Xavier Trias tiene una frase muy jugosa. Decía el exalcalde: "las primarias las hacen los partidos que tienen problemas". Y ciertamente él fue candidato por aclamación. Parece una enmienda a la democracia interna de toda organización. Pero tiene todo el sentido para evitar que las confrontaciones retóricas —en eso los hay que tienen un máster— generen bandos a perpetuidad.

Oriol Junqueras alcanzó la presidencia de ERC tras la peor crisis interna que se recuerda. Cuatro candidaturas que andaban a la greña. Ni siquiera se llegaron a poner de acuerdo las dos corrientes que enmendaban a la totalidad los acuerdos de gobierno que permitieron primero a Pasqual Maragall alcanzar la presidencia de la Generalitat y después a José Montilla. Uriel Bertran y Joan Carretero no sumaron ni dentro ni fuera de ERC.

La lección fue que nada es más devastador que las reyertas cainitas, lección que el joven Junqueras (tenía solo 40 años) integró como una máxima. Gracias también a Joan Puigcercós, el primer líder de ERC que aprendió a saberse desprender. Lo que debería ser la norma era la excepción.

Cuando estaba en la cárcel, Oriol Junqueras presionó fuerte para evitar un proceso interno de primarias para designar al candidato a president de la Generalitat. Dos eran las personas que habían anunciado su voluntad de liderar la candidatura republicana en 2021: Pere Aragonès y Roger Torrent. Junqueras exigió que llegaran a un acuerdo. Y así fue. Aragonès fue candidato. Su candidatura igualó en escaños a la de Salvador Illa y dejó a Puigdemont con un palmo de narices en tercer lugar. Y resentido.

Si Oriol Junqueras no se quería traicionar, tenía que bendecir la voluntad de Pere Aragonès de repetir liderando la lista de ERC

Es obvio que, para bien o para mal, la prisión (y el exilio) han comportado cambios de fondo en la estructura orgánica de ERC. Existen notables contrapesos y la obligación de adaptarse a una tradición completamente ajena, la del PNV, cuando tienes a un presidente de gobierno y a uno de partido. Y también es obvio que si Oriol Junqueras no se quería traicionar, tenía que bendecir la voluntad de Pere Aragonès de repetir liderando la lista de ERC. También es verdad que Junqueras está inhabilitado y que la amnistía no parece que se pueda concretar con seguridad a lo largo de este 2024. El hecho de que se apruebe por el Congreso no significa que después sea automáticamente aplicada por los jueces. Menos todavía si esta decisión compete a la alta magistratura. Ya se vio con la reforma de la malversación. Los jueces del Supremo optaron por hacer su propia interpretación, ni que esta interpretación sea manifiestamente contraria al espíritu de la reforma legislativa.

Pero no importa en lo referente a la designación del candidato republicano que se enfrentará a Illa. Una vez el president Aragonès dejó claro públicamente que se sentía con ganas y energía para repetir, Junqueras solo podía dejar paso. Y así podría darse la circunstancia de que los tres mayores partidos repitan las alineaciones de febrero de 2021, a la espera de lo que decida Puigdemont, que lo decidirá "cuando le dé la gana", como decía un miembro de la ejecutiva de su partido. Sabiendo cómo le gusta mantener la tensión y la duda, bien podría ser que Puigdemont tomara la decisión en el último instante. Es lo más habitual en el expresident, que gobierna desde la sombra su formación con una plenitud absoluta.

Queda poco más de un año para los nuevos comicios. Nada hace pensar que tengan que adelantarse. Y si fuera así, nada cambiaría. Aragonès repetirá, mientras que Junqueras deberá esperar su momento con las luces largas que verbaliza su amigo Otegi. Primero hará falta que algún día caiga la inhabilitación. Y, en segundo lugar, que la generosidad validando el anhelo de Aragonès se concrete también —por el bien de ERC— en una implicación máxima en la campaña, tal como ya sucedió en febrero de 2021, cuando no dudó en invertir su tercer grado penitenciario en la carrera electoral. Si preservar la cohesión no tiene precio, los republicanos han tomado una decisión más que sensata. Aun pudiendo no gustar a todo el mundo, el cómo es un acierto.