Una de las grandes fuentes de creatividad y de conflicto viene de la capacidad que el hombre tiene para creer que es posible olvidar o deformar los recuerdos a voluntad. Es verdad que la memoria es selectiva y que tendemos a modularla según nuestros intereses. Pero la tendencia a creer que podemos escoger qué recordamos y actuar como si las cosas no hubieran pasado, a la larga nos debilita y se parece mucho a la idea de que el dinero proporciona la felicidad. 

La libertad no nace de la capacidad de enterrar el dolor, sino de vivir a través suyo para transformarlo en combustible. Los paises derrotados, igual que las personas derrotadas, tienden a inventarse narrativas indulgentes hasta que la pelota crece tanto que los discursos se colapsan. La realidad es tozuda y aunque a veces nos limitamos a comprar tiempo para sobrevivir, sin la tentación de acumular dinero y excusas hasta el infinito, las noticias de la tele no serían tan entretenidas. 

El lenguaje políticamente correcto ha hecho tanto daño a Europa como el oro americano hizo al Imperio hispánico

España es un caso ideal para estudiar cómo las narrativas indulgentes nos secuestran y acaban produciendo situaciones cada vez más absurdas. Ahora mismo, mientras escribo eso, veo que Pablo Iglesias sale en la televisión. El líder de Podemos ha propuesto que Miquel Iceta y Xavier Domènech lideren las conversaciones para solucionar el problema catalán dentro de un eventual gobierno de Pedro Sánchez. Iglesias es muy cuco y, si no creyera que busca la destrucción total del régimen de la Transición, pensaría que es idiota.

Cuando se estudie la caída de Occidente se verá que el lenguaje políticamente correcto ha hecho tanto daño a Europa como el oro americano hizo al Imperio hispánico. Si el oro americano creó la figura del hidalgo muerto de hambre que iba por el mundo como si fuera multimillonario, el discurso políticamente correcto ha enterrado los traumas de los pueblos europeos bajo una capa de caprichos y buenos sentimientos subvencionados. Ahora, a medida que se agotan el dinero y las excusas, nos van quedando ya solo las drogas. y claro, las heridas mal cerradas se vuelven a abrir.

¿Cómo lo podían saber, las criaturas, quiénes eran los nazis?

Una vez escuché la conferencia de un psicólogo canadiense de origen húngaro que es especialista en adicciones. El psicólogo explicaba cómo el equilibrio químico del cerebro varía en función de nuestras experiencias y de aquello que somos capaces de hacer con ellas. Para ilustrar hasta qué punto el cerebro es sensible a su entorno, explicó que él era judío y que su madre siempre decía que el día que los nazis entraron en Budapest todas las criaturas del vecindario se echaron a llorar. 

¿Cómo podían saber las criaturas quiénes demonio eran los nazis?, se preguntaba él. No lo sabían, ni tenían ninguna necesidad de saberlo para quedar marcados para siempre. Las criaturas percibían el terror de sus madres y lloraban. Además -descubrió despues, estudiando casos de adicciones y de niños maltratados- el terror alteraba su sistema de endorfinas y detenía el desarrollo de algunos circuitos neuronales. Desde pequeños, empezamos a sacar conclusiones del mundo que nos rodea y las conclusiones que sacamos afectan a nuestro inconsciente y nuestra identidad.

Así es como los traumas se transmiten de padres a hijos. Así es como las actitudes se socializan y se extienden más allá de las historias que explican los libros. A veces decimos con fatalismo que la historia se repite. No es que que historia se repita, es que el dolor que no tenemos fuerza para transformar en amor e inteligencia en un momento dado vuelve al cabo del tiempo a ajustarnos las cuentas. A veces hemos acumulado tantas generaciones de excusas y mentiras que no entendemos qué tiene que ver con nosotros. Entonces es peor porque nos cabreamos, como si un banquero viniera a reclamarnos la deuda de un pariente muy lejano.

Cuando la identidad se aguanta sobre bases defectuosas, cuando no tenemos la fuerza o el coraje necesario parar asumir las mochilas que cargamos, el margen de maniobra se achica y el desastre es casi seguro.