"En España, los sinvergüenzas, los católicos de verdad y los imbéciles viven como Dios."
Max Aub

Los fiscales de derechas no aguantan más. Deseosos de que ganen los suyos y ansiosos por demostrar la lealtad para recibir lo que venga, invitaron el pasado 18 de abril al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, a una cena multitudinaria organizada por la Asociación de Fiscales para hablar de política. No hay otra forma de definir lo que pasó en el Hotel Claridge de Madrid, mientras ejercía de anfitriona Cristina Dexeus, a la sazón presidenta de la asociación y decana de los fiscales de la Audiencia de Barcelona. Seis días después, se unieron entusiastas a la convocatoria de huelga indefinida contra el gobierno de Sánchez, sin haber consultado a sus afiliados al respecto.

No estoy para nada de acuerdo con el ministro Bolaños, cuando muy enfadado habla de una reunión clandestina. ¡Cómo si fuera posible llamar clandestina a una cena de medio centenar de personas en un hotel del centro de Madrid! Al contrario, señor ministro, lo más grave es que ni siquiera intentaron esconderse. Si hubiera sido un conciliábulo de un puñado de aspirantes a lograr buenos cargos, no hubiéramos tenido sino lo habitual en la madeja madrileña; además, no hubieran ido juntos, para hacer de tiralevitas se va mejor solo. Lo inaudito es la obscenidad, la impudicia, con la que los capitostes de una asociación profesional vulneraron todos los preceptos éticos de su gremio y toda la estética de su grave actividad, para hacerle la pelota vilmente al que creen les puede colocar en breve. Para ello no dudaron en hacer lo que jamás debieron hacer: criticar de forma abierta y política al Gobierno al que deben lealtad institucional, siquiera como ejecutores de su política criminal, hasta que las urnas hablen de nuevo.

La reunión se conoció enseguida. Muy probablemente porque ni siquiera todos los asistentes aprobaron lo que allí se dijo; todavía queda gente con un mínimo de pudor y de sentido común. Estos deben ser los que han informado al colega José Manuel Romero para permitirle reconstruir en la edición de ayer del diario El País las auténticas aberraciones institucionales que en esa ocasión tuvieron lugar.

Pues ¡que se haga la luz!

Hablar de política, decantarse hacia uno u otro lado compromete la imparcialidad fiscal, porque imparcial es el que no toma partido o parte

La ex fiscal general del Estado, Consuelo Madrigal, artífice de la estrategia errada en el juicio del procés que fue enmendada por el propio tribunal, criticó la acción del Legislativo, al que acusó de perversiones y peroró largamente contra la reforma de los delitos de sedición y malversación. Feijóo la felicitó, a ella y a sus compañeros de empecinamiento, por haber "restablecido el orden constitucional que algunos políticos quebraron". Si esto no es hacer política no sé yo qué puede serlo. Hablar de política, decantarse hacia uno u otro lado compromete la imparcialidad fiscal, porque imparcial es el que no toma partido o parte y Madrigal ni hizo ni hará otra cosa desde que dejó su cargo. Eso sí, estuvo meneándole la silla a Dolores Delgado acusándola precisamente de eso durante todo su mandato.

No es la única viga que se le ha metido en el ojo. Madrigal es la presidenta de la Comisión de Ética de la Fiscalía —¡madre de Dios, algún día les cuento cómo fue esa elección!— y durante sus intervenciones en el ágape vulneró varios artículos del código ético que está llamada a aplicar. ¿Ahora qué hacemos, la denunciamos ante ella misma? Sus compañeros de la Unión Progresista de Fiscales le han pedido la dimisión, pero no lo verán sus ojos. A desvergüenza no les gana nadie. Recuerden que Madrigal fue acusada en una emisora de radio por el propio teniente fiscal del TS —el entonces número 2 de la Fiscalía, Luis Navajas— de haberle presionado para que aceptara las querellas contra el Gobierno por la gestión de la pandemia: "Son esclavos de su ideología y están contaminados". Siendo muy conservador no pudo tragar con el activismo político de la señora Madrigal ni con su desvergonzado artículo en un diario nacional cuestionando el estado de alarma. Consuelo no se corta un pelo y menos ahora que cree que llegan los suyos.

No sé a lo que aspira ella, pero dicen las malas lenguas que Antonio Narváez, otro de los comensales de lengua más larga, se postula como futuro FGE. Méritos lleva haciendo tiempo. Ahora es fiscal de sala del TS, pero mientras fue magistrado del TC resultó decisivo para aquella insólita paralización de la votación de una norma legislativa en el Senado. Los méritos se los va currando. En la tenida de fiscales peperos se explayó incluso sobre futuros pactos en sedes de la soberanía popular: "Se perfila una coalición en el Parlamento vasco entre los filoterroristas de Bildu, el PSE y lo que quede de Podemos", lo que para él es un problema tan grave como "el de Catalunya". Lo recusaron las defensas de los políticos catalanes juzgados por una conferencia pronunciada en Granada en la que afirmó que lo ocurrido durante el procés había sido un golpe de estado. No se aceptó la recusación, no hace falta que se lo diga. El aspirante, que no dejó de llamar "Alberto" al líder de la oposición, llegó a poner sobre la mesa las teorías trumpistas de la conspiración para hablar de la toma de Sánchez de las instituciones: "Incluso se habla de alguna industria como Indra, que es la que controla los procesos electorales". ¡Ah, y la Dexeus! La anfitriona también aspira a vocal del CGPJ y dicen los que lo saben que estaba ya dentro de las listas entre González Pons y Bolaños que fueron rotas por el PP.

Es inadmisible que una casta sin ninguna validación en las urnas se plante ante el candidato a presidente del Gobierno por el Partido Popular a pedirle que implante su modelo de país

Es intolerable que con tamaño descaro estos señores se trabajen los futuros cargos y se muestren como partidarios de unas políticas concretas. Es inadmisible que una casta sin ninguna validación en las urnas se plante ante el candidato a presidente del Gobierno por el Partido Popular a pedirle que implante su modelo de país. Es improcedente e inaceptable y no quiero pensar que todos los asociados de la ApF estén de acuerdo con esta pornográfica actitud. ¿Les llamaron a ellos, a los que pagan la cuota y curran día a día? No, señores fiscales de a pie de la AdF, fueron ellos para trabajarse sus puestos y, tal vez no lo niego, echarles unas migajillas después a ustedes si son sumisos. 

Si algunas formaciones que han formado parte o han sustentado al gobierno actual no hubieran sido tan torpes y tan agresivas y tan estúpidamente antiinstitucionales, tal vez podrían haberse planteado en serio estudiar la forma de solucionar el verdadero cáncer de la justicia: la existencia de un partido judicial que tiene su propio programa y un poder sin contrapesos para imponerlo fuera de las urnas. Feijóo, que es un poco pardillo, a lo mejor se fue a casa pensando que le estaban brindando su apoyo cuando, en realidad, le estaban poniendo condiciones y marcando el terreno. Mañana puede revolverse contra él si fuera menester para sus designios.

Hay fiscales y hay jueces que han perdido la vergüenza. Si sus antecesores, aquellos que no tenían ni amigos fuera de la carrera para no pecar por relacionarse con quien no debían, levantaran la cabeza, volverían a meterse en sus tumbas. Porque estos señores que han venido detrás no sólo no se relacionan con normalidad con la sociedad a la que sirven, es que han olvidado esa función para pretender que la democracia toda sirva a sus propósitos. Es intolerable, pero no les va a pasar nada. No sólo eso, les van a dar los premios y prebendas apetecidos. Están rompiendo las costuras del Estado, pero no les importa una higa mientras puedan ceñirse las de la toga que ambicionan.