Sobre los indultos, parecería estar todo dicho y ahora, aparentemente, solo falta saber cuál será el momento en que Pedro Sánchez dé el paso político para materializarlos. Sin embargo, lo que no se está haciendo esperar es la reacción a dicha medida por parte de los sectores más radicales del españolismo y, si no estamos atentos, veremos cómo el precio que se pagará individual y colectivamente será mucho más elevado que el previsto.

Estoy seguro de que Pedro Sánchez ha hecho una adecuada ponderación de los diversos escenarios que pueden surgir y surgirán a partir de que el Consejo de Ministros apruebe los tan esperados y manoseados indultos. De cada uno o para cada uno de esos escenarios habrá una valoración en términos de coste-beneficio y, por ello, los acordarán en el momento en que consideren que el precio es el adecuado y que los costes auxiliares resultan más asumibles.

Este análisis, con sus variantes y la mencionada relación coste-beneficio, sin duda se ha hecho por parte del gobierno central y, también, por parte de los principales partidos nacionales. Lo que no tengo tan claro es que eso mismo se haya realizado desde el lado del independentismo o, al menos, no desde determinados sectores y actores independentistas.

Las principales dificultades para que desde el independentismo se realice una ponderación de este tipo provienen de la falta de identificación de los escenarios y, sobre todo, del nulo control temporal y material que se tiene sobre los mismos. No saber el cuándo ni el cómo se materializarán los perdones complica los análisis, pero no los imposibilita y ahí surge, seguramente, un gran error: pensar que no es previsible lo que pueda llegar a suceder.

Acotar los escenarios es siempre básico para el establecimiento del marco de actuación y, en casos tan complejos como el que vive Catalunya, sin una prevención de estas características, se termina por perder no ya el control de lo que suceda con los indultos, sino, también, caer en la idea que es imprevisible determinar qué sucederá luego de su concesión. Este es, igualmente, otro error y lo es porque parte importante de lo que sucederá el día D+1 es algo que ya estamos viendo.

Sea cual sea el momento que termine eligiendo el gobierno central para conceder los indultos, sea cual sea la métrica penológica que estos contengan, sea cual sea la situación en que queden los presos una vez concedidos, lo cierto y verdad es que a partir del D+1 la reacción de los sectores más radicales del nacionalismo español consistirá en poner en marcha una dinámica perfectamente previsible y que se centrará en una nueva ola represiva sobre la cual el gobierno central no tiene ninguna capacidad de actuar… o casi ninguna.

Aplicarán la misma receta con la que han combatido, desde un inicio, un problema político: con la judicialización de la política, que es el terreno donde más cómodo se siente el nacionalismo español y donde cuentan con los mejores y más sólidos apoyos

La clave, en todo caso, no estará en cómo actúe o deje de actuar el gobierno central, sino en cómo lo hagan los directa e indirectamente afectados por esa reacción del nacionalismo español que tendrá forma, como digo, de ola represiva.

Día a día vemos cómo una serie de procedimientos que, se podría decir, estaban adormilados son bruscamente espabilados con la clara intención de, con prisas y corriendo, avanzar hacia estadios procesales de difícil vuelta atrás. Esta, y no otra, está siendo la primera de las reacciones de un nacionalismo español que sigue en control, al mando, de amplios resortes de poder dentro del Estado, de un poder que se ha hecho ya más fuerte que aquel con el que cuentan el Ejecutivo y el Legislativo.

La forma de esta nueva ola represiva se basará, primero, en esas causas adormiladas y, luego, en nuevos procedimientos que se construirán sobre la base de supuestas investigaciones e indicios acumulados tras largas indagaciones sobre las que los distintos brazos ejecutores venían trabajando.

Se volverá a relacionar independentismo con terrorismo, con corrupción, con malversación, con criminalidad… En el fondo, aplicarán la misma receta con la que han combatido, desde un inicio, un problema político: con la judicialización de la política, que es el terreno donde más cómodo se siente el nacionalismo español y donde cuentan con los mejores y más sólidos apoyos, sin que exista una posibilidad real de contrarrestar un poder al que se le ha dotado de herramientas para convertirse en omnímodo.

El “cómo” responderá el independentismo es la pregunta que todos deberíamos hacernos, pero, sobre todo, “desde dónde” responderá sería la más adecuada de las preguntas.

El éxito de la respuesta dependerá no tanto de cómo se articule, sino desde dónde se haga y ello implica analizar si se está dispuesto a enfrentar la nueva ola represiva que ya ha comenzado o, por el contrario, la idea es plegarse a la misma por si algún día pasa y la resaca que deje no sea tan apabullante como esperan algunos.

La embestida de esta nueva ola represiva será tan brutal que solo desde una postura de unidad se podrá resistir la misma y quienes no lo quieran ver tendrán tiempo para arrepentirse

Antes de contestar al desde dónde, es importante tener presente que parte esencial de esta ola represiva surge como respuesta a una actuación unitaria del independentismo que se implementó a través de una serie de actuaciones que, vistas desde cualquier perspectiva europea, no han sido más que persistentes actos desobediencia civil, por tanto, no delictivos.

Básicamente, ha sido la unidad del independentismo la que ha generado la movilización que ahora se comienza a reprimir —un buen ejemplo es la criminalización de Tsunami—.

Partiendo de la base que la etiología de los casos proviene de la unidad del independentismo, no me cabe duda de que el lugar desde el cual se debe combatir esta nueva ola represiva no es otro que aquel desde el que se generó la causa de reprimir: la unidad.

Pensar, como no pocos hacen, que lo personal y que lo partidista es más relevante o urgente que lo colectivo es equivocarse de pleno y de plano, pero, sobre todo, es una forma de colaboracionismo con la represión.

Que nadie se confunda y que todos pidan explicaciones a quienes terminen siendo responsables de la desunión del independentismo, porque fue la unidad de acción la que le llevó a la acumulación de fuerzas necesarias para alcanzar el lugar que está ocupando ahora y solo si la misma se mantiene, se podrá resistir una oleada represiva que, sin duda, cuenta con la división para ganar y ganar, que en términos de represión, significa cárcel no indultable.

Insisto, la embestida de esta nueva ola represiva será tan brutal que solo desde una postura de unidad se podrá resistir la misma y quienes no lo quieran ver tendrán tiempo para arrepentirse, dado que el problema es que esa ola arrastrará a propios y extraños.

Lo duro no es la prisión, no son los procedimientos vividos, no son los golpes recibidos, que han sido duros; lo auténticamente devastador está por venir. Y, como no me cansaré de decir, para resistir a D+1 resulta no ya necesario sino vital el retorno a la unidad o, si así se quiere y considera, la construcción de una nueva unidad en la que lo colectivo se anteponga a lo individual teniendo presente que D+1 ya no es mañana sino hoy. Por tanto, es urgente.