Este es el título de una de las canciones más famosas de Supertramp, un grupo que forma parte de la banda sonora de mi adolescencia. La letra de la canción explica que cuando eres joven, lo tienes todo por descubrir y el futuro está abierto, pero que a medida que creces, te enseñan a pensar de una determinada manera, convencional, en la que se establece que tienes que seguir un camino lógico, racional, un camino intelectualmente y socialmente aceptado, si no quieres quedar fuera del sistema. Si eso lo trasladamos a los estudios y profesiones, de forma muy simplista, una esperaría que si estudias para auxiliar administrativo, es que te gustaría trabajar en una empresa haciendo la parte administrativa o de gestión; si estudias medicina, es que te quieres dedicar a ser médico y tratar de curar a pacientes; si estudias magisterio, es que te gustan los niños y los quieres educar y transmitir conocimientos y si estudias ingeniería, es que te gustan los artilugios que hacen los hombres y los quieres fabricar, diseñar o hacer que funcionen. Si yo pregunto a mis estudiantes cómo proyectan su futuro, la gran mayoría me contestarán que quieren ser investigadores y hacer investigación, muchos sueñan en curar el cáncer o encontrar una vacuna efectiva contra la malaria... Estas expectativas son las que asumimos de manera lógica y racional, como si no hubiera otras.

No es nada fácil dedicarse a la investigación. Normalmente, sólo los estudiantes con mejores notas tienen acceso a becas, que son muy limitadas. Por lo tanto, mucha gente con mucho interés y motivación para ser científicos no lo podrán ser porque no tienen un sueldo que les permita dedicarse a aquello por lo que se esfuerzan. Aun así, para los que hemos conseguido dedicarnos a la investigación y hacer un doctorado, el camino lógico y convencional es irse al extranjero para seguir investigando, normalmente con becas o contratos precarios, y ya veremos después si puedes volver. Aunque, me podéis preguntar, ¿todo el mundo encaja en esta "canción lógica"?

Os tengo que decir que en medio del calor del verano, quedé con Raül Delgado Morales, un neurocientífico joven, para tomar un magnífico té helado con jengibre en un rincón tranquilo y luminoso de una librería céntrica de Barcelona, donde puedes tomar un café mientras hojeas la última adquisición literaria. Lo que os explicaré hoy es una partitura tocada a dos manos con Raül.

Tantos alumnos entusiastas que formamos, que empiezan con ganas a trabajar en investigación y después de 10, 15 o 20 años dedicados a formarse, especializarse... un día se dan cuenta de que no hay lugar para ellos en el sistema lógico de la ciencia

Nos saludamos. No nos conocíamos de antes, porque Raül ha estudiado en la Universitat Autònoma. Eso es algo sorprendente porque hace muchos años que trabajo en la UB, y siempre me encuentro con exalumnos. Mientras sorbemos el té, unos ojos negros y vivos se dirigen a mí: "La ciencia es un campo maravilloso para dedicarse a ella en cuerpo y alma. Creo que no conozco a ningún investigador que no se dedique a eso sin el anhelo de avanzar en ciencia y ayudar al ser humano".

Yo asiento y como no sé exactamente adónde quiere llegar, lo dejo continuar mientras me dice: "Yo me he dedicado 15 años a investigar el cerebro y sus patologías... la depresión, el Alzhéimer y el Síndrome de Rett. Fue una experiencia muy inspiradora, pero también dura y compleja. Llegó un punto en el que me planteé qué objetivos tenía en la vida, si quería seguir luchando, o bien si dejaba la investigación para dedicarme a un trabajo diferente".

"¿Qué quieres decir con diferente? Dejar la ciencia, después de todo el esfuerzo, las horas y la energía que has dedicado... ¿Crees que fue una buena decisión? ¿Te has arrepentido?", le pregunto.

Raül se concentra, y me dice con una sonrisa medio escondida: "Es que la estructura de la investigación en este país es lineal. Uno se pasa 4 años, o más, para hacer un doctorado y después te vas de postdoc ―todavía más años dedicados a la ciencia, en mi caso en el Reino Unido y Alemania― con todo lo que implica de sacrificio personal... Y después, ¿qué haces? Vuelves y te das cuenta de que es un volver a empezar".

Respiro hondo, porque este es un tema que ya he hablado con otros científicos y estudiantes. Hay muchos que nos quejamos de que tenemos muchas calificaciones para después no poder encontrar ningún trabajo de investigación. Se te pide que seas independiente y hagas un grupo propio, pero justamente ser independiente no es tan fácil. Bajo los ojos y remuevo el té, aplasto suavemente el trocito de jengibre, a ver si me inspiro, pero Raül, me da datos. Datos que no pueden ser refutados... es lo que tienen los datos.

"Mira", me dice, "¿sabes cuánta gente nueva sale cada año? ¿Cuántas tesis se leen cada curso? Lo he mirado y en el curso 2016/17 se defendieron en Catalunya un total de 3.077 tesis doctorales, y durante los últimos 5 años, la media de tesis leídas anualmente ha sido de 2.695 en toda Catalunya. Tú crees que, aunque no todo el mundo quiera continuar, ¿se pueden crear el mismo número de grupos de investigación nuevos? ¡No se jubilan tantos profesores cada año!".

Me lo quedo mirando fijamente y le digo: "Espero que no me quieras eliminar a mí para conseguir un puesto para ti, ¿verdad...?".

Estallamos a reír porque la idea nos parece ridícula, pero es evidente que no se jubila cada año tanta gente como tesis se leen... Y este es un drama sin solución al cual muchísimos científicos nos enfrentamos. Empatizo mucho porque lo vivo desde primera fila. Tantos alumnos entusiastas que formamos, que empiezan con ganas a trabajar en investigación y después de 10, 15 o 20 años dedicados a formarse, especializarse... un día se dan cuenta de que no hay lugar para ellos en el sistema lógico de la ciencia. La vida científica es muy competitiva, ni deja margen a error ni puedes bajar las revoluciones del rendimiento científico. Tienes que ser mucho más que bueno, tienes que publicar en las mejores revistas de tu campo, y obtener proyectos y financiación... El embudo es brutal y quiere decir que los que se quieren quedar tienen que ser muy buenos, y, también tener un poco de suerte.

No son historias de fracaso ni de un tiempo perdido, es un entrenamiento personal que nos capacita para hacer muchas tareas y hacerlas bien

Le digo que las mujeres científicas todavía lo tenemos peor: "Es que la época en la que tienes que ser muy productiva coincide con la época reproductiva. Es duro tomar decisiones... Pocas mujeres lo decimos en público, pero muchas decidimos posponer la maternidad a la espera de conseguir una posición fija en la universidad. Es mi caso... pero claro, si me descuido, ya me habría ido más allá de los 40 años... vino de poco. ¡Menos mal que quería ser una madre joven!".

Raül es padre, y quiere también estar pendiente de su familia. La ciencia es una amante incansable, que no tiene piedad. Tanto tiempo como tienes, tanto tiempo como requiere que te dediques a ella. Le pregunto interesada: "Y ahora, ¿qué haces?, estás entrenado para resolver problemas complejos y abordar su análisis e interpretación. Eso es lo que hacemos los científicos... seguro que puedes aplicar todo este entrenamiento intelectual, toda esta motivación a alguna otra tarea. Seguro que te puedes dedicar a la docencia o a la gestión o a la divulgación...".

Se le encienden los ojos y le sale la sonrisa: "...o a la emprendeduría o a la diplomacia científica o a la industria farmacéutica... Creo que no nos han preparado para eso, pero estas opciones son muy válidas y pueden ser el futuro de muchos de los científicos que nos quedamos fuera del sistema de investigación o preferimos explorar otras vías. Salir fuera del camino establecido siempre es difícil, no hay información, nadie te guía ni te dice cómo hacerlo...".

Le doy la razón: "Es que cuesta mucho bajar de un tren que sabes que no volverá a pasar por la estación. La investigación científica no está pensada para ir y volver, todo cambia demasiado rápido, pero tienes razón que tenemos que cambiar la mentalidad de la comunidad. De hecho, no sé si es casualidad, pero en los últimos tiempos, estoy encontrando a un montón de personas que eran excepcionalmente válidas en ciencia y que ahora se dedican a otros trabajos o profesiones. Les costó mucho dar este paso, pero ahora, están contentos".

Seguimos hablando. Un poco de las familias y la situación política, un poco de ciencia y divulgación científica, un poco de libros y de series... se nos pasa la tarde volando y tenemos que volver cada uno a nuestras tareas. Me quedo con la idea de que todos los caminos son válidos, que no hay culpas a repartir, que no tenemos que estigmatizar a los científicos que "abandonan" la ciencia, ni a los médicos que dejan la medicina para ser maestros, ni a los maestros que quieren dedicarse al campo o a hacer cervezas o quesos artesanos... No son historias de fracaso ni de un tiempo perdido, es un entrenamiento personal que nos capacita para hacer muchas tareas y hacerlas bien. De todo, me quedo con la energía positiva de quien sabe que está preparado, con esta ilusión para los nuevos retos y objetivos, recorriendo un camino lateral, fuera de la canción lógica.