En este 2023, algunas de mis pesadillas se han hecho realidad. A pesar de todo, no puedo decir que haya sido una mala cosecha, pero tengo muchas ganas de que llegue la vendimia de 2024. Con el cambio de número quiero aprovechar para trabajar ciertas dinámicas. Estoy harta de ir siempre con prisas y que la gente me diga "vas a tope" como si fuera algo bueno. Ya no me parece halagador: si con 42 años y criando a dos criaturas todavía no he aprendido a centrarme en lo que realmente es importante, es grave. Estoy cansada de presumir de las mil cosas que hace la @winesandthecity. Necesito parar. Para cuidarme, para comprender, para amar con calma, para escribir y para leer. Me conozco muy bien y sé dónde están mis límites: es hora de dejar de demostrar y empezar a fluir.

Este año he sido por primera vez la anfitriona de la comida de Navidad. Sí, aquel momento en el que tienes que dejar de ser tan hija, y empezar a ser más madre, cuidar de los tuyos y no estar pidiendo siempre ayuda. Porque con la familia siempre tenemos crédito y, con los años, hay que devolverlo con tiempo, ilusión y demostraciones de cómo nos importan.

La yaya Maria nos dejó este verano y, desaparecida la mater familias, consideré necesario cambiar de escenario. Todavía me caen las lágrimas cuando la pasada Navidad nos daba las gracias por haberla cuidado tanto, justo cuando estrenaba la silla de ruedas a sus 93 años. No dejó de brindar hasta el final, pero siempre solo una copita y en celebraciones. Para nuestra generación, cada día es Fin de Año, sea para celebrar, como decía Napoleón, o para olvidar. Mi pareja es exalcohólica y ha sufrido la muerte de su hijo pequeño de diez años, por eso veo la muerte de mi abuela como un regalo, por todos los años que la hemos podido disfrutar. Si tengo que ser sincera: no fuimos capaces de hacer un brindis en su honor, porque todavía nos duele. Los que somos evitativos intentamos evitar los silencios. "Desde que naces eres lo bastante viejo para morir" decía Schopenhauer. O no, y pienso en los tres raspados que me han tenido que hacer, mientras miro la poca recaudación del Marató de este año.

Deseo que los golpes de 2024 sean de suerte, porque son estos sentimientos positivos los que generan el magnetismo necesario para atraer cosas bonitas.

Los teetotalers son una especie de abstemios americanos. El Dry January, o la canción "Enero Sobrio" de Mishima, nos propone estar un mes sin beber. Hay una versión que también es sin azúcares y sin café, pero la posibilidad de que al cabo de tres días lo hayas dejado, es muy alta. Los buenos hábitos son aquellos que tienen una continuidad.

Este agosto estuve 40 días sin alcohol, pero el experimento no fue más allá. Cuando trabajaba a COM Radio (hace unos veinte años), recuerdo que vino Miguel Bosé (con uno de sus cambios de look habituales) y cuando le preguntamos cómo había perdido peso, dijo que absteniéndose de muchas cosas menos del vino. Cuando era adolescente hice de figurante en uno de sus videoclips. Estas fiestas he podido ver la serie y el documental y he recordado que era un gran fan de Bosé, antes del Coronavirus. En aquellos cuarenta días de abstinencia yo no perdí peso, supongo que las calorías vacías del alcohol las reemplazaba por los impulsos de comer por ansiedad. El vino y la dieta Mediterránea is good. El vino no es solo alcohol: es CULTURA. Pero a veces bebemos para no pensar, para anular el córtex prefrontal y para rebajar el estrés. Y adicciones que adelgazan tanto hasta que te matan. Antes de estar con Daniel tengo que admitir que necesitaba una copita para ponerme a tono. Cada uno se corre como puede. Ahora prefiero dormir bien y beber más agua.

Cuando acaban las doce campanadas, mi padre siempre dice: "soy un año más viejo". A mí los años que celebro me restan juventud, pero no alegría. Tengo comprobado que lo único que rejuvenece la cara es la felicidad. Hay personas que tendrán ganas de vivir aunque tengan cien años. Las sillas vacías, como decía el artículo de Jordi Basté, cuestan de tragar. La rabia y la tristeza no digeridas salen de golpe, también en el cuerpo. Cada uno pasa el luto como y cuando puede. Ante Tánatos, el único posible antídoto es Eros. "Que tengamos suerte" dice la canción de Llach. Deseo que los golpes de 2024 sean de suerte, porque son estos sentimientos positivos los que generan el magnetismo necesario para atraer cosas bonitas.