Seguro que muchos de vosotros compartiréis conmigo que una de las cuestiones que se nos hace más díficil de llevar con la crisis de la pandemia es la pérdida de la socialización con nuestros amigos de siempre. Inmersos como estamos en el día a día, cada vez valoramos más pasar un rato entre amigos. Cuando era joven, esperaba el fin de semana para salir y encontrarme con gente diferente. Te vestías bien guapa, según tu estilo, ponías música de "buen rollo" y buscabas actividades que fueran cada fin de semana un poco diferentes. La repetición era rutinariamente aburrida. En mi época estaba de moda salir por discotecas y te parecía que cada fin de semana tenías que ir a una diferente, o a ver una película al cine, a un pub o a la bolera, y así ir hilando. La gente joven de hoy día también busca variedad y, si fuera por ellos, cada día conocerían personas nuevas. De aquí, en parte, que les sea tan difícil aplicar límites a sus ganas de encontrarse con mucha gente diferente.

A medida que te vas haciendo mayor, empiezas a valorar de forma diferente la amistad y los momentos compartidos. Valoras una buena conversación, pero también sentirte a gusto y aceptado. Quedar para cenar con tus amigas del instituto para hacer un poco de terapia de choque, saber que te conocen del derecho y del revés y no hay que disimular. Quedar con tus amigos para ir a caminar un rato y ver un horizonte diferente del que tenemos día a día; hacer una parrillada de carne a la brasa y charlar libremente de esto y de aquello, rememorar, reír... sentirnos cerca y compartir una mirada, porque sabemos que no todo son los sueños de juventud, sino que las circunstancias amoldan tu vida. En estos momentos, rehúyo la confrontación y busco la tranquilidad de la amistad sin florituras, la que te hace sentir bien porque hay complicidad.

Con la edad parece que esta actitud de invertir el tiempo en amistades que perduran, de evitar confrontación y buscar contactos estrechos en un círculo más reducido de amigos estables todavía se pone más de manifiesto. Esta actitud es importante para el bienestar personal, pues el envejecimiento saludable se basa en tener contactos sociales fuertes que permiten vivir más tiempo y con mayor sensación de plenitud personal. En primer lugar, las personas mayores hacen menos actividades y de menos impacto, pero de mayor satisfacción emocional; intentan buscar emociones positivas y obviar las actitudes negativas, rehuyendo los conflictos emocionales. Tranquilidad, buenos alimentos y viejos amigos.

Los chimpancés, a medida que se van haciendo mayores, también escogen quedarse más tiempo con sus amigos de siempre, se sientan repetidamente al lado de sus amigos, huyen de la confrontación y no buscan jaleo

Hay una teoría psicológica que intenta explicar esta actitud que nos parece tan humana, la socialización selectiva en las personas mayores, que consiste en preferir a los viejos amigos de siempre, al riesgo de buscar nuevos contactos y expandirse hacia potenciales amistades que todavía no lo son, que caracteriza a los jóvenes. Una de las explicaciones sería que los humanos cuando somos jóvenes veríamos toda una vida por delante por vivir y el riesgo de tener amigos o buscar nuevos no nos parecería relevante, mientras que a medida que nos hacemos mayores seríamos más conscientes de que la vida se acorta y se acerca a su final, y nos volveríamos más conservadores en las amistades y en las actitudes. Esta explicación, tan basada en capacidades cognitivas avanzadas en que hay una conciencia hacia un horizonte de corta duración, sólo aplicaría a los humanos, ya que no conocemos ninguna otra especie animal que modifique su actitud vital porque es consciente de su mortalidad y proyecta su final no inminente.

Pero es muy probable que esta explicación tan adaptada al comportamiento humano no sea del todo precisa. La portada de la revista Science de esta semana nos presenta un chimpancé adulto de cierta edad, con su mirada profunda, tan igual a la nuestra. El título dice "Viejos amigos", y hace referencia a un artículo recién publicado sobre la actitud de los chimpancés adultos cuando se van haciendo mayores, los cuales también muestran un incremento de socialización selectiva, de forma muy similar a la que tenemos los humanos. Entonces, la socialización selectiva con la edad puede ser una cuestión puramente cognitiva que manifestamos los humanos al pensar que la muerte se acerca, o quizás hay mecanismos biológicos que buscan un compromiso entre coste-beneficio en las diferentes edades, que compartiríamos con otras especies próximas. Para responder a esta pregunta, los investigadores han hecho un estudio durante más de 20 años en el Parque Nacional de Kibale en Uganda, donde estudian 21 chimpancés macho (entre 15-58 años) mediante 78.000 horas de observación casi diaria. No solemos pensar mucho en ello, pero los chimpancés tienen una vida bastante larga, pueden llegar a los 60 años, maduran sexualmente a los 15, y forman relaciones sociales flexibles de amistad. Pueden escoger con quien se relacionan, porque el grupo que habita una región puede ir haciendo y deshaciendo temporalmente pequeños grupitos. En las sociedades de chimpancés, los machos se quedan en el mismo grupo y pueden formar vínculos fuertes de amistad, mientras que las hembras suelen cambiar de grupo y no hacen amistades tan perdurables. Los machos se reúnen para acicalarse y despiojarse, para ir a cazar juntos, para hacerse compañía, de forma que tienen tiempo para generar amistades que perduran en el tiempo. Las observaciones de los investigadores demuestran que los chimpancés, a medida que se van haciendo mayores, también escogen quedarse más tiempo con los amigos de siempre, se sientan repetidamente al lado de sus amigos, huyen de la confrontación y no buscan jaleo, en contraposición con la actitud de los jóvenes, que suelen tener relaciones asimétricas, poco igualitarias, y que buscan relaciones de dominancia y sumisión mediante un cierto comportamiento agresivo. Igual que hacemos los humanos.

Otras especies de animales, incluyendo otros primates, en los que las relaciones personales se suelen basar en el parentesco y de vida menos longeva, no muestran claramente este comportamiento de humanos y chimpancés, sino que con la edad se quedan solos y se vuelven asociales, con un punto de agresividad. Una posible explicación es que los animales de vida longeva pueden ir perdiendo a los familiares e irían quedándose solos, eso haría que se priorizara hacer vínculos de amistad más flexibles (puedes tener más amigos que familiares) que también son, potencialmente, de mayor extensión en el tiempo. También puede ser que humanos y chimpancés guardemos más memoria social y sepamos que la confrontación no implica una vida mejor. Las personas mayores tienen más inteligencia emocional porque también han vivido más historias. Sólo hay que recordar al personaje de Jane Marple (uno de los mejores caracteres creados por Agatha Christie, una vieja curiosa, que resolvía todos los crímenes gracias a su profundo conocimiento de las relaciones humanas).

Por lo visto, los chimpancés y los humanos compartimos la socialización selectiva por razones más ancestrales que la conciencia de nuestra mortalidad. No hay que llegar a ser viejos para disfrutar de buenos momentos, comidas, cenas, sonrisas y complicidades con nuestros amigos. Esperamos que pronto podamos reencontrarnos para poder compartir estos pequeños momentos que tanta vida nos dan.