Y sale Jorge Fernández Díaz, fabricante profesional de ficción conspirativa, y se nos presenta como un pobre mártir. Él, guionista de las tres temporadas de "Removiendo en la basura. Póngame 10 kilos de informes de los hermanos Grimm", resulta que, pobrecito, es el gran damnificado de una oscura trama de gente muy mala.

Y argumenta el ministro del Interior en funciones que el tema no es a qué dedicaba él su tiempo libre y darnos las explicaciones pertinentes de sus actividades, sino que la gran cuestión es quién lo grabó. Bien, oiga, ¿y a nosotros qué nos explica? ¿Lo grabaron en su despacho, no? Pues usted sabrá quién le rodea. Usted sabrá quién tiene allí dentro. Usted sabrá quién quiere petárselo y por qué motivos. Usted sabrá qué ha hecho para que alguien de las cloacas del Estado le haya lanzado este torpedo. Porque, claro, eso lo ha hecho uno de los suyos. ¿O nos hará creer que quien graba conversaciones en el despacho del ministro del Interior es un yihadista venezolano indepe etarra de Podemos? ¿O la portera de casa?

Y añade don Jorge que detrás de la maniobra está el intento de acabar con el trabajo de la Oficina Antifrau. ¿Tan imbéciles nos considera? ¿Sí? ¿De verdad? Insinuar que al fin y al cabo es una maniobra de los mismos que se inventaron el independentismo para evitar que la justicia les pidiera responsabilidades por todo lo que han robado, es demasiado justito. Incluso para alguien como usted, un cadáver político que huele a entierro de tercera.

Sí, los Estados hacen cosas como las que explica Fernández Díaz en las grabaciones. Y les toca hacerlo. De la misma manera que los Estados hacen abdicar a los reyes que ponen en riesgo el propio Estado. El problema es que estas cosas se hacen, pero es feo que se sepa que se hacen. Y, todavía más, que las veamos o las escuchemos hacer mientras se hacen. Por lo tanto, cuando te pillan, en los países normales, tienes que dimitir. Pero no por hacerlo, sino por inútil.

Y hoy, la gran pregunta es: ¿y ahora, qué? ¿Qué pasará?

Lo normal sería que después de las elecciones, que ganará el PP, en la negociación con PSOE y Ciudadanos (lo siento, Podemos no entra como ficha en la partida que juega el Estado) 1/ se ofrezca en bandeja la cabeza de Rajoy y su equipo, 2/ se pacte un gobierno tripartito "poco partidista" y 3/ el PP aproveche para arrancar toda su costra y renovarse.

Y, ¿pasará esto? Mire oiga, España tiene un presidente de Gobierno que pertenece a un partido que ha pagado sobresueldos a sus líderes con sobres de origen incierto, que ha pagado obras en su sede con dinero negro, que ha tenido todos los tesoreros en la cárcel, que la corrupción se lo ha comido en Madrid, en el País Valencià y en les Illes... y no ha pasado nada. Ojo, pero nada de nada. Y la gente los sigue votando con alegría.

Por lo tanto, que ahora aparezca la grabación de un ministro del Interior intentando fabricar pruebas contra el independentismo, a ver si lo que nos da es una simpática mayoría absoluta.