Una de esas ideas que, a pesar de ser incorrectas, tienen mucha prédica es que "el hombre viene del mono". Eso no es estrictamente cierto, porque cuando pensamos en simios, el gran grupo donde incluimos a los gorilas, orangutanes, chimpancés, bonobos y también a los seres humanos, todos nos encontramos en igualdad de edad evolutivamente hablando. Lo que tenemos es un ancestro común a partir del cual divergimos, este ancestro común es más antiguo con orangutanes, y bastante más próximo con chimpancés y bonobos (hace aproximadamente unos 5,4 millones de años que nuestros ancestros se separaron). Por lo tanto, de manera sencilla, podemos decir que tanto el linaje de los humanos como el linaje de los chimpancés se entroncan en un mismo ancestro primate. No venimos de un chimpancé, sino que somos primos hermanos. Así, pues, la idea de que los seres vivos se organizan en un árbol de la vida en que los humanos ocupamos la cúspide es antropocéntrica y errónea.

El año 2001 se publicó en dos artículos independientes la secuencia del genoma humano, es decir, todo nuestro ADN, el conjunto de instrucciones genéticas que explican por qué somos como somos (de hecho, era un borrador de toda la secuencia de ADN, que ha sido completada después). Posteriormente, se publicaron las secuencias de gorila, chimpancé y orangután y fue inevitable preguntarse qué diferencias hay entre nuestros genomas. ¿Podemos encontrar en el ADN las diferencias entre humanos y otros simios?, en otras palabras, ¿podemos averiguar qué instrucciones genéticas son diferentes? ¿Identificar lo que nos hace humanos? Esta no es una cuestión trivial, porque ha preocupado y fascinado por igual a filósofos, teólogos y biólogos... incluso, tenemos una procesión de libros y películas de ciencia-ficción, como El Planeta de los simios y sus secuelas y precuelas, en que se explora dramáticamente cómo podría llegar a ser un mundo en que mandaran los otros simios y nosotros fuéramos una especie dominada, exactamente el mundo al revés (por cierto, opino que la primera película, del año 1968, es de visualización imprescindible).

Pues bien, cuando tenemos las secuencias de ADN de diferentes organismos, las podemos comparar e ir nucleótido a nucleótido, letra a letra, analizando todos los posibles cambios en la secuencia. Eso no se hace a ojo, obviamente, sino que se utilizan programas bioinformáticos que cada vez son más rápidos, más precisos y que pueden identificar mejor las posibles diferencias, qué tipo son, en qué cromosoma radican, y por qué codifican. A priori, partiendo del prejuicio de que los humanos son evolutivamente "superiores" (que ya hemos dicho que es una idea preconcebida y errónea) se pensaba que los seres humanos tendríamos más genes, más instrucciones genéticas y más complejas, que otras especies próximas, como los simios. También se pensaba que la mayoría de diferencias estarían en los genes, dentro de las regiones que codifican para proteínas. Sin embargo, ¡oh sorpresa!, aunque hay pequeñas diferencias dentro de los genes (cosa lógica que sucede entre especies que hace millones de años que llevan divergiendo evolutivamente) y también hay algunas ganancias en algunas regiones del ADN, en general, el genoma de los humanos comparado con el de otros simios presenta, sobre todo pérdidas de ADN. Es lo que se denomina "less is more", es decir, podemos tener menos secuencias de ADN, menos genes en el genoma, y esta pérdida es específica de los seres humanos. Llevado al extremo, nos definiríamos más como simios que hemos perdido más secuencias de ADN que hemos ganado. ¿Increíble y anti-intuitivo? ¡No! Continuamos...

¿Podemos encontrar en el ADN las diferencias entre humanos y otros simios? ¿Identificar qué nos hace humanos?

¿Cómo puede ser que eso sea tan relevante? Pues porque esta pérdida no ocurre en cualquier región del cromosoma, sino en regiones reguladoras de los genes, aquellas secuencias que determinan cómo y cuándo se tiene que leer una instrucción genética. Si lo pensamos fríamente, veremos que tanto o más importante que la instrucción en sí, puede ser en qué sitio y por qué se tiene que utilizar aquella instrucción. Un artículo publicado el año 2011 en Nature, determinó que el linaje del género Homo (nosotros somos Homo Sapiens) perdió más de 500 regiones reguladoras que están muy conservadas a los otros simios y otros animales. Los autores se fijan particularmente en dos regiones concretas, una que controla la expresión del gen GADD45G, un gen supresor de tumores, que permite incrementar el número de neuronas en una zona del córtex cerebral relacionada con funciones cognitivas y haría que nuestro cerebro fuera mayor. Por otra parte, una región reguladora que activa un receptor de los andrógenos en la región genital masculina también se ha delecionado en el linaje Homo, determinando que el pene humano no tenga espinas ni vibrisas sensitivas (el único mamífero en que eso ha sucedido). Los autores hacen inferencias sociológicas sobre la necesidad de copular durante más rato para obtener igual placer que otros simios en menos tiempo, y eso redundaría en la creación de lazos afectivos entre las parejas humanas. ¡Ep! ¡Parad máquinas! ¡Según cómo interpretamos este artículo, los homínidos somos simios con una especie de tumor cerebral y un pene insensible! Y no estoy exagerando nada, para los que no tengáis acceso al artículo original, podéis leer un comentario de lo mismo en The Scientist.

Pues bien, justamente esta semana hay un nuevo artículo sobre la comparación de los genomas de simios y humano en Science. Este artículo utiliza técnicas más precisas de secuenciación masiva del ADN y también programas bioinformáticos más avanzados que los de hace 7 años para comparar orangutanes, chimpancés y humanos. Además, generan organoides (mirad el artículo en el que hablo de cómo se generan organoides humanos en una placa de Petri en el laboratorio) cerebrales para analizar qué genes se expresan en cerebro humano comparando a otros simios, una ventana hasta ahora no accesible a las diferencias entre el cerebro humano y otros cerebros similares. Este análisis más exhaustivo puede determinar hasta 614.186 diferencias de cambios en regiones cromosómicas (ganancias, pérdidas, inversiones), de las cuales 17.789 son únicas y específicas de los humanos. Confirman el resultado del artículo anterior en que los humanos hemos perdido más secuencias de las que hemos ganado, y completan hasta más de 600 regiones reguladoras que se ven alteradas. Y lo que es más importante, la mayoría de estas regiones reguladoras diferenciales entre humanos y chimpancés afectan a genes muy importantes que se expresan en las neuronas de nuestro cerebro. Es decir, la principal diferencia entre humanos y otros simios no es que tengamos más genes, sino que en nuestro cerebro los mismos genes se expresan diferente.

Y eso es lo que nos hace humanos, less is more, menos es más. En el fondo, no importa tanto la cantidad de ADN, sino cómo utilicemos el ADN que tenemos.