¿Cómo te despides de alguien que morirá en pocos días? Con Mi amiga Eva, no me refiero a la excelente película de Cesc Gay, sino a la hermana mediana de Maria y Rocío, una de mis mejores amigas de la escuela. “Cuidaré de tu hermana”, le escribí. “Nos deja la morena del trío”, decía uno de los tantos mensajes de despedida que leyeron en su funeral. La he llorado mucho, no tanto por mí, sino sintiendo el dolor de quienes la han querido. Ir al tanatorio es aún más duro cuando es una persona tan joven.

Tengo una mierda de costumbre. Y es que estoy acostumbrada a puntuar la vida como los vinos, del 0 al 100, según la edad a la que te mueres. Porque si, como dice Kierkegaard, desde que naces eres lo suficientemente viejo para morir y, para mí, un 100 sería un 10 y el resto es una simple ecuación. Siempre he pensado que Kierkegaard dijo esto porque no ha sufrido ningún aborto. Pues, igual que puedes vivir 103 años (rompiendo mi patético ranking), te aseguro que también puedes sentir, como alguien muy presente, al ser que no ha tenido ni la posibilidad de nacer porque ha muerto en la tripa. Eso equivaldría a un número muy negativo. Eva ha muerto a los 41 años. Eso es un 4.1, que no llega ni al aprobado para tener tiempo de degustar la vida. ¿De qué ha muerto? Preguntamos siempre. De muerte es una expresión que me recuerda a Carlos Latre, de cuando hace pocos días fuimos a ver al hijo de la querida Núria Garcés, que murió de repente a los 31 años y acabamos en el mismo tanatorio de Les Corts. Enterrar a un hijo, nada da más miedo que eso. A mi pareja se le murió el hijo cuando tenía diez años. Esto es un 1 sobre 10. Cuando me enseña las fotos de Marc y los vídeos que él necesita ver a diario, hay días que no puedo dedicarle la atención que merece. Lo cierto es que me pondría a llorar siempre, y a veces necesito estar centrada. No es que no me interese, ni mucho menos, es pura protección. Es un condón emocional para seguir adelante. Y estos días me ha pasado. Como mi talante es hacer de animadora, tengo momentos en que necesito no empatizar todo el rato para conservar la energía necesaria para poder seguir ayudando a la otra persona.

Eva ha muerto de un cáncer fulminante. Una chica maravillosa, vital, simpática, extraordinaria, con proyectos, viajes, y que, hasta una semana antes del diagnóstico, no se encontraba ni mal. La verás este 14 de diciembre en un vídeo que grabó para La Marató. Allí explica que el diagnóstico fue de 17 tumores situados en el hígado. Parecía un gruyère con tantas lesiones. Cuando me lo explicó su hermana, lo primero que pensé, como buena obsesionada con tener hijos, fue si congelaría los óvulos. No, eso no era ni importante, le quedaban meses de vida. Y allí vi que iba en serio, que de nada serviría la mágica y aplicada Eva de cuando éramos pequeñas. Que por desgracia no sería aquel caso tan deseado que milagrosamente se salvaría gracias a su gran actitud vital, la cual ha mantenido con una lucidez que emociona desde el principio hasta el final. Porque no era una lucha, era una maldita condena. “Al menos que tenga tiempo de hacer la última cena con los del doctorado”, decía cuando ya no podía ni comer. “Ha comprado dos entradas para El fantasma de la Ópera”, me iban informando, esperando llegar más allá del siguiente fin de semana.

Creía que los cuarenta eran la década de los divorcios de mi generación, no la de ir a los funerales de nuestros familiares y coetáneos

Una de cada tres mujeres tendremos cáncer. Y pienso en la cena que celebrábamos un par de veces al año Anna Boadas, Uri Soler, Anna Pérez Pagès y servidora. Peigis murió de cáncer con un 4.9 de su camino vital. En el caso de los hombres, la probabilidad de padecer la enfermedad es aún más alta. Justo te enteras de que a otro buen amigo del mundo de la comunicación le han diagnosticado uno. En este caso, no quiere hablar de ello y también no hay más remedio que aceptar (aunque me cueste mucho no ir a abrazarlo) su hermetismo. Creía que los cuarenta eran la década de los divorcios de mi generación, no la de ir a los funerales de nuestros familiares y coetáneos. Y dicen que a los cincuenta todavía es peor.

 A Eva Cordobés Millán le hemos regalado muchas menos flores de las que merecía, porque hemos preferido hacer donación a La Marató con el grupo de amigas de EGB. En esta 34ª edición, la recaudación es para esta puta enfermedad, que, según la comunidad científica, ha aumentado este año hasta un 3,29%. En 2024 murieron en Catalunya 17.000 personas, 46 personas cada día y dos cada hora. Eva es uno de esos números, un número detrás del cual deja a sus padres, a sus dos hermanas, a sus tres sobrinos y a un montón de personas que iluminaba con lúcidas respuestas. Cuando pienso en su nombre, no pienso en Longoria o en Eva de la Biblia, sino en su sonrisa. Desde que supe su diagnóstico, me hago un té verde al día, no me hagas razonar el porqué. Lo que sí quiero es darte todavía más razones para sumar fondos a la investigación. Es tan fácil como hacer un BIZUM desde el apartado “Donaciones” La Marató 33333. Porque hoy, que van a buscar sus cenizas, no hay ningún consuelo. La investigación de esta enfermedad no nos sirve para contestar preguntas urgentes, pero sí para encontrar una cierta calma mientras cruzamos los dedos.