Tom Holland se ha hecho un Colau. Pero en el caso de este en apariencia auténtico individuo, sí lo leo como un sincero intento de mantener su salud mental entre los vaivenes de su vida de estrella cinematográfica. El actor ha reconocido el descenso "en espiral" que le provoca estar presente en las redes sociales, un descenso que no puedo imaginar más que al infierno en cualquiera que conserve un mínimo de sensibilidad y tenga la más mínima relación con el asalariado que le lleve las cuentas. 

¿Qué hacíamos antes de esa maraña de recursos, supuestamente gratuitos, puestos a nuestro servicio para, también supuestamente, mantenernos informados, comunicados, relacionados? Nos veíamos con nuestros amigos, quedábamos con nuestras parejas, sabíamos rápido de las malas noticias y también bastante veloces nos llegaban las buenas. Había estrellas que reconocer en revistas o lugares insospechados, porque un cierto glamour era posible cuando una cámara de móvil no estaba en todo momento al acecho de cualquier debilidad de las estrellas más admiradas. Existíamos, sí, aunque ahora casi lo hayamos olvidado y nuevas generaciones no puedan ni siquiera imaginarlo.

Por supuesto que las redes pueden significarse en positivo: conseguir en horas la rendición de una empresa que ha abusado de un consumidor o la cancelación de la cuenta de un youtuber miserable contarían en su haber. 

Tom Holland deja las redes sociales, y querría creer que recuperará parte de su libertad, buenas dosis de ese atractivo que generan las personalidades misteriosas, y sobre todo, el control. El control de su propia vida más allá de la consideración de esa masa informe que, a diferencia de lo que antes sucedía, ha adquirido capacidad individual y cierta impunidad desde el anonimato, para crucificar a quien se le antoja. Por supuesto que las redes pueden significarse en positivo: conseguir en horas la rendición de una empresa que ha abusado de un consumidor o la cancelación de la cuenta de un youtuber miserable contarían en su haber. Forocoches acaba de conseguir de un tal Escalona haya sido borrado del mapa social al cancelar YouTube el canal en el que iba colgando sus lindezas. Y es que un youtuber, ¿qué es sin esa red?

Si tu vida profesional no es otra cosa que estar, filtro mediante, en una plataforma donde vives una irrealidad (el otro día asistí al posado de una “famosilla” comiendo el sushi que le repugna para su perfil de Instagram), entonces dependes de ese cristal, y de pronto te transformas en nada, si algún otro lo quiere, se llame YouTube, Forocoches o turba. Pero si existes porque tu vida y tu obra respiran el aire real, puedes ser tú quien apague esa vela y recupere su ser y su sentido. No hay Forocoches que apague a Tom Holland. ¿O sí?

Sí, con facilidad, hoy también se puede cancelar la belleza, el arte y la verdad, al menos en lo que a esta vida terrenal se refiere: con la mentira intencional y la colaboración involuntaria de cuantos borregos se abonen a ella, puede ocurrir de todo. Incluso diciendo adiós a las redes sociales, las redes pueden matar, si alguien compra la calumnia y por ella le aparta de aquello que sabe hacer y en lo que trabaja. Sí, quizá no hay escape para el infierno del que está huyendo Tom. Una vez generado el monstruo, alimentarlo es tarea de todos. Tarea querida o no. Tarea de Forocoches y de Tom.