Laporta no tiene una flor en el culo, tiene un girasol me decía un conocido y exempleado del presidente del Barça. Y debe ser verdad porque cuando no se sale con la suya es cuando mejor le va.

Laporta llegó al Barça prometiendo retener a Messi. Afortunadamente no fue así. Y no quería a Xavi como primera opción en el banquillo. También en eso ha tenido suerte. Porque finalmente Xavi es el que se ha atrevido a invitar a la columna vertebral de los últimos años a abandonar el Camp Nou.

La medida llega tarde. Pero como se suele decir, más vale tarde que nunca. Tarde en todos los frentes. En el económico porque el Barça es el equipo más hipotecado de las grandes ligas. Tanto por lo que debe como porque para salir del charco se ha vendido el alma al diablo. Sin Goldman Sachs —uno de los principales responsables de la crisis de las subpryme— el Barça habría ido a la quiebra.

Crisis social. La última temporada la mayoría de los socios prefería ver el partido desde casa o venderse la localidad antes que ir al estadio.

La última temporada la mayoría de los socios prefería ver el partido desde casa o venderse la localidad antes que ir al estadio

Y crisis deportiva porque desde el último año de Lucho, el Barça ha hecho el ridículo más sangrante de toda su historia. Y lo hizo con Messi en el campo, un año y otro mientras a final de temporada renegociaba al alza las condiciones salariales. Cuanto peor iba el Barça, más se engordaba la cuenta corriente del 10 y más caprichos obtenía de Bartomeu. Sin olvidar que a cada mejora salarial de Messi lo acompañaba un incremento proporcional de los contratos de esta columna vertebral que se dejó hacer desde un 4 a 0 en Liverpool hasta un 2 a 8 en Portugal contra Lewandowski. Pero también contra Coutinho que aquel día marcó dos goles al Barça.

En Liverpool, después del 4 a 0, tocaba hacer limpieza. Con Messi al frente, pasando por caja. En lugar de aprovechar la ocasión —era la cuarta debacle seguida del Barça de Messi en la Champions— se fichó Griezmann. Más de 100 millones por la taza del inodoro. Claro que el año anterior, en enero de 2018, a alguien se le ocurrió incinerar cerca de 200 millones trayendo a Coutinho del Liverpool.

Los recursos que el Barça ha quemado los últimos años superan la factura anual de los mejores hospitales públicos del país. Tampoco es que Laporta haya acertado todo en su primer año. Guardiola le endosó Ferran Torres por más de medio centenar de millones. El negocio, redondo, fue del City.

Pero da igual si el Barça está hipotecado hasta las cejas o si el Club está cerca de ser una propiedad más de la peor versión del capitalismo, la más salvaje. El nuevo Barça —a pesar del correctivo de Múnich— apunta maneras. El fichaje de Lewandowski es lo mejor, por mucho, de la última década. Si el Barça recupera el pulso en Europa, todo serán besos y abrazos.

Laporta está en el camino de contradecir la máxima que proclama que dice que las segundas partes siempre están de más. Quizás sí que solo una fuerza de la naturaleza como él está en condiciones de devolver al Barça al Olimpo futbolístico. Si la pelota entra y vuelven los títulos, Laporta será el héroe y envejecerá en can Barça como su colega Florentino Pérez en el Bernabéu. Si no es así, ni el girasol que le brilla en el culo lo salvará. Ni a él ni al Barça.