Una de las cosas que a veces nos parecen más repetitivas y quizás pasan desapercibidas son los Días de... El día del Trabajo, el día del padre, el día de la madre, el día de la mujer trabajadora, el día del cáncer, el día de la esclerosis múltiple... Cada día del año podemos encontrar que se conmemora un hito ya asegurado, o reivindicamos un hito aún por llegar. Los humanos necesitamos trabajar para conseguir objetivos y celebrar los hitos aunque sean pequeños, pero muchas veces el significado de tantos días y efemérides desdibuja su fuerza. Acaban por celebrarlo sólo las personas directamente implicadas. Nos conmueven las historias de los otros, pero acabamos superponiéndolo a nuestra vivencia. Si no somos madres, difícilmente nos motivará el día de la madre. Si no hemos conocido a alguien que tenga o haya sufrido cáncer de mama, difícilmente compartiremos la convicción de que falta más investigación y apoyo para avanzar en encontrar terapias eficientes y curas definitivas contra este tipo de cáncer.

Eso lo digo porque hoy, que coincide con mi artículo 200 para ElNacional.cat, querría recordaros a todos y todas que el día 11 de febrero es el Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia. Puede ser que esta noticia os deje a muchos de vosotros con un cierto sentimiento de tibieza. Tantas otras cosas importantes para reivindicar y nos ponemos a recordar que hace falta fomentar las vocaciones científicas entre las niñas y jóvenes y ayudar a las mujeres investigadoras para que no abandonen su camino, largamente soñado y luchado. Pero es que estamos hablando de la mitad de la población en nuestra sociedad, que no es poca cosa. Estamos hablando de oportunidades, de crecimiento y de conocimiento.

Una sociedad no puede enfrentar el futuro menospreciando el potencial, la inteligencia y la motivación de las mujeres

En la Universidad somos muy conscientes de que hay que fomentar las vocaciones científicas, pero también somos conscientes de que tenemos que dar apoyo a las chicas y mujeres investigadoras, una vez han decidido iniciarse en la investigación. En los grados científicos, entran muchas jóvenes ilusionadas, pero, poco a poco, las mujeres van descolgándose de la carrera científica y tecnológica. Tenemos que detener este goteo continuo, que se hace especialmente intenso a partir de los 35-40 años, cuando la maternidad y las expectativas de optar a una posición fija confluyen. Podríamos pensar que hace cuarenta años que vamos a mejor, y lo cierto es que no mejoramos. Se habla mucho del efecto "tijera" (en el que hay más mujeres inicialmente en unos determinados estudios científicos, sin embargo, gradualmente, a medida que se incrementa la relevancia de la posición, hay una clara disminución porcentual de su presencia a favor del incremento de presencia masculina), pero es que en los últimos cinco años observamos un posible efecto "alicates", en el que porcentualmente hay más mujeres al principio, pero rápidamente hay una disminución de la presencia femenina en posiciones intermedias, que puede o no repuntar ligeramente en las posiciones de más responsabilidad. Las que quedamos, además de nuestras capacidades, calificaciones y valía, hemos podido establecernos gracias a una mezcla de persistencia, resiliencia, quizás sororidad y, a veces, también una pizca de suerte.

En parte, faltan referentes, y por eso hay acciones visibilizadoras de la mujer científica, como la acción #NoMoreMatildas, que quiere rescatar del olvido la contribución al avance científico de muchas mujeres. Además, cuando llega febrero, tanto las universidades como los centros de investigación nos ponemos las pilas y hacemos toda una serie de actividades para dar voz a las investigadoras que trabajan en nuestras instituciones. La Universitat de Barcelona no es minoritaria, sino que empuja con fuerza y cantidad de movimiento dentro de la investigación científica. No en vano estamos dentro de las 100 mejores universidades del mundo –la única dentro de España y con diferencia– según los rankings de universidades. Por eso, dentro del nuevo equipo rectoral hemos querido dar un paraguas a todas las actividades que ya se estaban organizando, pequeñas y grandes, en muchas facultades e institutos de investigación, con el fin de visibilizar a las mujeres científicas y promover las vocaciones entre las jóvenes. Hay de todo tipo, algunas actividades son lúdicas, otras son más argumentativas. Hemos organizado debates y mesas redondas para que las investigadoras hablen de su experiencia, con preguntas de estudiantes de diferentes niveles y edades. Todas interesantes y abiertas al público online. Y seguro que si abrís los ojos y las orejas, podéis encontrar y apuntaros a actividades y acciones similares para el 11-F también en muchos otros centros de investigación y universidades de nuestro país. El 11 de febrero es la Fiesta Mayor de las mujeres científicas y hemos preparado un buen programa en todas partes. Es un día para todas. Las mujeres científicas queremos que se escuche nuestra voz, aunque no salgamos mucho en la radio, en la tele o en youtube. Aquí estamos, porque nos encanta lo que hacemos, porque nos apasiona la ciencia y la investigación, porque hay pocas actividades que den tanta satisfacción como contribuir al conocimiento colectivo.

Niñas y chicas, no tengáis miedo de las asignaturas de ciencia y tecnología, no hagáis caso de quien os diga que las mujeres no son buenas en mates o en física, o que si os dedicáis a una carrera científica, no encontraréis trabajo más adelante. No hagáis caso de eso, porque no es cierto. Rompamos estereotipos. Somos muchas y todavía queremos ser más. Y para todas las escuelas e institutos que quieren favorecer que tanto niños como niñas se interesen por la ciencia, para todas aquellas jóvenes que dudan, o que quieren una cata de lo que representa dedicarse la investigación y la ciencia, os animo a ver este vídeo donde diferentes investigadoras os hablan de cómo eran cuando eran pequeñas, de sus sueños, de sus expectativas y de su realidad. O este otro, breve pero ingenioso, dirigido a niñas y niños todavía más jóvenes. Son científicas, no porque supieran desde un principio que querían serlo, sino que lo son porque han descubierto que la ciencia y la investigación les fascinan y han querido dedicarse a hacer lo que las motiva día a día.

Una sociedad no puede enfrentar el futuro menospreciando el potencial, la inteligencia y la motivación de las mujeres. La vocación científica no entiende de género; la ciencia y la investigación, tampoco.