Como ya hace tiempo que nos afeitamos (o nos depilamos), digámoslo claro: a veces, los estados hacen cositas feas e ilegales. Pero que las hagan, no quiere decir 1/ que sean aceptables y justificables y 2/ que si te pillan, no tengas que asumir responsabilidades.

Cada día que escuchamos un nuevo capítulo de las conversaciones entre el ministro del Interior y un representante del poder judicial que actúa como si estuviera en casa del suegro, queda más claro que estamos ante un golpe de estado civil. Sí, sí, que un representante del poder político pacte con un representante del poder judicial cambiar líderes de partidos, arruinar la carrera política de personas, falsificar pruebas y filtrarlas a medios periodísticos amigos y usar el poder judicial como si fueran unos empleados, es un golpe de estado civil. Aquí y en la China popular.

¿Entiende ahora por qué dimitió el Fiscal General, Eduardo Torres Dulce? ¿Entiende ahora por qué los fiscales del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya se rebelaron y decidieron por 6 votos a 3 que no había indicios para querellarse contra Artur Mas por el 9-N? (por cierto, glorioso el titular de El Mundo sobre aquel hecho: "Los fiscales catalanes culpan al Constitucional para proteger a Mas"). ¿Entiende ahora por qué cada día hay más jueces que realmente creen en la justicia y que están hartos de que el poder político y algunos de sus compañeros prostituyan la ley?

Y no pasa nada. Nadie dimite, por supuesto. Y, no sólo nadie pide perdón, sino que todavía tenemos que soportar al ministro excretando oralmente que "acusarme de conspirar es una injuria, una calumnia y una estupidez". ¿Perdón? Pero, escuche una cosita, el diccionario define la palabra conspirar como 'ponerse de acuerdo dos o más personas para hacer alguna cosa, especialmente si es ilegal'. Y eso es lo que, precisamente, está usted haciendo en las conversaciones. Que no somos sordos. Que le hemos oìdo. Que aquella es su voz. Y su colega de golpe, insisto, juez y, por tanto, miembro del poder judicial, ofrece nombres para sustituir al líder de Convergència, que entonces, además, era presidente de la Generalitat. Si trabajar para cambiar dirigentes de partidos no es conspirar, ¿qué es? ¿hacer macramé?

Y cuando se piden explicaciones, salen Partido Popular, PSOE y Ciudadanos a la Mesa de la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados y votan contra la comparecencia en sede parlamentaria del ministro. Y no pasa nada.

Y dos días después de unas elecciones, vaya por Dios qué casualidad, sale la decisión de abrir juicio por el 9-N. Mire que han pasado días desde el 9-N... Pues aparece justamente hoy. No la semana pasada, ni la próxima. Hoy. Como es hoy cuando han dado la orden para detener a estos señores de ADIF que tenían una excavadora haciendo las obras de la Sagrera de BCN y otra llevándose los millones. Dos años con el tema y también sale hoy. Vaja.

Y no pasa nada. Y la mayoría de la sociedad narcotizada lo encuentra normal. Y no se queja. Y se lo traga. Y no se rebela. Y acepta. Y acata. Y le parece bien. Y, después de un día, viene otro.

Terrible.