Muchas veces he hablado del “relato”, que es algo que la mayoría percibe como realidad, pero que, muy al contrario, no es más que una apariencia que se establece a costa de repeticiones y reiteraciones diseminadas por diversas fuentes y difundidas por algunos medios de comunicación con la clara intención de establecer un discurso, un escenario o un marco de discusión muy determinado, pero que siempre se asume como si de la realidad se tratase. La verdad importa poco y el objetivo no es otro que hacer creer que las cosas son de esa forma y no de otra, también llevar el debate a un determinado terreno y evitar que se hable de otros temas o desde otra perspectiva.

En los cuatro años que llevo defendiendo a los exiliados, he visto claros ejemplos de ello, pero, también, en muchas ocasiones los he sufrido en carne propia con las consecuencias que ello tiene tanto para mi familia, como para mis colaboradores, mi entorno social y para mí mismo. La perversidad de este tipo de dinámicas es tan alta que, en muchas ocasiones, termina creando una realidad paralela que, luego, cuesta mucho desmontar; si es que se logra del todo, cosa que no siempre ocurre.

El cómo surgen los relatos es de sobra conocido, pero no por eso menos dañino y, en lo que respecta a la defensa de los exiliados y del resto de represaliados catalanes, siempre sigue los mismos parámetros o sistema de divulgación: alguna fuente oficial se lo explica, incluso en algunos casos hasta se documenta a algún periodista de confianza que, días más tarde, lo publica y, a partir de dicha publicación, la noticia comienza a tener vida propia a través de otros medios, con lo que lo que no es más que un bulo intencionado termina convirtiéndose en noticia que una gran mayoría de la ciudadanía termina por creerse, generándose esa apariencia de realidad que es tan peligrosa para cualquier sociedad democrática que, además, tiene derecho a una información veraz.

Cuando se inician estos procesos, y no han sido pocas las ocasiones en que ha sucedido, en algunos casos contactamos con los divulgadores, que no quiero llamar periodistas, lo primero que dicen: “Bueno, esto me lo ha dicho una fuente de toda solvencia” o “esto no lo hemos contrastado porque la fuente nos lo ha asegurado”, “¿cómo voy a dudar si quien me lo está diciendo es de toda solvencia?” o “pero si esto aparece en un informe policial o en un atestado” y muchas más respuestas por el estilo llegándose, incluso, a asegurar la existencia hasta de un supuesto “informe de la inteligencia europea”, cuya existencia ha sido negada, incluso, por sus presuntos autores.

Mientras miramos el dedo apuntando hacia el Kremlin, no vemos la real perversidad de Pegasus y el uso en materia de injerencia en la política internacional que habría hecho Israel 

En realidad, siempre se trata de filtraciones interesadas que en algunas ocasiones provienen de las más altas instancias jurisdiccionales y, en otras muchas, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; es decir, siempre de una parte interesada en instalar un relato.

Ahora, cuando todos estamos pendientes de lo que sucede en Ucrania, cuando a todos se nos hace olvidar de cómo la OTAN se ha ido expandiendo, poco a poco, hasta llegar a la misma frontera rusa y cuando muchos piensan que estamos al borde de una tercera guerra mundial en la que se enfrentarían buenos contra malos, el revivido relato pasa por insistir en la “injerencia rusa en el procés”, dinámica divulgativa, que no informativa, a la que se han sumado casi todos creyendo, o haciéndonos creer, que no solo es cierto sino que, además, se hace en defensa de los valores democráticos y de la verdad.

A mí, sinceramente, me parece muy bien que se quieran investigar las posibles injerencias extranjeras o exteriores en la política europea, en general, y en la catalana y española en particular. De hecho, creo que sería muy sano invertir tiempo y dinero en investigarlo, pero con una condición: que se haga con absoluta imparcialidad, honestidad y hasta las últimas consecuencias para que el resultado de dicha investigación no sea un cúmulo de bulos o fake news ―un nuevo relato― sino una entrega de auténtica información veraz, nos guste o no nos guste ese resultado.

Un buen punto de partida sería analizar las fuentes de los indicios sobre los que se construyen tales posibles injerencias, luego estudiar esos indicios y, finalmente, indagar en si tienen la más mínima solvencia o no como para entender que una determinada injerencia se ha producido o no. Y digo esto porque una cosa es construir relatos a partir de delirios tales como el envío de 10.000 soldados rusos a Catalunya o de la larga mano del Kremlin en el procés a partir de inexistentes informes de la “inteligencia europea” y otra es contrastar datos objetivos que puedan acreditar lo que realmente es una injerencia extranjera en la política no ya catalana, española o europea sino mundial.

Mientras unos alucinados veían esa negra y truculenta mano del Kremlin en la política catalana, llegando a equiparar la situación en Crimea con la existente en Catalunya, otros, incluso en el mismo medio del que se han valido para instalar tan potente relato, se han dedicado a hacer un auténtico análisis de la información, de los datos reales de los que se disponen para concluir que “Israel obtuvo beneficios diplomáticos en todo el mundo gracias al programa espía Pegasus de la NSO”, lo que es un eufemismo para hablar de la injerencia israelí en la política mundial mediante el uso del sistema de espionaje Pegasus.

Sí, mientras miramos el dedo apuntando hacia el Kremlin, no vemos la real perversidad de Pegasus y el uso en materia de injerencia en la política internacional que habría hecho Israel de dicha poderosa y criminal arma de guerra postmoderna.

Recientemente, Bergman y Mazzetti, dos periodistas del New York Times, basándose en datos reales y objetivos, han determinado: “Una investigación del Times de un año de duración, que incluye docenas de entrevistas con funcionarios del gobierno, líderes de agencias de inteligencia y de aplicación de la ley, expertos en ciberarmas, ejecutivos de negocios y activistas de la privacidad en una docena de países, muestra cómo la capacidad de Israel para aprobar o negar el acceso a las ciberarmas de la NSO se ha enredado con su diplomacia. Países como México y Panamá han cambiado sus posiciones hacia Israel en votaciones clave en las Naciones Unidas después de obtener el acceso a Pegasus. Los informes del Times también revelan cómo las ventas de Pegasus desempeñaron un papel invisible pero fundamental a la hora de asegurar el apoyo de las naciones árabes en la campaña de Israel contra Irán e incluso en la negociación de los Acuerdos de Abraham, los acuerdos diplomáticos de 2020 que normalizaron las relaciones entre Israel y algunos de sus adversarios árabes de siempre”.

A diferencia de otros periodistas que publicaron en el mismo medio y del que se han hecho eco muchos divulgadores, estos dos, basándose en documentos auténticos, en fuentes suficientemente contrastadas y creíbles, concluyen: “La combinación de la búsqueda de influencia por parte de Israel y el afán de lucro de la NSO también ha hecho que esta potente herramienta de espionaje acabe en manos de una nueva generación de líderes nacionalistas de todo el mundo” y, de esa forma, lograr una injerencia directa en la política de muchos países, también en la internacional.

Entre los países afectados por Pegasus, en los que se ha usado, se encuentra España y habrá que estudiar cuál ha sido la contrapartida obtenida por Israel cuando permitió el uso indiscriminado de dicho sistema de espionaje en contra del independentismo catalán, de periodistas y de abogados. Sin duda, esto sí que es una injerencia extranjera en el procés y, relatos aparte, sería la injerencia que realmente debería investigarse de forma objetiva, seria, imparcial y profunda, para que, de esa forma, en lugar de relatos lo que cada mañana nos entreguen sea información veraz, esa que la Constitución española nos garantiza como derecho.