Esta debe ser la pregunta más repetida de esta semana en Catalunya, sobre todo para todas las familias y amigos que tenemos estudiantes que han hecho las pruebas de acceso a la Universidad este año. Si la pregunta es conocida, la respuesta en cambio es muy variable. Excepto para los casos extremos, como los estudiantes que han suspendido (sobre todo, ¡no os desaniméis!) y los alumnos excelentes que han sacado más de un 9 (¡muchas felicidades y adelante!), muchos de los estudiantes os dirán que no lo tienen del todo claro. Los que quieren estudiar grados en los que la demanda es muy alta, la nota de corte para hacer la carrera que les ilusiona es una espada de Damocles y la diferencia entre pasar o no pasar puede ser de décimas o centésimas. Así, la misma nota final puede ser una gran alegría para algunos, y un disgusto para otros. Por lo tanto, la satisfacción ante la nota obtenida en las pruebas de selectividad, la "sele", no tiene realmente una percepción objetiva, sino que se siente de forma muy diferente según las circunstancias, si puedes o no puedes entrar en el grado que quieres estudiar. De igual manera, si eres profesor y tienes una clase de alumnos no muy aplicados, el que saca a un 8 en un examen es un estudiante excelente y puede ser el mejor alumno de la clase, mientras que si todos los alumnos son excelentes y sacan de 9 para arriba, el alumno que saca este mismo 8 muy probablemente no se sentirá ni tan brillante, ni mucho menos el mejor de la clase.

Esta subjetividad en la percepción es muy frecuente en los seres humanos e, incluso, esta dependencia del contexto puede hacernos cambiar de opinión y de decisión. Y hay que recordar que tomamos decisiones cada día continuamente, algunas son decisiones importantes, pero muchas son decisiones triviales. Por eso es tan importante saber si nuestra percepción determina nuestra toma de decisiones, sean sencillas o complejas. Eso justamente es lo que analizan unos investigadores en un artículo que acaban de publicar en Science. Estos científicos se plantean inicialmente la siguiente cuestión: ¿por qué los problemas sociales nos parecen tan difíciles de resolver? Y llegan a la conclusión de que si no tenemos un contexto con situaciones muy definidas y extremas, y sólo tenemos situaciones ambiguas, entonces tendemos a expandir los conceptos para generar un marco de referencia donde "reinventamos" los extremos. Es decir, necesitamos los blancos y los negros, y si sólo tenemos grises, nos inventaremos de alguna manera el blanco o el negro. Si os pongo los experimentos que hicieron, seguro que lo entenderéis mejor. En este trabajo, se realizan tres grandes grupos de pruebas. La primera parece muy sencilla, se trata de distinguir entre el color azul y el morado. Dan a las personas que hacen la prueba una imagen con 1.000 puntos que pueden ser de cualquier color entre la escala del azul al morado. Tienen que señalar los que son claramente azules. Fácil. Esta prueba la repiten disminuyendo progresivamente el número de puntos azules, y entonces constataron que las personas seguían rodeando muchos puntos, porque como había pocos azules, los que eran de un color intermedio, también les parecían azules. Por lo tanto, su criterio de qué es el color azul cambiaba según cuántos puntos azules había; cuantos menos había, más se equivocaban. Y eso pasaba igualmente aunque les advirtieras de que los puntos azules iban disminuyendo y les dabas dinero si no se equivocaban. El error en la percepción humana afecta a nuestro criterio.

Quizás el pesimismo que nos invade ante los problemas sociales en los países desarrollados es que ya no tenemos situaciones extremas preocupantes

La segunda prueba consistía en discernir, de entre 1.000 caras humanas con diferentes expresiones, aquellas que eran amenazadoras. Cuando las caras tenían una expresión muy definida, no había confusión en la elección, pero si se eliminaban del juego las caras amenazadoras, entonces las que eran ni fu ni fa, las expresiones ambiguas que no eran claramente amigables, pasaban a ser amenazadoras. Un cambio muy importante de concepto, porque ahora no hablamos de colores, sino de si percibimos que una persona puede ser un peligro para nosotros o no. ¡Ojo! Sencillamente cambiando el contexto, alguien que antes nos parecía normal pasaba a parecernos peligrosos. Hacen una última prueba, un poco más compleja, en que los científicos piden evaluar éticamente un conjunto de proyectos de investigación. Pues bien, cuando había proyectos con componentes no éticos, estos eran encontrados enseguida, pero si se sacaban de la prueba estos proyectos más extremos, entonces los proyectos "grises", los que eran más indefinidos, pasaban a ser clasificados como "no éticos". Y eso es muy importante en las relaciones humanas y en ciertas situaciones. Por ejemplo, no tiene demasiada relevancia si vamos a comprar plátanos en la frutería y el concepto de plátano maduro varía, ya que si no encontramos unos blandos y manchados, un plátano amarillo ya nos parecerá lo bastante maduro si los otros que lo rodean son verdes. Pero, en cambio, como los mismos autores explican en la introducción del artículo, este cambio de concepto es peligroso y no es aceptable si resulta que porque bajan los delitos en una determinada región geográfica, ampliamos el concepto de delito para meter actividades que no lo son.

Os recomiendo mucho que miréis el vídeo que los mismos autores han colgado en la web de Science, está en abierto, fácil de entender y muy gráfico. Los autores acaban diciendo que quizás el pesimismo que nos invade ante los problemas sociales en los países desarrollados es que ya no tenemos situaciones extremas preocupantes y, por lo tanto, al faltarnos las referencias extremas, vemos situaciones problemáticas allí donde quizás otras sociedades, con problemas mucho más graves, ven minucias. La escala de valores y referencias son diferentes.

Cuesta mucho ver e interpretar lo que es muy difícil que suceda o no esperamos que pase, y entonces nos pasa desapercibido

Los psicólogos y sociólogos hace tiempo que saben que un estímulo es percibido y es evaluado dentro de un contexto, y adquiere relevancia o no según los estímulos contextuales que lo rodean o lo preceden en el tiempo. Por ejemplo, todos sabemos que si escribimos una frase donde una palabra tiene un error tipográfico, la podemos leer igual. De hecho, es muy probable que la leamos y la releamos sin darnos cuenta del error. Sólo alguien con la mente fresca (o el corrector de texto del ordenador) puede descubrirlo. La mente anticipa cuál será la palabra según el contexto y las letras que ve. También sucede en los juegos que engañan la mente, en la que vemos o entendemos aquello que, según nuestra experiencia previa, nuestra mente anticipa y espera que haya. De igual manera, cuesta mucho ver e interpretar aquello que es muy difícil que suceda o no esperamos que pase, y entonces nos pasa desapercibido. Y esta es una de las razones por las cuales sólo una mente entrenada puede interpretar bien radiografías para encontrar posibles tumores, o identificar objetos peligrosos por los rayos X de un aeropuerto.

Al final, la mente humana percibe, interpreta, toma decisiones y actúa. Y más veces que menos, a pesar de estar convencidos de actuar racionalmente, cuando nos basamos en nuestras percepciones, en realidad, actuamos subjetivamente.