Yo no sé vosotros, pero cada vez que intento abrir un tarro de legumbres, me encuentro con que no puedo abrirlo fácilmente si no utilizo las dos manos. Me falta la fuerza necesaria y una mano lo bastante grande para coger la tapa y darle la vuelta sin mucho esfuerzo. Pasa el mismo con las tijeras de cocina, la disposición de los agujeros para poner los dedos está muy alejada del tamaño de mano (y no la tengo pequeña). Por lo tanto, no puedo hacer la fuerza necesaria para cortar carne si no me ayudo con las dos manos. También me pasa con llaves Allen, destornilladores y martillos. Y ni os explico que pasa cuando subo a una bicicleta. El maldito asiento está muy alto, no me llegan las piernas al suelo, y además, está pensado para los huesos de otro individuo, más alto, de mayor tamaño y con una disposición de cadera y fémur muy diferente de la mía. Hace años que refunfuño diciendo que la gran mayoría de utensilios están diseñados por hombres para que usen hombres. Parece que a nadie nunca le ha pasado por la cabeza que no todo el mundo en la población adulta (de hecho, el 50% de las personas) no tenemos el tamaño corporal ni la misma fuerza que un hombre. ¿Es aceptable que para utilizar utensilios cotidianos se necesite mucha más fuerza de la que tiene una mujer normal? Es aceptable que me tenga que sentir contrahecha (cuando yo me siento bien normal), porque no tengo las medidas de un macho de mi especie. ¿Quién inventa y diseña las cosas?

Pues bien, esta pregunta genérica que yo hace años y años dirijo a mi yo interno empieza a tener respuesta. La mayoría de inventores son hombres y diseñan y patentan inventos para cubrir sus necesidades. Cuando se analiza qué inventan las mujeres, aunque hay muchas menos (todavía), resulta que en una gran proporción buscan respuesta bien a problemas específicos de mujeres, bien considerando una visión más global que no tenga sesgo de género. Es conocido que hay falta de vocaciones universitarias entre las mujeres para ir a ingenierías, y seguro que habéis oído a hablar de que tenemos que favorecer que haya más mujeres en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). El problema de la falta de mujeres en estas carreras es sistémico y necesita un análisis más profundo, pero ya os digo ahora que no es suficiente favorecer que haya más chicas que entren, sino sobre todo, que cuando estén, tenemos que procurar que no salgan expulsadas porque las condiciones que hay no les sean favorables y las perjudiquen mucho más de lo que lo hacen con sus compañeros hombres.

La cuestión en la que quería hacer énfasis hoy es que, en los Estados Unidos, a pesar de que hay un 35% de mujeres científicas en carreras STEM, solo un 13% son inventoras y han solicitado alguna patente, lo cual ya indica un desajuste considerable. Pero vayamos más allá, ¿qué pasa si nos fijamos con las invenciones? No nos centremos ahora en cuántas mujeres inventan, sino en cuál es el objetivo o los sujetos a quien van dedicados sus inventos, y los comparamos con los de los inventores hombres. Pues bien, un artículo recién publicado en una de las mejores revistas científicas (Science) elabora un análisis exhaustivo de las patentes que se han solicitado en los Estados Unidos desde 1976 a 2010 dentro del área biomédica y sanitaria. Un área en que también hay muchas mujeres investigando, aunque, como hemos dicho, hay menos mujeres inventoras: 373.774 patentes de equipos mayoritariamente masculinos comparados con solo 56.286 patentes de equipos mayoritariamente femeninos. El resultado indica que las mujeres científicas inventan más para intentar resolver problemas que sufren las mujeres (tests específicos para cáncer de mama o de ovario, medicamentos para fibromialgia o para tratar las cataratas –más frecuentes en mujeres que en hombres–). Es decir, las ideas y conceptos desarrollados por grupos de científicas donde dominan las mujeres están más centrados en problemas que sufren las mujeres (hasta 37% más que los equipos donde dominan los hombres), sea porque son más sensibles o porque lo han vivido en su experiencia. También podría ser que busquen un nicho de mercado que no esté explorado ni explotado, e inventen para encontrar soluciones a problemas que nadie ha intentado solucionar antes, por ejemplo, en la necesidad de responder a problemas de salud que desarrollan las mujeres. Eso es particularmente impactante con respecto a medicamentos y tratamientos quirúrgicos, en los que el metabolismo femenino y las particularidades de su cuerpo han sido muchas veces obviadas, ya que la mayoría de invenciones se han dirigido a la salud masculina (o a la general, sin especificar sexo).

Todo necesita financiación y si hay sesgo de género, las mujeres encontrarán sistemáticamente menos financiación de entrada y menos probabilidades de desarrollar una patente

Uno de los retos más importantes a la hora de desarrollar una idea, y de inventar y explotar una patente es encontrar financiación. Por lo visto no todos los inventores ni todas las invenciones tienen igual oportunidad de financiación. A pesar de que actualmente el número de doctoras mujeres en el mundo de la biomedicina es de los alrededores del 50%, solo un 25% de las patentes son inventadas y solicitadas por grupos femeninos. Solo un 20% de las start-ups están lideradas por mujeres, y las empresas con directoras mujeres reciben un 7% menos de inversión. ¿Por qué? ¿Hay barreras a encontrar financiación? ¿Cuáles serían estos problemas? Para inventar y patentar hay que tener financiación para investigar y después para desarrollar la prueba de concepto. Todo necesita financiación y si hay sesgo de género, las mujeres encontrarán sistemáticamente menos financiación de entrada y menos probabilidades de desarrollar una patente. ¿Puede ser que las ideas dirigidas hacia necesidades femeninas no se vean con equidad ni igualdad de oportunidades si quien decide dar el dinero son mayoritariamente hombres? Esta pregunta tan punzante, que indicaría una desigualdad de oportunidades desde el inicio, es la que se hace otro artículo de reflexión y análisis. Podría ser que no haya patentes sobre invenciones que resuelvan problemas de salud básicamente desarrollados por mujeres, porque sesgadamente, los paneles de evaluación o los consorcios de inversores no consideraran estas aplicaciones como suficientemente prioritarias, o no vieran suficiente ventana de negocio. Eso añadido a que las solicitudes de proyectos científicos presentados por mujeres suelen tener menor financiación implicaría un pez que se muerde la cola doblemente. La desigualdad se extendería a todos los niveles. Menos mujeres investigando, menos mujeres inventoras, menos investigadoras implicadas en solucionar problemas de una parte importante de la población, las mujeres. Sin embargo, hace falta más diversidad de enfoques para innovar más.

Cierto es que lo mismo que se está detectando para el colectivo de mujeres en la sociedad se extiende en otros colectivos minoritarios (o vulnerables). Por ejemplo, es conocido que no hay muchas investigaciones sobre las necesidades sanitarias del colectivo afroamericano, los cuales tienen diferencias genéticas y sociales-estructurales que hacen que los medicamentos y tratamientos terapéuticos, básicamente desarrollados para tratar los problemas de salud del colectivo de origen caucásico masculino tampoco sean igual de efectivos.

Así que, ya veis, queda todavía mucho por hacer. No es suficiente con promocionar que haya más mujeres científicas. Tenemos que cambiar maneras de pensar y hacer, financiar y dar apoyo, priorizar y visibilizar, que están sesgadas de cuajo. Estamos perdiendo el potencial del 50% de la sociedad. Las mujeres científicas e inventoras, como todas las mujeres, nos tenemos que empoderar todavía más.