El PSC ha decidido dar apoyo a los presupuestos de la Generalitat y, vale que ese apoyo está condicionado porque el PSOE necesita a ERC en Madrid, pero Salvador Illa explota su imagen de político serio, responsable y con perfil presidencial. Y esto ocurre mientras la gran pelea en Junts per Catalunya es la amnistía por unos hechos que el partido antiguamente llamado Convergència Democràtica de Catalunya nunca hubiera protagonizado, por mucho cambio de paradigma que hubiera en la sociedad catalana. Así que, he aquí que Illa y sobre todo el PSC emergen como lo más parecido a CDC que hay ahora mismo en el panorama político.

El PSC es un partido de izquierdas, no seré yo quien lo niegue, pero sobre todo es un partido de centro y, más aún, es el partido que ahora mismo mejor puede conectar con lo que se llamaba clase media. La que hace ganar elecciones, vamos. Resumen, el PSC no ha inventado nada. El PSC aplica la fórmula política de la Coca-Cola que inventó un tal Jordi Pujol i Soley y que tuvo, paradójicamente, como gran víctima durante décadas al partido que ahora ha visto la oportunidad de comprar la fórmula.

El PSC aplica la fórmula política de la Coca-Cola que inventó un tal Jordi Pujol i Soley

Pujol inventó la fórmula de la Coca-Cola. O pal de paller. O catch all party. Un gran movimiento que agrupaba desde la socialdemocracia a la democracia cristiana, pasando por los liberales, y desde los independentistas a los unionistas, los antiguos caciques, todo. Pujol era capaz de ser Bismarck y Bolívar. Ya lo sabemos. Los ochenta y los noventa no volverán. La sociedad catalana no es la misma, ni en su composición ni, seguramente, en el eje nacional y el eje social. Y esa época no volverá. No es comparable con la actual. Pero la reordenación del mapa del pospujolismo, culpable en parte del procés, ha llevado a multitud de partidos a querer ocupar, algunos con evoluciones y otros anclados a un pasado lejano, su espacio. Ahora parece claro que, o Junts hace una apuesta clara y definitiva, o este espacio se lo adjudicará en muy buena parte el PSC. Porque la sociedad ha cambiado, sí. Pero la fórmula, con las variaciones, triunfa, como dice el propio eslogan. Y las clases dichas medias, esas que siempre tienen miedo a dejar de serlo, siguen haciendo ganar elecciones.

Es verdad que, por ejemplo, el adiós de Jaume Alonso Cuevillas muestra una inclinación del partido de Carles Puigdemont hacia el turullismo, que es lo más cercano a Jordi Pujol que hay en Junts, también por la buena opinión que le merece Turull al ex Molt Honorable. Pero no está claro que, con la ley de amnistía empantanada, Junts tenga tiempo de mostrar el ADN de previsibilidad absoluta y orden con mano de hierro y guante de seda que ahora encarna Illa, porque las elecciones están a la vuelta de la esquina y una semana en política es un mundo, sí, pero no vayamos a exagerar. La pretensión de Junts de volver a jugar el papel que jugaba, o algo parecido, está todavía condicionada por el pasado reciente y por el futuro inmediato.