Este fenómeno social, que la agencia internacional McKinsey juzga de "un cambio de arriba abajo en el mundo del trabajo", tiene en vilo al empresariado internacional.

Es en Estados Unidos donde arrancó este espectacular giro, cuando en septiembre, 4,4 millones de trabajadores renunciaron a sus empleos.

El Wall Street Journal interpretó esta huida como el deseo de los que se van en convertirse en sus propios jefes.

La recuperación históricamente rápida que se está produciendo en EE.UU., hasta el punto de que la Reserva Federal  ha abandonado la política de estimular la economía, ha propiciado este acontecimiento histórico.

Paralelamente, la pandemia ha empujado a numerosas familias a adoptar un modelo de vida sedentario. Hoy, cada vez hay más familias que trabajan en casa, cocinan en casa, se ocupan de los niños en casa y se divierten sin salir de casa.

Eliminada la oficina como centro ocupacional y social en la vida de muchas personas podría haber desvalorizado el trabajo en tanto que valor básico para su identidad. El culto al trabajo, sin embargo, no va a desaparecer para muchos, pero no será indispensable.

El comercio electrónico ha contribuido a ello. Al igual que la migración hacia las afueras en las ciudades norteamericanas se ha acelerado. 

En Europa la perspectiva es diferente. El ensayista francés Nicolas Baverez considera que "las pandemias son más poderosas que las crisis económicas ya que afectan también a las mentalidades. Esto hace que la recuperación esté caracterizándose por una penuria de mano de obra y, al mismo tiempo, por la explosión de dimisiones, lo que invierte la correlación de fuerzas entre los trabajadores y el capital".

Los sectores más tocados en EE.UU. han sido la gran distribución, la hostelería y la restauración, así como en sanidad, especialmente, muy castigada por el Covid-19. 

En Europa, las empresas tecnológicas también se han visto afectadas, como se observa en la informática y la logística. Los que se van ahora están luchando por su cuenta como consultores, minoristas y propietarios o gestores de pequeñas empresas.

En este sentido, la industria automovilística es también para estos un foco de atracción porque su actividad se extiende desde la fabricación de piezas y repuestos, hasta el comercio al por menor, los garajes o el trabajo como concesionarios.

En otras industrias también se observa que los más indecisos están presionando a las empresas para que modernicen sus políticas de empleo. 

Otra vertiente que se da en EE.UU. es el adelanto de la jubilación. En una encuesta interna realizada en Goldman Sachs entre la última hornada de trabajadores jóvenes un 25% de ellos dijeron que planean jubilarse a los 55 años. Un gran número de menores de 40 años respondieron estar dispuestos a irse si les dan el 80%, (y hasta el 60%) de lo que cobraban. Eso planea sobre el hecho de que 2,3 millones de americanos han adelantado su jubilación. 

Este fenómeno se ha extendido a Asia, que, como ocurre en Vietnam, hay falta de obreros porque los emigrantes han vuelto a sus pueblos para huir de los confinamientos y las restricciones sanitarias.

En conjunto, el equilibrio entre vida profesional y personal —las mujeres se muestran más sensibles a esta cuestión— va a poner en una situación compleja a las empresas para lograr unos resultados que permitan distribuir beneficios y abordar inversiones. 

Por todo ello, el cambio hacia la automatización también se está despejando con el coronavirus. Donde antes se veían a los robots como enemigos de los trabajadores ahora se les ve de una forma positiva o alternativa. Por eso, Nicolas Baverez sentencia que "la mutación laboral que estamos apreciando no ha hecho más que comenzar". Seguramente, por lo que hemos visto, no va descaminado.