El escritor Isaac Rosa ha publicado en ElDiario.es una especie de manifiesto bajo el título Queremos un gobierno Frankenstein.

Dice:

“Las firmantes, ciudadanas y ciudadanos de diversas ideologías, clases, territorios, intereses y prioridades, hacemos un llamamiento a los partidos con representación parlamentaria para que acuerden un nuevo gobierno Frankenstein, un Frankenstein II, el mayor Frankenstein de la historia. Ya sea formando parte del gobierno o apoyándole puntualmente, aquí caben socialistas, comunistas, verdes, izquierdas diversas, nacionalistas, independentistas, vascos, gallegos, catalanes y todo lo que quiera aportar una pierna, una mano o una oreja a este gran Frankenstein que vamos a coser.

Queremos un gobierno Frankenstein que se asemeje a un país Frankenstein como España, donde conviven diferentes opciones políticas, diferentes proyectos territoriales, diferentes programas económicos, diferentes sensibilidades sociales; a veces incluso contrapuestas, enfrentadas, irreconciliables. Un país con conflicto, sí, frente al idealizado país del consenso donde creímos vivir un día y que simplemente evitaba el conflicto por la vía de negarlo, invisibilizarlo o aplastarlo (…)

Mientras ninguna de las opciones que cita Isaac Rosa tenga una mayoría suficientemente calificada como para imponerse, diría que lo mejor es un gobierno Frankenstein

Tenemos además la tranquilidad de que el próximo gobierno será mucho más Frankenstein desde el momento en que sus propios integrantes y apoyos son a su vez pequeños Frankensteins: lo es el PSOE, siempre con varias almas en su seno; lo es aún más Sumar, cosido con pedazos de una quincena de partidos; y lo son otros partidos como EH Bildu, formado a su vez por diversas formaciones heterogéneas; e incluso Junts, siempre sometido a tensiones internas”

Aunque ahora este repentino interés por la complejidad española —no digo que sea el caso del escritor, que lo ignoro, más allá de que en 2011 apoyó a IU— sea para que el PSOE siga en el poder, hay un cambio significativo en muchas voces respecto al relato que hemos conocido hasta ahora. No olvidemos que lo de "gobierno Frankenstein" dicho de forma peyorativa se lo inventó Alfredo Pérez Rubalcaba. Ayer Carles Puigdemont tuiteaba que “España se conforma con ser una percepción de la realidad y no una realidad contrastable. Por eso la política se decide sobre todo en los medios de comunicación y no tanto en el Parlamento. Los guardianes del relato son más influyentes que la voluntad popular (…) Si aplicaran ese talento a construir realidades contrastables y no ficciones, España sería muy distinta (sin duda, mucho mejor). Pero es lo que hay y no vamos a cambiarlo”. Puigdemont lamenta que "su sociedad lo aguanta todo". Se entiende su escepticismo. Como el de Paul Valéry cuando decía que la política es el arte de impedir que la gente se implique en lo que le importa. Pero, mientras ninguna de las opciones que cita Isaac Rosa tenga una mayoría suficientemente calificada como para imponerse, diría que lo mejor es, efectivamente, un gobierno Frankenstein. Que es como son —cada vez más— las sociedades. Incluido el pobre, sucio, triste y desdichado Frankenstein catalán.