Si ha existido una constante en la defensa del exilio, ha sido la de tener que explicar que no ha existido el delito de malversación, que no se ha gastado dinero público en el referéndum y que sólo se ha tratado de una imputación, luego plasmada en sentencia, que tenía y tiene una doble finalidad: enlodar al independentismo catalán y facilitar la persecución de los exiliados.

La propia sentencia del procés determinó, en “Hechos probados” y en su página 60, que “ninguno de esos pagos fue finalmente ejecutado”; sin embargo, y a pesar de ese escondido reconocimiento de la inexistencia de tales hechos, se sigue manteniendo ese mantra e imputación que tanto juego ha dado y que tantos esfuerzos nos ha costado. Es la demostración más palpable de cómo un relato termina haciéndose fuerte, incluso, frente a la realidad.

Es ese relato, el de la malversación, frente al dislate del golpe de estado, la rebelión o sedición, el que permite que oscuros, desnortados y derrotados personajillos sigan profiriendo calumniosos mensajes dirigidos al president Puigdemont y al resto de los exiliados, acusándoles de robar “a los catalanes para dar un golpe a la democracia”, sin que ni pase nada ni nadie diga nada en contra de tales injustas como delictivas manifestaciones.

Mientras todas estas injurias se vierten con la más absoluta impunidad, incluso con la complacencia de autoridades, jueces, fiscales e informadores, nadie parece darse cuenta de dónde ha estado y está la auténtica malversación gestada en torno al procés, al referéndum y a la lucha del exilio, que es en su represión.

Sí, no se gastó dinero público en el referéndum ni se ha gastado dinero público en el exilio. Perseguir tal dislate es, simplemente, seguir creando cortinas de humo para que no podamos ver dónde se encuentra, realmente, no solo la mala y desleal administración de fondos públicos sino también su dilapidación y apoderamiento, que no es sino en el indebido, incontrolado y disparatado gasto de dinero público que se ha realizado en perseguir al independentismo catalán. Me explicaré.

De los recientemente revelados audios de Villarejo, si hay temas que quedan absolutamente claros, junto con la inmoralidad y criminalidad que los mismos reflejan, es que diversas personas no solo se apropiaron de las estructuras del Estado para reprimir al independentismo catalán, sino que lo han hecho a costa de las arcas públicas tanto para cubrir el gasto que ello ha representado como para engordar sus propias cuentas bancarias.

Las cuentas, que no se han hecho, pero se harán, deberán reflejar, por ejemplo, los pagos a confidentes, gestores de diversas tramas, colaboradores, falsos testigos e informadores y, todo ello, sin contar aún los gastos de viajes, dietas, sobornos y un sinfín de otras partidas que se han generado con el único propósito de destruir a los enemigos de quienes tan criminalmente han actuado y lo han hecho desde las alcantarillas de un estado que cada vez huele peor.

Seguramente, cuando se terminen de hacer esas cuentas, veremos que, como en el dicho, aquí el collar ha sido más caro que el perro… y parece que a nadie le importa.

Los audios de Villarejo nos están dejando ver no solo cómo operaron en esos años, previos al referéndum, y más o menos cuánto se gastaron del dinero de todos nosotros en la denominada Operación Catalunya, que sería más correcto denominar "Operación Catalunya I”, que comprendería el periodo previo al referéndum del 1 de octubre de 2017.

A partir del referéndum, estoy convencido y sé que más temprano que tarde lo sabremos, el gasto no solo se disparó, sino que, además, se descontroló con un aumento exponencial de partidas y cajas desde las que ese dinero público fluyó para pagar todo lo que la represión ha costado en estos cinco últimos años.

De los revelados audios de Villarejo, si hay temas que quedan absolutamente claros, junto con la inmoralidad y criminalidad que los mismos reflejan, es que diversas personas no solo se apropiaron de las estructuras del Estado para reprimir al independentismo catalán, sino que lo han hecho a costa de las arcas públicas

En el proceso represivo no han sido pocos los esfuerzos que, al margen de cualquier legalidad, se han hecho para conseguir derrotar al independentismo y todos ellos han costado, sin duda, mucho dinero que no estaba previsto, presupuestariamente hablando, para esos fines y, claramente, en eso consiste la malversación de caudales públicos.

Algunos de estos gastos serán fácilmente determinables y cuantificables, ejemplos hay muchos, como son las decenas de miles de páginas traducidas para ser usadas en los diversos y desastrosos procesos seguidos en Europa contra los exiliados; otros, sin duda, serán algo más complejas de determinar.

¿Sabemos cuánto dinero público se ha malgastado en las actuaciones criminales practicadas en contra del exilio? (balizas, seguimientos, etc.).

¿Sabemos cuánto dinero público se ha malgastado en espiar al independentismo tanto fuera como dentro de las fronteras del Estado?

¿Sabemos cuánto dinero público se ha malgastado en horas extras de funcionarios policiales dedicados en exclusiva a la fabricación de infumables atestados, que si algo prueban, son los límites de la racionalidad y de la dislocación de la realidad?

¿Sabemos cuánto dinero público se ha malgastado en horas de trabajo de funcionarios públicos en algunos juzgados que se dedican a la persecución del independentismo por muy disparatada que resulte?

Los audios de Villarejo, que tanta información nos aportan sobre la forma de operar existente en un estado en descomposición, son solo la punta del iceberg de lo que realmente existió y existe

¿Sabemos cuánto dinero público se ha malgastado, a partir de 2017, en pagos a confidentes, a gestores de diversas tramas, a colaboradores, falsos testigos e informadores y, todo ello, sin contar aún los gastos de viajes, dietas, sobornos y un sinfín de otras partidas que se han generado con el único propósito de destruir a los independentistas y su entorno?

Claro que no lo sabemos, pero que no quepa duda de que terminará sabiéndose y entonces no habrá margen para la sorpresa o el asombro en quienes llevan años repitiendo mantras y mirando para otro lado respecto a una realidad que cada día parece como más tóxica desde una perspectiva democrática.

Si ingente fue la malversación prerreferéndum, que no nos quepa duda de que la posterior lo ha sido aún más y pensar o hacer creer, como algunos pretenden, que lo que hacía Villarejo y sus redes clientelares hasta su detención dejó de hacerse es, simplemente, una forma de encubrimiento.

Los audios de Villarejo, que tanta información nos aportan sobre la forma de operar existente en un estado en descomposición, son solo la punta del iceberg de lo que realmente existió y existe, de cómo se gesta esa forma de entender la política y de cuán profunda es la crisis moral que afecta a un Estado que no quiere asumir su realidad y, por tanto, no pretende ni aclararla ni reconducirla.

La actividad criminal practicada desde los sumideros del Estado ha sido grave antes del 1 de octubre de 2017 e ingente después de dicha fecha, empeñándose en ella actores de todo pelaje bien lubricados con el dinero de todos nosotros que no solo ha servido para sus propósitos criminales, sino también para sus respectivos enriquecimientos personales.

Esta y no otra es la auténtica malversación del procés y la que, algún día, habrá que investigar para que quienes acusan a los exiliados de robar “a los catalanes para dar un golpe a la democracia” no solo dejen de hacerlo, sino que podamos saber la verdad y les podamos acusar, esta vez con base, de “robarnos a todos para dar el auténtico golpe a la democracia”.