Otra vez las encuestas no han cuadrado con los pronósticos electorales que la gente esperaba, pero quizás es porque se quieren certezas en un mundo cambiante, con alta volatilidad y con métodos de previsión (encuestas) que tienen sus limitaciones, pero que casi todo el mundo olvida en el momento de interpretarlas.

Una encuesta electoral es una herramienta para prever comportamientos futuros a partir de la opinión de la gente en un momento dado, y por lo tanto, es una buena aproximación a lo que puede pasar y ayuda a planificar estrategias, el problema reside en que es una "aproximación", marca una tendencia, y cuando esta no está consolidada o es volátil, puede producir resultados inesperados.

Las encuestas sirven para ver dónde hay que invertir más esfuerzos para cambiar o consolidar resultados previsibles, porque quiere decir que se prevén resultados ajustados y una movilización selectiva de ciertos electores puede alterar quién gana o pierde, y de hecho, Donald Trump ha utilizado muy bien las encuestas y ha sabido interpretar sus márgenes de error, pues hasta el último día de campaña concentraba sus esfuerzos en estados como Wisconsin, Michigan, Ohio, Pensilvania, Carolina del Norte o Florida, que finalmente ha ganado –por muy poco, como no podía ser de otra forma–; ha conseguido decantar indecisos y una movilización selectiva de targets sensibles a sus mensajes.

Las encuestas sirven para ver dónde hay que invertir más esfuerzos para cambiar o consolidar resultados previsibles

Causas técnicas que explican la sorpresa de los resultados electorales de las elecciones EE.UU. 2016:

1. El margen de error de las encuestas. La ficha técnica de todas las encuestas advierte que en función de la muestra (número de personas encuestadas), por mucho que se controlen variables como los grupos de edad, el género, la raza y la sección censal, condado y tamaño del hábitat de residencia, los resultados totales tienen un margen de error que oscila entre el +2,5% y el +3,5%. Eso quiere decir que cuando la media de los sondeos decían que Hillary Clinton obtendría el 46,8% del votos, realmente era esperable aplicando sólo un margen de error del +2,5% unos resultados a nivel global en términos de voto absoluto entre el 44,3% y el 49,3%; y cuando Donald Trump tenía una expectativa del 43,6% (-3,2 puntos por debajo de Clinton), pero aplicado el mismo margen de error, su expectativa plausible era entre el 41,1% y el 46,1%, por lo tanto, había una zona de intersección que permitía hablar teóricamente de empate técnico, si bien, con tendencia favorable a Clinton. Al final los resultados han sido de absoluto empate técnico a nivel general entorno el 48% de los votos emitidos.

2. El margen de error de las encuestas en los estados decisivos. Más allá del empate técnico que auguraban las fichas técnicas de las encuestas a nivel general, visto el particular sistema electoral norteamericano, hay que ver qué pasaba en cada Estado, pues los votos de un Estado no se transfieren al otro, y quien llega primero gana toda la representación.

En este caso los resultados de los sondeos en los Estados que podían bascular también eran muy ajustados, y por lo tanto, imprevisibles –cito sólo cuatro ejemplos–, donde en todos los casos las previsiones se movían con diferencias como máximo del +3,5%:

Previsiones de Florida: 46,8% Clinton – 46,6% Trump (diferencial de 0,2%): Resultado real: 47,7% Clinton y 49,1% Trump.

Previsiones de Pensilvania: 46,2% Clinton – 44,3% Trump (diferencial de 1,9%): Resultado real: 47,7% Clinton y 48,8% Trump.

Previsiones de Michigan: 45,4% Clinton – 42,0% Trump (diferencial de 3,4%): Resultado real: 47,3% Clinton y 47,6% Trump.

Previsiones de Ohio: 42,3% Clinton – 45,8% Trump (diferencial de 3,5%): Resultado real: 43,5% Clinton y 52,1% Trump.

3. Tasa de participación, movilización selectiva y voto oculto. Otra variable decisiva para las planificaciones estratégicas y que afectan enormemente a las previsiones electorales, es qué segmentos del electorado están más o menos movilizados, y aquí nuevamente las encuestas también dan pistas, si bien, cuando un candidato está siendo muy atacado puede generar un efecto de voto oculto, y puede hacer que muchos de sus electores potenciales no lo quieran manifestar en las encuestas.

Cuando un candidato está siendo muy atacado puede generar un efecto de 'voto oculto'

De los 227 millones personas con derecho al voto, realmente parece que habrán emitido su voto entorno los 124 millones, es decir, un 54,6% del total; por lo tanto, ha habido una abstención del 45,5%. Y aquí habrá que ver qué tipos de electores finalmente han ido al colegio electoral.

En una campaña como esta donde los argumentos raciales cogieron relevancia, habrá que ver cómo ha funcionado la segmentación electoral, y cómo se han comportado electoralmente el 62,4% de blancos, el 17,7% de hispanos, el 13,8% de negros y el 5,8% de asiáticos. Y esta distribución racial no es homogénea en todos los Estados, de forma que según la zona puede haber habido comportamientos diferenciales. E incluso dentro de los hispanos, es posible que se hayan comportado diferente según si hace más años que viven en los EE.UU. y pueden recelar también de los nuevos inmigrantes no legales, u opiniones diferentes según el país de origen del país, etc.

4. Los terceros partidos. Finalmente, en un sistema mayoritario donde sólo cuenta el ganador, la erosión que pueden suponer los terceros partidos puede ser muy relevante. A nivel nacional la suma de los votos de Gary Johnson, Jill Stein y otros ha estado en torno al 4,7%, un porcentaje más alto que la distancia que en la mayoría de los Estados clave ha decantado la balanza, de forma que estos votos claramente han afectado al resultado final. Y estos electores, si alguno de los dos candidatos con más posibilidades los hubieran seducido, habrían podido optar por hacer un voto útil pragmático, gubernamental, pero han querido manifestar hasta el último momento una desaprobación en el tándem Clinton-Trump.

Finalmente, más allá de las explicaciones que relacionan los resultados electorales y las tendencias que apuntaban las encuestas, hay que abordar también las causas subyacentes del voto oculto, de la (des)movilización selectiva, y que explica por qué al final se ha impuesto (por muy poco) el relato que encarnaba Trump a pesar de lo que decían "el sentido común y el establishment", o quizás justamente por eso, aquí tenemos la clave de parte del voto oculto.

El resultado de las elecciones norteamericanas revela un profundo malestar por el futuro y desaprobación de la situación actual

El resultado de las elecciones norteamericanas revela un profundo malestar por el futuro y desaprobación de la situación actual. Ha sido un voto de castigo a la clase política y la forma de comportarse del establishment, que mayoritariamente han rechazado Donald Trump (incluso el expresidente George Bush ha votado en blanco), pero en cambio el electorado quería un cambio en las formas de abordar los problemas cotidianos.

Trump aborda con credibilidad a unos segmentos sociales que al final han sido suficientes para el triunfo, los problemas que genera de deslocalización de empresas por la globalización, habla de reactivar la economía local y el poder adquisitivo de las clases medias, el ascensor social, la inmigración ilegal, recuperar el orgullo de ser americano, apela a la emoción de "volver a hacer grande América", renovar el "sueño americano" y aporta su experiencia de éxito empresarial al servicio del país, habla de movimiento transversal y no de partido (y "su" propio partido le da credibilidad al repudiarlo), habla de aprovechar el talento y potencial que las élites no saben canalizar debido a sus intereses "oscuros". Él ha querido dar voz a los que tienen miedo del futuro y temen por sus expectativas, y que ven como el teórico 'partido de los trabajadores', los demócratas, los han abandonado y creen que Clinton no los entiende, no es de los suyos, porque no pertenece a su entorno social. Y aunque Trump es un multimillonario, proyecta la imagen de éxito y de conocer más los problemas reales de la gente de la calle, también con sus defectos y excesos.

El éxito en la estrategia de segmentación electoral. El tiempo dirá si es verdad y si realmente Trump tiene soluciones, pero su mensaje ha ganado. Y ganar significa no ser hegemónico, sino convencer a más electores que los rivales y, sobre todo, que estos electores vivan en los lugares adecuados para dar todo el voto del Estado a un candidato. No importa que Clinton saque +28 puntos en California o +21 en New York respecto a Trump; sirven para mejorar el porcentaje de voto popular, pero el triunfo de los estrategas de la campaña de Donald Trump es innegable, y aquí sí que las encuestas les sirvieron para detectar segmentos electorales insatisfechos y potencialmente movilizables con sus mensajes, aunque después no lo quisieran confesar con toda su claridad en las encuestas.

Cuando los estrategas demócratas con tono despectivo decían que el voto pro-Trump eran hombres blancos sin estudios universitarios, aparte de ser un argumento sólo parcial (de otra forma los datos no serían los que son), se tendrían que haber preocupado para que estos millones de personas (y muchas de sus mujeres e hijos e hijas) confiaban más en Trump que con Clinton. Y las encuestas tendrán que intentar afinar más al calibrar quién realmente votará (tasa de participación versus abstención), de qué segmentos y qué temas realmente son importantes para decidir el voto.

Las encuestas sirven para marcar tendencias, preparar estrategias y asignar recursos, pero cuando las opiniones son volátiles, algunos temas está mal visto abordarlos con claridad, y cuando todos los candidatos generan un alto rechazo, el margen de error y el voto oculto explican y pueden decantar en el último momento esos pocos puntos porcentuales, esos relativamente pocos millares de votos, pero decisivos para cambiar los pronósticos: habrá ganado el mejor estratega de campaña.

Jordi Sauret es Doctor en Sociología y director-gerente de Feedback EIS