Hay preguntas que son difíciles de responder porque son poliédricas, tienen muchas vertientes y matices, y ninguna respuesta engloba la totalidad. En biología hay muchas que no tienen una respuesta única y cierta. Envidio la capacidad que tienen otras ciencias (o a mí me lo parece) de ofrecer verdades absolutas. La biología es la ciencia de las excepciones; podríamos decir incluso que es una ciencia antidogmas: todo es afirmar un principio que explica una realidad para encontrar un tipo de organismo, aunque sólo sea uno, que justo hace el contrario de lo que proclamamos. Eso hace que las palabras SIEMPRE y NUNCA sean muy sospechosas en las respuestas de exámenes tipo test de Biología, ya que raramente las estrategias biológicas son de TODO o NADA. El que sí que nos ofrece la biología son preguntas esenciales, temas que a muchos intelectuales y científicos de todos los campos nos han atraído desde que somos humanos, cuestiones que vuelven tozudamente a la palestra porque no tienen una única solución o respuesta. Filósofos, matemáticos, químicos, y físicos eminentes se sienten atraídos como las polillas a la luz por cuestiones biológicas básicas, como Schrödinger, que escribió a mediados del siglo XX un libro para reflexionar sobre "¿Qué es la vida"? que ha hecho pensar a muchas generaciones de estudiantes de biología.

Estas preguntas de la biología, esenciales y básicas, son un poco como las arenas movedizas: parecen firmes y nos atraen con seducción, hasta que intentas abordarlas y caminar. Entonces te das cuenta de que te hundes y te inmovilizan tanto profundamente como firmes parecían tus convicciones iniciales. Todos hemos pasado por intentar dar respuestas a estas preguntas "trampa", sea como alumno, como profesor, o muy a menudo, como aspirante a científico, cuando defiendes la Tesis Doctoral, cuando te entrevistan para un trabajo, o cuando haces oposiciones. Es como un rito iniciático.

Estas preguntas de la biología, esenciales y básicas, son un poco como las arenas movedizas, parecen firmes y nos atraen con seducción, hasta que intentas abordarlas y caminar. Entonces te das cuenta de que te hundes y te inmovilizan tan profundamente como firmes parecían tus convicciones iniciales

A inicios de septiembre de hace muchos años, justo cuando empecé mi carrera científica, asistí a unas oposiciones para ser profesor de Genética de universidad. La candidata era una persona brillante, consistente y muy segura de sus conocimientos. Recuerdo que el tema que escogió para demostrar su capacidad docente era un tema que parece sencillo, pero al mismo tiempo, es extremadamente complejo: ¿"qué es un gen"?

Caray, para una genetista no es un tema menor, este. Ni siquiera a estas alturas, 30 años después, podríamos acordar una definición unánime de gen, la unidad de información genética de los organismos. En mis oposiciones, la pregunta que me hicieron, era un poco más concreta, "Son los retrovirus seres vivos"?. Ala, venga... lo que me preguntaban realmente es cómo definimos lo que es un ser vivo y cuáles son sus límites. Esta pregunta tampoco tiene una respuesta cierta y absoluta porque todo depende de cómo definimos lo que es un ser vivo (y como hay tantas excepciones, a ver a quién es el guapo que pone límites...). Bien, pues otra pregunta que también es digna de oposiciones me ha venido a la cabeza después de leer un artículo publicado la semana pasada sobre la información genética obtenida de una muestra de ADN que se analizó de un hueso fósil de hace más de 50.000 años. Como la historia es tan bonita, merece un artículo propio que escribiré la semana que viene, pero la pregunta básica persiste y vale la pena emplear unos minutos más de reflexión colectiva. ¿"Qué es una especie"? Pensad que se trata de unos conocimientos tan básicos que nos los enseñan cuándo estudiamos educación primaria.

La definición más sencilla de especie hace énfasis en que se trata de un conjunto de organismos que presentan muchas semejanzas en sus características y en su genoma, que viven en un espacio de características parecidas, y que pueden cruzarse para generar descendencia fértil. Esta última afirmación nos parece muy segura, ya que parece claro que para la continuidad de los seres vivos hacen falta individuos que puedan engendrar hijos que, a su vez, puedan tener más hijos —estamos hablando de la razón última de la biología. Por ejemplo, tenemos la mula que es un animal híbrido de dos especies, resultado del cruce de una yegua y un asno. La mula es viable pero estéril, fruto de la unión de dos especies, y no puede dar lugar a más descendencia; por lo tanto, no es una especie en sí misma, sino un punto final evolutivo. Parece una definición fácil, pero en otros casos la línea es más fina: por ejemplo, en el caso de los perros y de los lobos. Son dos especies diferentes, pero todavía pueden dar lugar a descendientes híbridos viables y fértiles, como los perros lobo. ¿Son los perros lobo una nueva especie? Aquí se nos pueden generar dudas, pero como habitualmente no se cruzan entre ellos, ni viven en un ambiente propio separados de perros y de lobos, quizás convendríamos que no son una especie nueva. ¿Pero qué pasa con el grandísimo porcentaje de organismos que no tienen reproducción sexual (es decir, que no tienen padre y madre), sino que su estrategia reproductiva pasa por una reproducción clónica, es decir, hacen copias de sí mismos en un proceso de reproducción asexual? Aquí encontramos como magníficos ejemplos las bacterias, pero también hongos, muchas plantas y algún grupo animal (leed el artículo en que hablé del mundo de los clones que nos rodea). Así pues nuestra definición traquetea por allí donde esperábamos ir más sobre seguro, la posibilidad o no de capacidad reproductiva entre dos individuos.

¿Son los perros lobo una nueva especie? Aquí se nos pueden generar dudas, pero como habitualmente no se cruzan entre ellos, ni viven en un ambiente propio separados de perros y de lobos, quizás convendríamos que no son una especie nueva

Si ahora nos basamos en que tienen que presentar similitudes en sus características físicas, nos encontramos con que hay especies diferentes que se parecen mucho entre ellas, pero no pueden reproducirse, y otros en que algunos miembros son extremadamente diferentes físicamente, pero sin embargo pertenecen claramente a una única especie. Por ejemplo, la hormiga madre, las hormigas soldados y las hormigas obreras parecerían todas ellas, a priori, especies totalmente diferentes. También pasa en algunas especies entre machos y hembras, en las que la extrema divergencia entre sexos nos haría pensar que son de especies diferentes. A veces, hay organismos que presentan características intermedias entre dos otras, por ejemplo la quaga. La quaga es un équido extinguido en el siglo XIX que tenía la parte anterior del cuerpo muy similar a las cebras, y la parte posterior que recordaba la del asno. Talmente parecía que fuera un híbrido descendiente de cruces entre cebras y caballos, o de cebras y asnos. En cambio, cuando se pudo realizar el análisis de su ADN (el primer animal extinguido del cual se secuenció totalmente su ADN) se demostró que era una subespecie de cebra, lejana al caballo doméstico.

Otro de los problemas con el que nos tropezamos a la hora de definir el término especie lo encontramos en especies separadas por una barrera geográfica que todavía pueden cruzarse si las ponemos juntas (aunque no lo hacen habitualmente porque sus hábitats no coinciden). Un canal de mar, unas montañas muy altas o, incluso, una autopista muy transitada pueden ejercer de barreras infranqueables que separan dos poblaciones inicialmente iguales y que, entonces, pueden ir divergiendo de forma independiente hasta formar dos especies diferentes. Eso pasa entre ciertos tipos de subespecies de salamandra salvaje, ya que todas se pueden cruzar con alguna otra, pero así y todo, hay cruces que directamente son imposibles, demostrando que ya hay barreras biológicas de especiación.

Así que tampoco el ADN nos da una respuesta única a esta pregunta

Basarse en los datos genéticos, es decir, en los datos comparativos de proximidad o lejanía con respecto al ADN de varios organismos, nos puede ayudar para detectar las diferencias genéticas y, por lo tanto, la distancia filogenética entre dos organismos (como de cerca o lejos se encuentran evolutivamente parlantes). Pero también aquí encontramos excepciones. Hay animales que son extremadamente similares, que su ADN es casi idéntico, pero que, a causa de la "infección" por parte de elementos genéticos móviles (secuencias de ADN que pueden cambiar de posición dentro de los cromosomas y se multiplican dentro del genoma), tienen una barrera genética en el cruce, ya que la mayoría de sus descendientes o no son viables o no son fértiles. En este caso, quizás las tendríamos que considerar casi-especies en el inicio de su divergencia evolutiva, pero eso tampoco es una respuesta concluyente. Así que tampoco el ADN nos da una respuesta única a esta pregunta.

Muchos genetistas evolucionistas han intentado dar una definición "de batalla" al concepto de especie. Encontraréis definidas: especie biológica, especie evolutiva, especie filogenética, y especie ecológica... Da igual, porque todas estas definiciones son relativamente incompletas y hacen énfasis en un aspecto, pero no en otros que también pueden ser importantes. Lo que pasa es que el concepto de especie es lábil, plástico y cambiante. Y como ya hemos mencionado antes, la biología es el mundo de las excepciones, y los organismos vivos han explorado muchas de todas las estrategias biológicas, con mayor o menor éxito. Por lo tanto, viva la dialéctica, el contraste, la argumentación, la contraargumentación y la versatilidad. En biología, la mayoría de las preguntas esenciales todavía esperan una respuesta global e inclusiva y, desde el punto de vista intelectual, es un reto apasionante.