Hay Estados que celebran su Fiesta Nacional con ejércitos, soldados, aviones, tanques, marchas militares y carneros que pasan como cabras y que, cuando mueren, se anuncia que serán incinerados envueltos en la bandera... cosa que significa quemar la bandera. ¡Sacrilegio!

Hay Estados que celebran su Fiesta Nacional usando la ley para impedir a una administración local abrir y, a la vez, ignorar a otras 30 que sí que abrirán sin ningún problema. Son Estados que, por cierto, amenazan con celebrar elecciones el día de Navidad.

Y hay Estados que el día de su Fiesta Nacional hacen desfilar a los niños y a los jóvenes como metáfora de futuro. Y cuando digo desfilar no imagine marcialidad. Piense más bien en aquello que hacen los atletas en la ceremonia de inauguración de unos JJOO, un paseo conjunto por grupos. En este caso escolares.

Son Estados como Noruega, que el 17 de mayo no celebran haber conquistado nadie ni nada sino que en 1817 tuvieron una constitución que les significó el fin de la dominación danesa, y que después de una invasión sueca de 90 años, les permitió ser libres. Ah, y muy importante, una Constitución que no usan contra nadie.

Es aquel día, el denominado Folketog, en que todos los noruegos salen a la calle. Bien, todos menos los militares, los partidos políticos, los sindicatos y los curas y similares. Si un militar, un político, un sindicalista, un mosén o una monja quieren desfilar, lo hacen como ciudadanos sin representar a ningún estamento. Y los inmigrantes participan luciendo sus trajes tradicionales (por cierto, tiemblo pensando de qué se deben vestir algunos nativos de algunos países que usted y yo conocemos).

Eso es al mediodía, porque por la mañana por las calles del país pasean todas las escuelas y universidades con los alumnos luciendo sus mejores galas. Ellos americana y corbata y ellas traje largo. Y al frente de todo, los únicos que se presentan como colectivo reconocido: los bomberos, la gran institución nacional.

Como es normal, tanta gente circulando a la vez por ciudades y pueblos necesita mucha organización y que todo funcione como un reloj. Es espectacular ver como a la hora exacta sale la primera columna de niños, todos con banderas del país en la mano y, con una gran precisión, y a medida que van pasando, de las calles laterales salen las clases de las diferentes escuelas con sus profesores, su banda de música y el estandarte del centro, y se van añadiendo.

Las familias siguen el desfile con el traje tradicional (el bunad) y luciendo también pequeñas banderas que agitan incansablemente. Y cuando ven pasar a su descendencia, o al vecino que es profesor, o al charcutero que toca la trompeta, gritan y saludan.

Y cuándo acaban, arenques, salmón, salchichas, carne asada y puré de patatas.

Que el día de su Fiesta Nacional un país arrincone cualquier tipo de poder oficial y haga desfilar a los niños como símbolo de prosperidad y de mirar adelante es un signo de civilización destacable. Y envidiable. Mucho.