Mientras la nieve iba cubriendo las calles de Waterloo, también las de Bruselas, y nos aprestábamos para salir rumbo al Parlamento Europeo a la celebración de la primera comparecencia del president Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí, me resultó inevitable echar la vista atrás y ver cómo ha sido el camino hasta este momento.

Ya hace más de 3 años de exilio y, en él, de muchas luchas y, por qué no decirlo, de una serie de éxitos que no solo respaldan la decisión política de los exiliados, sino que también han servido de contrastación de lo erróneo que ha sido la judicialización de la política y lo errática de la persecución lanzada en contra del independentismo, en general, y de los exiliados, en particular.

El suplicatorio, siendo un acto reglado y en el que debe primar la determinación de si existe el denominado fumus persecutionis o no, es, en esencia, una decisión política de importantes consecuencias jurídicas y que no termina ni con las comparecencias de este jueves, ni con el posterior informe del ponente, ni con la votación en la Comisión de Asuntos Jurídicos ni, tampoco, con la votación por el pleno del Parlamento.

El suplicatorio no solo no es el final, sino simplemente el comienzo de una nueva etapa.

Para comprenderlo mejor, es bueno tener presente una serie de elementos que, en la errática persecución, se les ha ido pasando por alto a muchos… no a nosotros.

Es en base a los múltiples logros anteriores cómo se demuestra el denominado fumus persecutionis y, para ello, lo esencial es tener claro qué es lo que se ha conseguido hasta ahora y qué consecuencias tendrá llegado el momento.

Mientras a nivel parlamentario la clave está en el fumus persecutionis, a nivel judicial lo esencial es el respeto de los derechos fundamentales

El contraste comenzó el 5 de noviembre de 2017, mientras la Audiencia Nacional había enviado a prisión provisional a todos los miembros del Govern, la justicia belga les dejaba en libertad provisional a la espera del resultado del procedimiento de entrega.

Posteriormente, y aparte de la retirada de la primera euroorden (diciembre de 2017), que fue un ataque de pánico más que otra cosa, los logros comienzan a partir de mayo de 2018 cuando se acreditó en Bélgica que la segunda euroorden estaba mal cursada; de ahí vino Alemania, donde se demostró que los hechos no eran constitutivos de delito alguno, mucho menos de rebelión o sedición.

Luego fue la propia Naciones Unidas la que reconoció que se estaba ante una serie de detenciones arbitrarias y que, además, habían sido acordadas por un tribunal manifiestamente incompetente.

De ahí vino el establecer, en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que los exiliados debían ser reconocidos como eurodiputados y, por tanto, pudieron ocupar sus escaños. En España, y hasta ahora, la JEC y el Tribunal Supremo consideran que no son eurodiputados.

Mientras el Supremo imponía duras penas de prisión por los mismos hechos que Alemania, un año antes, había dicho que no existía delito, se cursaron las terceras euroórdenes. Puigdemont, Comín, Ponsatí y Puig se veían, nuevamente, ante la justicia belga.

Ahora, con el caso de Puig resuelto de manera definitiva, tenemos que, junto con Naciones Unidas, los tribunales de Bélgica han determinado, de una parte, que el Tribunal Supremo no es el juez predeterminado por ley para este caso y, de otra, que existe un elevado riesgo de vulnerar la presunción de inocencia de los exiliados… Tal cual se les vulneró a los presos.

Son todas estas, y muchas más, las razones por las cuales es evidente que el suplicatorio no debe ser concedido. El qué hará el Parlamento Europeo es algo que se escapa a mi control y que, además, no pasa de ser una decisión política revisable, luego, ante la jurisdicción del TJUE. Dicho más claramente, la batalla del suplicatorio no se acaba con estas comparecencias, más bien, solo comienza.

Ahora bien, lo que sí tenemos claro es que sea cual sea el resultado de este, al final, lo que no se conseguirá es la entrega de ninguno de los exiliados y ello por algo tan sencillo como que mientras a nivel parlamentario la clave está en el fumus persecutionis, a nivel judicial lo esencial es el respeto de los derechos fundamentales, entre los que destacan el derecho al juez predeterminado y el derecho a la presunción de inocencia.

Lo que realmente toca ahora es que se entiendan las razones de la derrota, se asuma la situación, se busquen soluciones y se devuelva al terreno de la confrontación política un problema que jamás debió salir de ese ámbito

Podrán decir que no hay fumus persecutionis y eso no pasará de ser una declaración política, pero no habrá nada que cambie el hecho de que sí hay vulneraciones de derechos fundamentales que es algo que la justicia belga ya ha establecido de forma definitiva.

Más claro aún: fumus persecutionis es la interpretación política de lo que los juristas llamamos vulneración de derechos fundamentales y, sobre esto último, los tribunales ya se han pronunciado.

Veremos qué termina resolviendo la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento y luego el pleno de este. Será en función de ese resultado cuando tengamos que decidir si acudimos o no, una vez más, al TJUE en relación con el suplicatorio.

Igualmente, también a expensas de ese resultado, nos volveremos a ver, o no, ante la justicia belga, pero ya con una ventaja añadida: sabemos en qué sentido se pronunciará. Podremos, incluso, perder un partido, pero los puntos de ventaja son tantos que la liga ya es nuestra.

Quienes se han tomado el suplicatorio como una final de liga, o como una tertulia de 13TV, no solo se equivocan, sino que, además, están haciendo el ridículo, porque, como digo, esta liga ya está sentenciada y eso es algo que también debería saber algún presidente de comisión que tiene como único mérito académico el saber jugar, más o menos bien, al fútbol.

En cualquier caso, ganar la liga no es tampoco el final ni el fin perseguido, sino una etapa para avanzar en algo que es mucho más importante y que es el motor que ha guiado al exilio: servir de instrumento de rescate de sus compañeros en prisión e implementar el proyecto político por el que se les persigue.

En resumidas cuentas, y con este panorama, lo que realmente toca ahora es que se entiendan las razones de la derrota, se asuma la situación, se busquen soluciones y se devuelva al terreno de la confrontación política un problema que jamás debió salir de ese ámbito… Lo contrario no será más que insistir en el error de dimensiones históricas, uno más.