Avatar y Matrix son dos películas de ciencia-ficción que, además de desarrollar un buen guion, hacían un uso revolucionario de los efectos especiales. Todavía hoy en día son objeto de culto para muchos. Sin embargo, en este artículo me querría fijar en ciertas partes del guion que, al menos para algunos de nosotros, se nos podían quedar camufladas, abducidos por la rapidez de la acción y la belleza estética de las imágenes. En Avatar, el protagonista era un humano parapléjico a causa de un accidente militar, que era capaz de vivir una nueva vida mediante un nuevo cuerpo, de un alienígena. Esta transferencia de la personalidad era virtual y al mismo tiempo física, ya que el humano y el avatar compartían percepciones y experiencias, y se transmitían pensamientos y sentimientos. Cuando estaba dentro de su avatar, el protagonista era él mismo, sólo que en otro cuerpo, como un dios hindú encarnado. En la película Matrix, hay unas escenas en que observamos a Neo enchufado a una red de humanos, de los cuales sólo se aprovecha la energía eléctrica de las conexiones nerviosas. Los humanos producen impulsos eléctricos cuando están imaginando y creen que están viviendo su vida, una vida aparentemente real que, en realidad, es una vida virtual. Quizás en el fondo estas películas nos hacen reflexionar sobre lo que realmente somos a través de lo que pensamos y cómo lo transmitimos. ¿Y si resulta que no es ciencia-ficción, y realmente nos podemos transmitir conocimientos y pensamientos replicando los estímulos neuronales? ¿Podríamos llegar a ser avatares los unos de los otros?

Hace tiempo que se exploran los límites entre el pensamiento y la acción. ¿Cómo controla nuestro cerebro nuestras acciones físicas? Las neuronas se conectan mediante impulsos eléctricos. Tenemos neuronas que reciben los estímulos sensoriales (como los estímulos visuales, auditivos o de cualquier otro sentido), elaboran la información, la transmiten a otras zonas del cerebro, donde se integra con otros estímulos y, finalmente, transmiten la información a neuronas efectoras, que inervan tejidos y órganos, y ejecutan una función. Vemos a una persona conocida y nuestro cerebro procesa la información visual, reconoce a la persona y emite instrucciones a las cuerdas vocales y al resto del órgano fonador con el fin de pronunciar su nombre y llamarla. Es decir, se producen toda una serie de transmisiones eléctricas entre neuronas de varias zonas del cerebro hasta emitir finalmente la orden de la acción: hablar.

Hacen falta algoritmos precisos, cada vez más perfeccionados, con el fin de transmitir la actividad neuronal a máquinas hechas por los humanos

Una de las preguntas que nos hacemos los humanos es si podemos analizar y estudiar todas estas conexiones. Si podemos llegar a conocer qué zonas del cerebro se activan y cómo, podríamos intentar intervenir en los casos que estas conexiones se han roto por traumatismo, como sucede en lesiones de la médula espinal o del encéfalo a causa de un ictus, conectando cerebro con músculos, por ejemplo. Hace tiempo que se trabaja en interfaces entre cerebro y ordenadores (BCI, brain computer interface), pero para intentar resumirlo un poco, esta primavera pasada salió un artículo en Nature sobre los aparatos que pueden leer nuestra mente y comunicarse con músculos que están paralizados, rehaciendo la conexión rota. Por ejemplo, podríamos conectar el cerebro mediante electrodos con un exoesqueleto con el fin de ordenar determinados movimientos. Para ejecutar estas órdenes, primero hay que aprender cómo y qué zonas del cerebro se activan, y en qué regiones musculares hay que ir a parar, pero si se graban miles de veces este tipo de acciones, se puede reconocer un patrón de activación, es decir, cuál es la secuencia de transmisión eléctrica dentro del cerebro y transmitir la orden correctamente a los músculos u otros órganos receptores a fin de que efectúen la acción. No es una tarea trivial hacer grabaciones de las activaciones de las diferentes zonas del cerebro de forma no invasiva, es como escuchar música a distancia, se pierden muchas de las sutilezas, pero es factible. Hacen falta algoritmos precisos, cada vez más perfeccionados, con el fin de transmitir la actividad neuronal a máquinas hechas por los humanos. De hecho, se ha observado en parapléjicos conectados a un exoesqueleto que no hay que pensar activamente en un movimiento para efectuarlo, sino que si actuamos mentalmente como lo haríamos habitualmente, casi sin pensarlo, por ejemplo, cuando vemos un vaso lleno de agua y nos acercamos para cogerlo, sin pensar en cada uno de los movimientos, nuestro cerebro es capaz de gobernar y hacer funcionar el exoesqueleto con bastante eficiencia.

Estamos hablando de telepatía y telequinesis, con cerebros avatar que replican las órdenes de otro cerebro, pura ciencia-ficción

Pero todavía podemos ir más allá, y en lugar de comunicar un cerebro con una máquina para efectuar un movimiento, podríamos intentar conectar dos cerebros humanos con el fin de transmitir un conocimiento o un mensaje sencillo. Por ejemplo, decir hola o adiós. Este experimento se realizó el año 2014 entre personas muy alejadas físicamente (estaban en Francia y la India), y el error en la interpretación fue sólo (¡sólo!) de un 15%. Mientras tanto, otro grupo de investigación trataba de transmitir, también mediante conexiones neuronales, una orden: la de pulsar un botón y disparar en un videojuego. Este experimento también se realizó gracias a la colaboración de un grupo de neurocientíficos e ingenieros de robótica, con dos personas que estaban separadas (a unos 10 kilómetros de distancia) pero que jugaban al mismo videojuego, en el cual había que defender una ciudad disparando un cañón que interceptara los disparos enemigos de un barco pirata. Ambos jugadores estaban conectados mentalmente mediante electrodos que grababan las acciones neuronales de un jugador y las enviaban por internet al otro jugador, de forma que se estimularan las mismas zonas neuronales. Es como si se enviaran mensajes telepáticos, sólo que los estímulos eléctricos de un cerebro se replicaban artificialmente en el otro. ¡Ey, y no es ciencia-ficción, el jugador receptor recibió la orden y acertó! Después de este éxito, los científicos se sintieron bastante optimistas, y optaron por hacer un ensayo todavía más difícil.

En este reensayo, pensaron si podríamos algún día transmitir conocimiento directamente, del cerebro del profesor al alumno, por ejemplo. Intentaron transmitir entre dos personas las respuestas a un examen de 20 preguntas, en el cual se podía responder sí o no. ¿Podemos llegar a pensar lo que los otros piensan? Ya no es una orden sencilla, sino más compleja. Los científicos hacían que si la respuesta era positiva, el receptor viera una luz en su campo visual. Aquí tenemos que hacer un inciso, los que hemos hecho exámenes de campo visual sabemos que a veces no ves las lucecitas, sino que crees que las ves. Igualmente pasa con los exámenes auditivos, reconoces un patrón de sonidos y crees oírlo aunque no sea cierto, porque el cerebro aprende a reconocer un patrón y nos autoengaña. Pero incluso, en este caso, los jugadores conectados acertaban el 72% de las preguntas, comparado con un 18% de las situaciones control, en las que no había conexión entre los cerebros de los jugadores. Pues bien, los mismos científicos han ido un paso más allá, y han conectado tres cerebros de jugadores, dos que son los emisores y uno que es el receptor y que recibe las señales emitidas sobre las mismas zonas cerebrales. Y ¿a qué jugaban de forma colectiva esta vez?, al Tetris. Este juego de ordenador en que piezas de formas geométricas caen por la pantalla y las tenemos que girar para colocarlas y que encajen. Los emisores veían la pantalla completa y enviaban la señal de si se tenía que girar la pieza o no al receptor, el cual recibía las señales cerebrales de los dos emisores y tenía que interpretar si había que girar la pieza o no. Pues no sé si os lo creeréis, pero claramente se acierta más de un 72% de las veces una orden que no es tan sencilla, y que necesitaba dos emisores, con la posibilidad de una segunda emisión, para corregir. Lo que ya me ha parecido totalmente increíble es que si uno de los emisores no era fiable (no daba la información correcta expresamente), el receptor era capaz de aprender a cuál de los dos emisores tenía que creer y a cuál no. Lo cual demuestra que el acierto no era efecto del azar, sino que realmente se pueden transmitir y reconocer las transmisiones eléctricas cerebrales entre personas separadas. ¿Os dais cuenta de ello? ¡Se trataría de una red de cerebros, una verdadera BrainNet para resolver colectivamente un problema! Estamos hablando de telepatía y telequinesis, con cerebros avatar que replican las órdenes de otro cerebro, pura ciencia-ficción.

A mí me genera un poco de respeto que esta conexión y transmisión de información, de enviar órdenes para actuar, y de replicar pensamientos, se pueda transmitir entre humanos sin necesidad de palabras ni de ninguna visualización, sólo mediante un ordenador que interpreta nuestras ondas cerebrales y las proyecta sobre otro cerebro... ¿Será nuestro futuro un mundo entre Avatar y Matrix?