Catalunya ha sido muchas cosas. Incluso un aeropuerto cuando se negociaba el Estatut y con el acuerdo de Mas con Zapatero la gestión descentralizada de esta infraestructura debía ser el gancho para que ERC se sumara al acuerdo. Catalunya ha sido muchas cosas y es muchas cosas. Ahora sabemos que oficialmente existe también un grupo objetivamente identificable (GOI), según la justicia del club de estados que es la Unión Europea. Un GOI que ha gobernado las instituciones y que va camino de ser como otro grupo que existe en Catalunya, una maravillosa minoría (MM), de la que ya forman parte algunos de los insignes miembros del GOI. Porque, claro, no es excluyente formar parte de uno y otro. Pero digo que va camino de ser una maravillosa —o no— minoría porque a pesar de presumir de forma un poco artificial de ser el 52%, no parece que sea ahora una mayoría social a la luz de las encuestas, por mucho que se repita el mantra que dice que ningún independentista deja de serlo. ¿Ah, sí? Por qué? La realidad dice que no es así. Y no, no es porque lo diga la alcaldesa de Barcelona.

La Catalunya del PSC nació oficialmente ayer con el acuerdo de presupuestos. La Catalunya del Cuarto Cinturón. La Catalunya de la ampliación del aeropuerto. La Catalunya del no se meta en política. La del eufemismo. La Catalunya convergente de toda la vida, vamos

Pero al margen de encuestas, el GOI que ha gobernado las instituciones catalanas ha pasado a ser una minoría —maravillosa o no— en la práctica. Bienvenidos a la Catalunya del PSC, que es otro grupo objetivamente identificable, liderado por Salvador Illa, un hombre que haciendo las cosas simplemente de forma ordenada ha logrado ya parecer el president. Illa ganó las elecciones, pero no gobernó —no es la primera vez que pasa—, pero con aciertos propios y errores no forzados del contrario —bueno, forzados entre los antiguos socios— ha logrado ya un poder mayúsculo, situando sus piezas con guante de seda y mano de hierro, por ejemplo en la llamada Corpo, donde impone sólo con su presencia, como hemos visto en los últimos meses y, especialmente, en los últimos días. Si sin la presidencia el PSC ya impone, pues imaginad cuando gobiernen de verdad. Algo que no sería extraño que ocurra dentro de unos meses. La Catalunya del PSC nació oficialmente ayer con el acuerdo de presupuestos. La Catalunya del Cuarto Cinturón, B-40, ronda Nord o como deba llamarse. La Catalunya de la ampliación del aeropuerto. La Catalunya del no se meta en política. La del eufemismo. La Catalunya convergente —o sociovergente— de toda la vida, vamos. Una Catalunya que era, por cierto, otra GOI y que ahora es un objeto político no identificado (OPNI) del todo y que está en la oposición por voluntad propia.

Se acabaron los bloques. Dicen. Bueno, depende. Porque bloques hay siempre. En los últimos años han sido bloques nacionales. Ahora es un bloque en el otro eje. Siempre sobre el papel, porque lo de ser de izquierdas demasiadas veces es una etiqueta. Pero no es nuevo y es relativo. Illa, que es aficionado de una MM, forma parte de la nueva mayoría en la que hay parte del GOI, pero también del espacio que ya gobernó siete años Catalunya. Govern, por cierto, llamado tripartito, pero que Pasqual Maragall quiso bautizar con el nombre de GEC. Govern d’Esquerres y Catalanista. Y hay gente del GOI en el GEC. Así que hemos vuelto a 2003. Hay diferencias, sí. Por el momento el presidente es de ERC. ICV son los comuns. Y el PSC da apoyo parlamentario. Pero, vamos, es que todo cambia a la lampedusiana manera. Ahora Sabina, que al menos admite que ya no es de izquierdas —lo era hace 30 años, como mucha gente que todavía cree que lo es—, no podría escribir Y nos dieron las diez. Cuando volviera al pueblo, en el antiguo bar no habría una sucursal del Banco Hispano Americano. Pero seguro que habría un propietario de origen chino o un súper regentado por un catalanopaquistaní. En un pueblo. En Barcelona habría sido arrollado antes de llegar por un patinete eléctrico.