“La vejez no mejora el corazón: lo endurece.”
Conde de Chesterfield

Feijóo se fue ayer a Suecia virtualmente y yo a sacarme sangre al hospital. Aún así, tengo que hablarles de una moción de censura convertida en un estrambote para demostrar que el partido de ultraderecha español es un partido antisistema y que, atención, está dispuesto a utilizar todas las instituciones, las propias disposiciones constitucionales y los pliegues legales para demostrarlo. Eso es, para mí, lo más relevante que vimos en el Congreso ayer. Vox está fuera del juego democrático. Está a otra cosa. Una cosa tan inimaginable que adopta como estrategia un delirio como el de ayer.

Podría hablarles de Catalunya, como el presidente del Gobierno o el pseudocandidato Tamames, pero, ya saben, el primero le puso los puntos suspensivos para pasar de puntillas sobre la cuestión y el segundo manifestó que ya ha escrito dos libros sobre el tema. No les pareció cuestión relevante para una moción de censura, si no fuera por el intento de llevarse unos réditos más en derechos de autor. Preferiría hablarles hoy de la inaceptable falta de atención que las altas instancias nacionales y el propio Gobierno muestran por desvelar cómo ha sido que los teléfonos de políticos y los suyos propios hayan sido violentados por un sistema de escuchas que poseen los estados, pero no puedo, porque me hicieron perder el tiempo durante toda la jornada oyendo falsedades, cosas que ya sabía, obviedades, mítines electorales y presentaciones de campaña.

Es la cruz que tenemos los periodistas, el grupo de seres que más molestamos al ultraderechista Abascal, inmediatamente después del configurado por los diputados que no se visten como dios y el rey mandan. Él sí, él llevaba la corbata V.E.R.D.E. que le sirve a la vez como corporativa. Nos puso de chupa de dómine, nos despreció y vilipendió y encima tuvimos que tragarnos el esperpento montado por el partido que veta, intimida, señala y expulsa periodistas, vulnerando así un derecho más de los ciudadanos. Abascal salió escaldado y dejó tirado en el hemiciclo a su propio candidato. Otro retrato de estos hijos de Blas Piñar que se emboscan tras ancianos comunistas para intentar decirnos que ellos no son lo que parecen y para demostrar que son exactamente lo que todos sabemos que son.

No ha salido muy destrozado el líder del Partido Popular, por mucho empeño que pusieran los argumentarios del PSOE y su presidente en decirnos que PP y Vox son lo mismo exactamente

Por Madrid, además de los que se hacían los suecos o los que íbamos al vampiro, todo el mundo se comportaba como en Barcelona, es decir, como si no estuviera sucediendo nada en la Carrera de San Jerónimo. No sucedía. Más allá de que Irene Montero se pusiera a comer nueces en el banco azul —en su descargo, decir que invitó a Iceta— y de que su colega Ione Belarra mascara chicle a mandíbula batiente o de que el candidato llevara más caspa en la chaqueta que el partido que le presentaba. Caspa gruesa, tipo sal Maldon. De eso iban los corrillos, ya que de política no podían versar. Otros diputados subrayaban libros —sector maleducado culto— y otra inmensidad de ellos no paraban con el móvil —sector maleducado pubescente—. Vimos que a Tamames, el viejo profesor de la Estructura Comercial de España, 20 folios le parecen ya un tocho, ¡con los que él ha colocado! Era la impaciencia. El tiempo es oro, nos repetía, y a los 89, platino machacado. El viejo comunista es más de Piqué que de Shakira y por eso no cesaba de mirar el Casio de su muñeca, aunque ya no está para volverse a casa en un Twingo. “Usted es un político caducado” —le decía Abascal a Sánchez— y ahí llegó él a traernos uno fresco.

Sobrevolaron todos el atacar al prestigioso economista, que hizo un análisis de mierda, el que propuso sustraer del gasto público 60.000 millones de euros, seguramente para hacernos entrar en recesión. El que se pregunta estupideces sobre quién encuentra empleo o no, el que ha perdido tanto el norte que se metió al PC para luchar contra Franco y ahora viene descubriendo que quizá Franco no era tan malo, porque los republicanos también lo eran. ¡Qué pena debe de darle darse cuenta, desde el Congreso y como ridículo no candidato, que los actos de su vida han sido una farsa equivocada! Sólo la vicepresidenta, como comunista de pro, se atrevió a ser más dura con él, aunque llamándole profesor a cada rato por aquello de no caer en edadismo. Para eso ya llegó a hacer el Rufián el de ERC: “Se puede envejecer como Maruja Torres o se puede envejecer como usted”. Este chico ve mucho la tele, si no, no se hubiera acordado de ella, y nunca ha sabido dónde está la fina línea de la elegancia.

Hicieron bien en seguir con sus cosas. Estos tragos que queden para los que no tenemos más remedio. Al final hizo bien también Feijóo en no obligarse a estar en el hemiciclo viendo cómo Sánchez Dragó —alias el muñidor— dormitaba en la tribuna. No había visita de estudiantes en un día tan señalado. No ha salido muy destrozado el líder del Partido Popular, por mucho empeño que pusieran los argumentarios del PSOE y su presidente en decirnos que PP y Vox son lo mismo exactamente. Es más, que Vox es el glutamato del PP, su potenciador de sabor. Ese era el titular que se repetía hasta la saciedad a media mañana en todas las redes sociales. ¿De verdad? Glutamato ye-ye.

El presidente del Gobierno nos presentó su lista de éxitos. Yolanda Díaz presentó en sociedad su candidatura en las próximas generales, obviamente respaldada por Sánchez, que no tiene otra que apuntalarla a ver si con ella dan los números. Tamames hizo su canto del cisne con una clase de 50 minutos, lo habitual, que ni siquiera fue brillante. Ese será su obituario dentro de poco. Así pasará a la historia. Qué necesidad.

Pipas, caramelos, chicles.

Para esto mentan la Constitución.