"Me interesa más lo que diga el señor Puigdemont que lo que diga el señor Sánchez."
Feijóo

Algunos dejaron ayer de respirar. El anodino y esperado encargo realizado por Felipe VI a Sánchez Castejón para intentar su investidura se convirtió en un pozo de amargura para el facherío más vehemente. Unos lo repudiaban o exigían que abandonara la Zarzuela "por haber faltado a su juramento" y haber "traicionado" a los españoles. Locos en las redes, me dirán, no puede ser que los ultranacionalistas españoles renieguen de la Corona. Sí puede ser, cuando consideras al rey tu patrimonio ideológico.

No fueron tan pocos o no hicieron tan poco ruido porque la Casa Real acabó sacando un insólito comunicado en el que explicaba el papel constitucional del rey, supongo que para que todos aquellos que le exigían que prácticamente diera un golpe de mano se enteraran de hasta dónde llega y hasta dónde no el papel constitucional del jefe del Estado. Nunca había visto una cosa igual. Desde prensa de la Zarzuela se recordaba a los sesudos comentaristas fachas que tras una investidura fallida y la nueva ronda de consultas, el artículo 99 señala que "se tramitarán sucesivas propuestas". Así que "ante la disposición a ser candidato de un nuevo proceso del representante del PSOE, Su Majestad el Rey ha propuesto a don Pedro Sánchez". Todo ello aderezado por artículos, referencias y apartados. Para mear y no echar gota. No por el texto, que no puede ser más neutro ni más jurídico, sino por el hecho de que la Casa del Rey se haya sentido obligada a explicar lo obvio, lo legal, lo que todos sabemos, lo que iba a pasar sí o sí. Anda la carcunda tan revuelta que hasta el autor del discurso al que loaban en el aniversario del 3 de octubre se les ha caído del altar. Pero ¿y qué esperaban que hiciera? Ese es el meollo de la cuestión, porque a tenor de lo que les dolía, sólo cabía pensar que esperaban que el Rey se negara a encargar la formación de gobierno al tipo que va a amnistiar a los delincuentes catalanes tras pactar con el prófugo para conseguir el poder como sea. Dicho en sus palabras, vamos.

La movilización contra la amnistía no estará sólo el finde en Barcelona, sino que circula ya de forma abierta y de modo subterráneo a través de todas las costuras del estado profundo y de la derecha más recalcitrante

Los soldados ultras de primera fila se preguntaban si el Rey podía encomendarle a Sánchez la investidura siendo que contaba sólo con sus propios apoyos —recordemos que algunos no están atados y otros lo están, pero los partidos no lo reconocen de cara a su parroquia—, pero otros iban más allá y, justificando al monarca, pretendían que este no es el momento de que salve a la patria pero que ese momento llegará. "Al Rey no le queda más remedio, probablemente (sic), que encargarle la investidura a Sánchez(...) y eso no debe frustrar a los españoles", decía ayer el editorial de los Asociación Católica de Propagandistas, que se compraron una cabecera y la usan, pero atención a lo siguiente que aportan: "Esto ha de ser compatible con una fiscalización, con la discreción debida, de la evolución de unos acontecimientos que ya son inquietantes y pueden terminar siendo inaceptables". ¿Qué le están pidiendo al jefe del Estado que haga saliéndose "discretamente" de su papel? Obviamente la andanada es más sutil que la del zapatones de Abascal pidiendo directamente la ilegalización de los partidos independentistas.

¿Lo ven? Más allá de la rivalidad política, la cuestión de la amnistía ha puesto en ebullición a las cavernas y las fuerzas telúricas de este Madrid inmemorial. Una vueltecita por los templos gastronómicos del poder y por sus reservados y es fácil descubrir cómo se acrecienta la sensación de que el sanchismo está fraguando "una reforma encubierta de la Constitución", "una enmienda a la totalidad de la Transición" o el abismo hacia una nueva Polonia europea. Las redes recogían la etiqueta #FelpudoVI y otras que superaban los cien mil mensajes relativos a lo que consideran una nueva felonía de un Borbón. No, no crean, no se vuelven republicanos, sólo se duelen de que el de ahora no imponga lo que a ellos les place, porque esa es la concepción que tienen de un rey parlamentario como lo tendrían de un presidente republicano si no se plegara a sus deseos. En su España, por no caber, no es que no quepan catalanes, vascos o rojos, es que ya no cabe ni el Rey.

No son los únicos. Están las togas, que tampoco van a aceptar con facilidad la enmienda a la totalidad de su actuación que supone una amnistía. Los fiscales conservadores, saliéndose absolutamente del tiesto, le han remitido una carta al comisario de Justicia de la UE para que impida la concesión de una amnistía que "implicaría la deslegitimación de la actuación del Poder Judicial" y "estaría reconociendo que las condenas y los procedimientos no tendrían que haberse producido". Todas las asociaciones judiciales conservadoras interpretan de la misma manera la cuestión y, la verdad, no van descaminadas, porque esa actuación espuria es la que ha llevado a Junts a exigir esta vía de olvido. "Nos preocupa que el presidente del Gobierno traslade la idea de que el Poder Judicial actuó de una manera ilegítima o indebidamente", dicen los jueces, y eso exactamente es lo que se dice al exigirla.

La movilización contra la amnistía no estará sólo el finde en Barcelona, sino que circula ya de forma abierta y de modo subterráneo a través de todas las costuras del estado profundo y de la derecha más recalcitrante. No es sólo la amnistía, ya entienden, es que la amnistía va a llevar al poder a Sánchez y lo de Sánchez les resulta insoportable. Tanto que Feijóo ha llegado a decir que el que manda en España es Puigdemont y que prefiere hablar con él que con su adversario.

Mientras, las negociaciones siguen bien, gracias.