Después de dos años de exilio, y tal cual se previó desde un comienzo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha venido a poner orden en un proceso judicial que dista mucho de cumplir con los estándares europeos como, al menos y por ahora, en cuanto a la inmunidad de los parlamentarios se refiere. La sentencia del TJUE es mucho más que un reconocimiento de que teníamos razón, es una auténtica apuesta por una Europa en la que solo creemos los euroexigentes: aquellos que queremos que sea la casa común de todos, dentro de un marco de seguridad jurídica y libertad en el que se reconozcan y respeten los derechos de las minorías.

La estrategia de internacionalización, que primero fue política y luego jurídica, se demuestra acertada y, sobre todo, eficaz. Desde muy temprano, allá por octubre de 2017, se planteaba la necesidad de contrastar lo que sucedía y sucedería en España, en términos jurídicos, con lo que se entendería en Europa, siendo ese el único camino para revertir un proceso imparable de judicialización de la política.

Ante una situación tan grave como la que se generó a partir de octubre de 2017, los tiempos, que siempre son relativos, necesariamente tenían que ser acortados y, por eso, los caminos europeos tenían que ser cuidadosamente elegidos

Ya en esas fechas, y más concretamente el 1 de noviembre de 2017 y antes de que los líderes políticos entrasen en prisión, la solución se enmarcó en términos de prejudicialidad como mecanismo para generar, cual efecto dominó, instrumentos jurídicos fuertes que permitiesen un “rescate” que es el término que, puntualmente, acuñó Toni Comín. Lo fácil era decirlo, lo complejo era hacerlo y, sobre todo, contar con la confianza suficiente para resistir durante el tiempo en que se tardaría en conseguir nuestro propósito así como las críticas, incomprensiones y ataques que genera lo desconocido.

Los caminos judiciales europeos son diversos, unos más rápidos y otros más lentos, pero todos conducen al mismo lugar: soluciones que nos pueden gustar más o menos pero que se enmarcan dentro de lo que ha de entenderse como una interpretación democrática del derecho, justo aquella que no están haciendo las altas instancias jurisdiccionales españolas.

Ante una situación tan grave como la que se generó a partir de octubre de 2017, los tiempos, que siempre son relativos, necesariamente tenían que ser acortados y, por eso, los caminos europeos tenían que ser cuidadosamente elegidos. Siempre se puede acudir, en última instancia, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) pero, y lo sabíamos, es una solución subsidiaria, cuando ya no queda otra cosa por hacer y, por ello, la respuesta tenía que ser otra. No podíamos esperar años porque ello habría significado la consolidación de una represión inadmisible.

Analizada la situación, los intereses en juego, las distintas variables y los posibles escenarios se acordó que el camino sería el del contraste permanente entre lo que se decidiese en los tribunales españoles con lo que se acordase en los europeos y, de esa forma, se ha construido una estrategia que, a la vista de las decisiones de ayer y hoy del TJUE, se demuestra como acertada tanto en lo político como en lo jurídico.

Explorar nuevos territorios no es un camino sencillo, y mucho menos uno exento de críticas, desconfianza y descalificaciones; sin embargo, en un caso como el que afecta a Catalunya no queda más remedio que asumir esas críticas, vencer la desconfianza e ignorar las descalificaciones porque lo que realmente importa es llegar al final del recorrido habiendo delineado el mapa por el cual otros, después, puedan guiarse.

Delinear un buen mapa, que resista el paso del tiempo y sirva de guía, no es un trabajo sencillo y, sin duda, aparecerán muchos “expertos geógrafos” que dirán que el mapa no es el correcto, que es preciso hacer cambios y que, además, no sirve para llegar al destino deseado

Este tipo de expediciones solo dan buenos resultados si se cuenta con un explorador dispuesto a asumir esos riesgos, con capacidad para mantener cohesionada la expedición y con la suficiente determinación para resistir lo que aparecerá por el camino; así lo demuestra la historia y así se ha demostrado en este caso. Saber distinguir lo táctico de lo estratégico es esencial en este tipo de expediciones.

La expedición no ha terminado de delinear el mapa pero, sin duda, los contornos ya están perfectamente definidos y, en base a ellos, ya se puede comenzar a trabajar en los detalles que, en definitiva, es lo que a muchos les resulta interesante. Conocemos la extensión del terreno, la forma que tiene y muchos de los accidentes geográficos a los que nos enfrentamos pero ahora toca que quienes lideran la expedición sepan entrar en los detalles para que el mapa sea suficientemente comprensible para todos aquellos que lo usarán como hoja de ruta a partir de ahora.

Delinear un buen mapa, que resista el paso del tiempo y sirva de guía, no es un trabajo sencillo y, sin duda, aparecerán muchos “expertos geógrafos” que dirán que el mapa no es el correcto, que es preciso hacer cambios y que, además, no sirve para llegar al destino deseado... Seguramente esos “expertos” lo que no tienen claro es cuál es el destino deseado y, por ello, no comprendan la precisión y utilidad del mapa pero no escatimarán esfuerzos a la hora de criticar el mapa y a su delineante.

Cuando las fuerzas son desiguales son la astucia, la flexibilidad y la resistencia las únicas armas que permiten sortear las dificultades y atravesar ese inexplorado territorio para llegar al destino deseado. En este caso ocurre lo mismo: el president Puigdemont y los consellers en el exilio han sido tildados de todo, desde cobardes a dementes pasando por una serie de epítetos e insultos impropios de una convivencia democrática pero, y así lo está demostrando el tiempo y el trabajo realizado, tenían y tienen claro el destino, se han atrevido a recorrer la zona blanca e inexplorada de la cartografía política europea y, poco a poco, han ido delineando un mapa que será el que utilicen las generaciones venideras.

Estas, y no otras, son las razones de tantos ataques, tantas descalificaciones, tanto odio y tanta persecución. Algunos intuían que sabían a dónde querían ir, otros les conocían y sabían de su determinación y, entre todos, lo que no podían permitir era que lograsen su objetivo. Por ahora, ni se ha conseguido aún el objetivo final ni se ha llegado al destino pero ya a nadie le pueden caber dudas de que van en la buena dirección y que cuentan con lo que se necesita para completar el mapa y mostrar el camino.