Hará cosa de dos meses, y a través de ElNacional.cat, se puso en contacto conmigo Gemma Capdevila para invitarme a dar una charla en Almacelles, pueblo leridano donde ha montado, junto con sus hermanas Cristina y Helena, el Viver Cultural 3Bandes, un espacio que busca agitar culturalmente la zona. Gemma, cineasta de profesión y autora de un conmovedor fotolibro llamado L’habitació de la Teresa, una historia de luto y de ausencia, quería hacer una charla alrededor de El Príncipe y la muerte, el libro que publiqué hace tres años. Y el domingo 8 tuvimos una emotiva charla en el espacio que tienen en la avenida Baró d'Esponellà, en la que hablamos de la muerte de un hijo, al mismo tiempo hermano y nieto, como contrapunto existencial y la necesidad de hacer de la ausencia una voluntad vital y espiritual para seguir exprimiendo la vida con cierta dignidad.
Y justo cuando hablaban de las pequeñas grandes historias, ante una sala llena, a 900 kilómetros de distancia, una multitud de pijos globales se preparaban para ver la final de Roland Garros en la pista Philippe Chatrier, entre los cuales, y a la hora del partido, se reunirían una multitud de expats tenísticos españoles que se distinguirían por sus banderas rojigualdas y los gritos de vamos, vamos, con el objetivo de apoyar al tenista murciano Carlos Alcaraz. Es la ventaja de no ser nacionalista: tener una patria con tres poderes a tu disposición, una lengua antropófaga, un ejército y tenistas que llevan la bandera en la pulserita e ingresan la pasta en los paraísos fiscales. España, como nación, puede soportar defraudadores, siempre que trabajen para glorificar la "marca España".
Los españoles asistentes a Roland Garros serían un centenar que, de no haber viajado a París, habrían formado parte de la manifestación convocada por el PP en Madrid para pedir elecciones anticipadas a un gobierno sanchista tachado de mafioso. La cuestión tragicómica es que al frente de la manifestación no estaba Marcial Dorado, el amigo de Feijóo, pero sí un criminal de guerra como José María Aznar, el destinatario de sobres negros M. Rajoy, la catalanófoba Isabel Díaz Ayuso y todo un séquito de españoles de bien. Faltaron, no obstante, los 7.291 ancianos muertos en las residencias madrileñas por COVID. Para Feijóo, quien no es un demócrata de bien, es un sanchista de mierda o demasiado catalán para ser un buen español. Él, el amigo de Marcial Dorado, se considera preparado para liderar la revolución de la decencia, típica frase construida desde las cavernas de la sede del PP, en la calle Gènova, el edificio emblema de la indecencia política y la corrupción.
¿Puedes dormir tranquila, Dolors? Y a ti, Joan, ¿no se te cae la cara de vergüenza?
Las cifras de participación bailaron entre dos aguas ideológicas: según el PP, fueron 100.000 personas; según la Delegación del Gobierno en Madrid, 50.000. Sean 100K o 50K, me parece una cifra irrisoria, casi ridícula, para una manifestación convocada con tanta testosterona golpista, y que ha contado con todos los megáfonos mediáticos de bien a su disposición, y con la participación de los españoles de bien madrileños y de provincias, estos, llegados en AVE, una línea de alta velocidad que, en los últimos años, sirve, básicamente, para llenar Madrid de turistas de la España vacía y de fachas adictos a las manis reconvertidos en demócratas de toda la vida. ¿La comarca nos visita? Pues sí. Y, evidentemente, no faltó toda la derecha extrema radiofónica, que de tan arcaica, parece moderna. Uno de los casos más entrañables es el de Carlos Herrera, que es como uno de esos jamones ibéricos con aspecto de Gran Reserva, pero que, una vez que lo empiezas, tiene las carnes rancias. Un caso muy distinto al de otros miembros de la caverna radiofónica, que tienen el sabor y la apariencia de un jamón de York extraído de la pata de un cerdo también hispano, evidentemente, pero con gota.
100.000 personas, reitero, me parece una cifra muy escasa para el clima de violencia que ha ido fabricando una derecha golpista española que no sabe perder ni ganar, y que viviría mucho más feliz sin opositores. Ahora, con las redes sociales, es bastante más difícil pasar por el garrote a un opositor político sin que el verdugo tenga la necesidad de hacerse un selfie o un vídeo de TikTok para colgar en las redes sociales, ayudado por los youtubers ayusistas. De Barcelona, creo que viajaron buenos catalanes, como Joan López Alegre o Dolors Montserrat, la niña más espumosa del PP y emblema de la estulticia política más tendenciosa. ¿Puedes dormir tranquila, Dolors? Y a ti, Joan, ¿no se te cae la cara de vergüenza? Lástima que a ambos se les marque tanto el acento catalán cuando pronuncian la ñ.
Afortunadamente, las últimas manifestaciones, ya sean en la plaza de Colón o en la plaza de España, las he vivido lejos de Madrid, pero en la distancia, corroboro lo que ya sabía: que vista una, vistas todas. Con el añadido de que se les van muriendo las viejas glorias que enervaban a las masas con cierto ingenio discursivo. Vargas Llosa ya no está, ni tampoco Sánchez Dragó —el dragón de Anna Grau, otra catalana de bien—. ¿Y Boadella, que fue de él? ¿Ha sufrido una moción de censura en Tabarnia? Suerte que todavía les queda algún youtuber de imaginación farlopera y unos cuantos escritores de una soberbia y un supremacismo impúdicos, como es el caso de Andrés Trapiello, un hombre que tiene el discurso de un inquisidor falangista. A Trapiello, como a tantos otros, le molesta la España que habla catalán, vasco o gallego, como buenos depredadores culturales que son.
Rememorando el acto que celebramos en Almacelles, pensé en la gente indecente que vino a escuchar la conversación entre Gemma y yo. Hablamos de cosas que, a buen seguro, podrían ser del gusto de los manifestantes de Madrid, porque el luto y la ausencia son sentimientos universales. Pero lo hicimos en catalán, y la revolución de la decencia no considera decente a la gente que habla un idioma indecente. Los golpistas son así.