Voy a contar lo que sucedió el pasado jueves. De entrada, parece una noticia menor, una moción más de las muchas que se envían al Parlament catalán, pero a pesar de su hipotética menudencia, es la metáfora de la magnitud de la tragedia.

La moción trataba sobre la grave situación económica de las federaciones deportivas, a raíz de los severos incumplimientos de la Generalitat. Unas semanas antes, Gerard Esteve, en nombre de la Unió Esportiva de Catalunya que preside, y que agrupa a la Unió de Federacions Esportives y la Unió de Consell, dio una rueda de prensa severa que era un grito de alarma y a la vez de indignación (en estas páginas nos hicimos eco de ello). Según la información facilitada, las federaciones deportivas catalanas no han cobrado las subvenciones que les corresponden y acumulan una deuda de más de 20 millones de euros. Tres temporadas de atraso sin cobrar nada. Debido a esta situación, muchas federaciones han llegado a un estado límite, hasta el punto de tener que cortar el teléfono u otros servicios, no poder competir en acontecimientos internacionales o no poder pagar sus deudas, incluyendo a Hacienda. Motu proprio, la UFEC había prestado tres millones para paliar un poco el ahogo, pero ahora lo ha ampliado a dos millones más. Hay que añadir que las federaciones han mandado una decena de cartas a la secretaria general del deporte, Anna Caula, y también a la consellera Laura Vilagrà, sin obtener respuesta alguna. Para rematarlo, estamos hablando de unos impagos que afectan a 42 consejos deportivos, 71 federaciones, 250 licencias de consejos, 750.000 federados, 12.500 clubs, 20.000 voluntarios y 65.000 directivos deportivos.

Ante tal gravedad económica, que afecta a 12.000 actividades deportivas que reúnen a un millón de personas cada fin de semana, el Parlament debatió una moción que instaba al Govern a pagar los importes pendientes y a asumir el sobrecoste que han sufrido las federaciones, derivado de los atrasos de la Generalitat. La moción se aprobó con los votos de todos los partidos de la Cámara, salvo de ERC, que es el partido que gobierna y no paga.

Este Govern no tiene la altura que sería exigible; en cambio, posee una gran eficacia a la hora de presionar telefónicamente, quejarse, recordar que tiene la caja de las subvenciones; en resumen, ejercer el poder en las tinieblas

¿Por qué esta moción va más allá de la cuestión que se plantea? De entrada, porque perder votaciones en el Parlament se ha convertido en una práctica endémica por parte de un Govern en minoría que ni es capaz de tejer alianzas, ni de lograr acuerdos. Una tras otra, las propuestas del Govern se pierden, a la vez que se ganan las de los partidos de la oposición, en un ciclo permanente de derrota parlamentaria. Lisa y llanamente, no es que este Govern sea minoritario, es que tiene una amplia mayoría que no le otorga ningún tipo de confianza. En paralelo, el hecho de perder reiteradamente en el Parlament no preocupa a unos consellers que siguen incumpliendo los acuerdos sin despeinarse. Y por qué no se despeinan: porque no pasa nada. Si el Govern, por ejemplo, hace caso omiso de esta moción y no paga a las federaciones deportivas, ni tampoco responde a sus requerimientos —como no responden a sus cartas—, igualmente seguirá ejerciendo el poder sin ninguna incomodidad, y haciendo ver que realmente gobierna Catalunya. Es un Govern del ir tirando, agarrado a la poltrona con tanta ferocidad como inutilidad, de una mediocridad muy por encima de la historia reciente, y que aumenta a medida que demuestra su ineficacia. Ineficacia, por otro lado, que enmascara con una gran profusión de grandilocuencia dialéctica, convencido de que cuanto más habla de los grandes conceptos, más disimula su inoperancia.

Con un añadido. Es evidente que este Govern no tiene la altura que sería exigible —más bien parece una agrupación de aprendices—, pero, en cambio, posee una gran eficacia a la hora de presionar telefónicamente, quejarse, recordar que tiene la caja de las subvenciones..., y, en resumen, ejercer el poder en las tinieblas. Y así va manteniéndose en la silla, sin que nadie sepa para qué caray sirve.

Y como todos estamos muy entretenidos en saber cómo irá la investidura, si habrá amnistía o no, qué hará Waterloo y etcétera, nadie se preocupa por saber si alguien gobierna de verdad nuestro país. Pocas veces en la historia hemos sufrido a una Generalitat de tan bajo techo. Y pocas veces en la historia nos ha importado tan poco.