muchos casos, están contribuyendo al sobreendeudamiento de autónomos y pymes, pidiendo en no pocas ocasiones avales del 100%, para unos créditos ICO que se supone que están avalados en un 80% por el Estado.

Qué decir de Europa. Asistí a una videoconferencia del vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, y me indignó la frialdad con la que hablaba de los fondos europeos que llegarían en septiembre (!). Es evidente que de aquí a septiembre muchos autónomos y pymes habrán cerrado para no volver a abrir. Lo ve incluso un ciego, ¿pero no la Comisión? ¿Pero dónde viven?

Y mientras Europa, una vez más, llega tarde y mucho me temo que mal, hay medidas internas que no se acaban de implementar y que ayudarían a muchísimas empresas, medidas que no se acaban de tomar por la presión de los grandes grupos de interés y de las empresas cotizadas. Según denunció el lunes pasado el secretario general de Pimec en el Congreso, si las empresas del Ibex pagaran lo que deben a las pymes (122.000 millones), hicieran lo mismo las Administraciones (14.000) y se permitiera liberar los remanentes de los ayuntamientos (12.000), nos encontraríamos con una inyección de casi 150.000 millones, sin necesidad de más endeudamiento, simplemente cumpliendo obligaciones de pago. Que las empresas del Ibex-35 cobren a 59 días y paguen a 180, sólo se entiende desde la complicidad política con los grandes grupos de presión y empresas de la economía extractiva de BOE. Y mientras, nuestras pymes condenadas al sobreendeudamiento o al cierre.

No a la "nueva normalidad", sí a un futuro mejor

Está claro que venimos de un pasado —que llaman "normalidad"— del cual se tienen que cambiar muchas cosas. Tenemos que haber aprendido que tenemos que salir de esta crisis con más protagonismo del sector público, buscando un nuevo equilibrio entre lo que es urgente, que nos hace mejores para vivir y encarar las crisis —gasto social, educación, apuesta por la investigación e innovación—, y la necesidad de reactivar nuestras economías. Eso exigirá, como indicaba el "padre" del concierto vasco, Pedro Luis Uriarte, nuevas estrategias presupuestarias, más gasto público y también más vigilancia de la eficiencia de los servicios públicos, al mismo tiempo que una lucha decidida contra la economía sumergida y el fraude fiscal, porque si no, seremos empujados a una presión fiscal desmesurada.

El tiempo que viene estará marcado por la solidaridad y por la lucha definitiva por nuestra soberanía plena. La crisis del año 2008 encendió la mecha de la rebelión en España, que tuvo su principal sello en el llamado 15-M, y en Catalunya, el proceso de independencia y una marea de gente que dijo basta a la sumisión a un estado que nos empobrece y amputa nuestra capacidad de decisión y de construir un futuro mejor para todo el mundo. La crisis sanitaria y económica del año 2020 ha vuelto a poner en evidencia que el estado español supedita, sin complejos, nuestro bienestar a su "ordeno y mando". Por eso, la lucha por un futuro mejor está más asociada que nunca a la lucha por nuestra independencia nacional.

 

Gorka Knörr es delegado del Govern de la Generalitat en Madrid