Resumir en pocas líneas una vista oral de más de seis horas y media es bastante difícil, pero si hay algo que puede sintetizar lo sucedido este martes en la Gran Sala del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) es la ausencia de sorpresas; nada de lo allí sucedido se salió del marco que teníamos previsto, a excepción de la cambiante postura belga que, al final, con dos frases se recondujo al punto de origen. Prever todo lo que va a suceder en una vista oral no es sencillo, pero partíamos con una gran ventaja: el marco de la discusión estaba ya establecido en las conclusiones escritas de las distintas partes y solo era cuestión de analizar cuáles podrían ser las dudas que tuviesen los jueces y, a partir de ahí, las preguntas que surgirían.

Teniendo clara la jurisprudencia del TJUE, era evidente que el peso de los interrogatorios recaería en la Comisión que venía descolgándose con una postura que es abiertamente contraria a toda la jurisprudencia del TJUE y que pretende retrotraer el sistema de Euroórdenes a un escenario como el que existía a comienzos de los dos mil, cuando recién se implantó esta forma de cooperación jurídica penal dentro de la Unión, algo que no sucederá. La Comisión, aquel organismo en el que, no debemos olvidar, participa Josep Borrell, viene a sostener, en términos muy simples, que para poder denegar una Euroorden por vulneración de derechos fundamentales antes ha de acreditarse que existe un fallo sistémico y generalizado, lo que es una carga absolutamente desproporcionada para cualquier ciudadano y, además, deja en papel mojado la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea que solo prevé derechos de los individuos, tal cual le recordó en la vista la Juez Rossi al representante español de la Comisión.

A lo largo de varias horas de debate la Comisión no se movió de esa postura, en realidad no podía hacerlo porque más allá de tal posición carecía de cualquier otro tipo de análisis que pudiese decantar la resolución en el sentido que pretenden. Su representante hizo un buen papel, el que le correspondía en defensa de una posición política pero insostenible en términos del actual derecho de la Unión.

España, a rebufo de la Comisión, tampoco fue capaz de dar ningún tipo de argumento, más allá del propio de la indisoluble unidad de la nación española, que permita convincentemente que el TJUE dé un giro radical a su propia jurisprudencia, algo que no sucederá. De VOX mejor ni hablar porque nada aportaron ni de nada se enteraron; de Rumanía y Polonia lo más destacado fue su incomparecencia, que ya dice mucho de hasta dónde han apoyado a Llarena: hasta las puertas del estadio. Bélgica, que pudo terminar siendo una sorpresa, actuó como lo hacen los Estados, movida sobre la base de instrucciones políticas, poniéndose de perfil frente a sus propios argumentos y dejando desamparada a su Justicia a partir de la reunión que meses atrás tuvieron su primer ministro y Pedro Sánchez.

En una vista así son muchas las cosas que pueden salir mal, pero nada de lo que pudo salirnos mal sucedió y, por el contrario, y a pesar del agotamiento que es infinito, salimos con buen sabor de boca porque estamos defendiendo desde el lado correcto de la historia, pero, además, amparados por una persistente y continuada jurisprudencia del propio TJUE que es nuestra mejor garantía

Sin embargo, y vuelvo a destacarlo, las dos últimas frases de su representante fueron lapidarias: “Bélgica seguirá actuando en los parámetros establecidos en el Considerando 12 de la Decisión Marco” y “Nuestras autoridades judiciales mantuvieron un contacto permanente con las españolas e intercambiaron toda la información que estas entendieron necesaria”. Con esto nos basta y me explicaré porque la frase es para iniciados.

El Considerando Doce dice: “La presente Decisión marco respeta los derechos fundamentales y observa los principios reconocidos en el artículo 6 del Tratado de la Unión Europea y reflejados en la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea, en particular en su capítulo VI. Nada de lo dispuesto en la presente Decisión marco podrá interpretarse en el sentido de que impide la entrega de una persona contra la que se ha dictado una orden de detención europea cuando existan razones objetivas para suponer que dicha orden de detención europea ha sido dictada con fines de persecución o sanción a una persona por razón de sexo, raza, religión, origen étnico, nacionalidad, lengua, opiniones políticas u orientación sexual, o que la situación de dicha persona pueda quedar perjudicada por cualquiera de estas razones. La presente Decisión marco no impedirá a ningún Estado miembro aplicar sus normas constitucionales relativas al respeto del derecho a un proceso equitativo, la libertad de asociación, libertad de prensa y libertad de expresión en los demás medios.

De ese considerando, y de la jurisprudencia del TJUE cuando ha tenido que aplicarlo, surge la legitimidad de la decisión adoptada por la Justicia belga en el caso de Lluís Puig y nuestra solidez argumentativa respecto a la inviabilidad de cualquier Euroorden en contra de los exiliados. Bélgica se puso de perfil hasta que tocó ponerse serios, que fue, justo, en los minutos de descuento, al final y cuando ya nadie pudo preguntarle ni rebatirle nada. Jugaron bien sus cartas profesionales frente a las órdenes políticas.

Muchos, estoy seguro, pensaban que este tipo de semifinales son otra cosa, nosotros no y, por eso, fuimos a hacer lo que teníamos que hacer: conservar el resultado, explicar cómo hemos llegado hasta este sitio, por qué nos encontramos en esta situación y, sobre todo, despertar el interés y la necesidad del Abogado General, primero, y del Tribunal, después, de ir a comprobar no solo nuestras conclusiones escritas sino la ingente documentación en la que se sostiene una postura que nadie logró desbaratar. Era nuestro plan, lo pusimos en práctica y creemos que ha sido la mejor de las estrategias, cosa que se verá en los meses venideros y, mientras eso sucede, seguimos preparando las restantes semifinales porque esta Champions tiene varias y solo se ganará cuando las hayamos superado todas.

No fueron sorpresas, pero sí datos destacables en los que pocos han reparado: de una parte, el problema de la minoría nacional catalana y cómo es maltratada en España cuando reclama sus derechos ha sido el hilo conductor de toda nuestra defensa y de toda la discusión y, de otra, el equipo que ha defendido no ya al exilio, sino al independentismo catalán ha jugado como tal.

Paul, Simon, Isabel, Benet, Andreu y yo hemos jugado cómodamente como un único equipo, todos a una y cada uno en su papel, teniendo presente que de esa forma es como mejor se defienden los intereses y deseos de un movimiento que por mucho que sea reprimido no desaparecerá. El esfuerzo, profesionalidad y rigor técnico de cada uno de ellos, y de nuestros respectivos equipos, ha quedado evidenciado en una vista que, cuando se termine de comprender, se apreciará en su auténtica dimensión y relevancia.

Salimos a ganar, y para ganar teníamos que conservar el resultado y es lo que hicimos; la mejor de las demostraciones está justo donde no se ha mirado, en la prensa estatal, que destaca, como si eso fuese un éxito, que la Comisión defendió la postura de Llarena… No es la primera vez que lo hace, lo que no es garantía de nada sino, simplemente, demostración de que defienden una postura política y no jurídica.

En cualquier caso, en una vista así son muchas las cosas que pueden salir mal, pero nada de lo que pudo salirnos mal sucedió y, por el contrario, y a pesar del agotamiento que es infinito, salimos con buen sabor de boca porque estamos defendiendo desde el lado correcto de la historia, pero, además, amparados por una persistente y continuada jurisprudencia del propio TJUE que es nuestra mejor garantía. Si alguien se ha perdido en algún punto resumo en una frase: los marcianos no éramos nosotros.